Me dirijo al MACBA para ver la primera intervención del nuevo ciclo Lorem Ipsum. Me gusta la descripción que he leído en la web:
Una serie de propuestas que operan en los márgenes y los pliegues de muchas cosas a la vez: música, performance, investigación artística, experimentación; operaciones diversas, dispares y disparatadas, de desplazamiento de lenguajes, significados, gestos y objetos, desde lo musical, en busca de una amable extrañeza.
En busca de una amable extrañeza me parece un buen punto de partida. Antes de aterrizar allí, decido pasar un momento por la librería Múltiplos dónde Anna Pahissa sigue haciendo de las suyas y ahora usa el pequeño aparador de su local de la calle Joaquín Costa 24, para exhibir cositas que va tramando; en el caso de hoy, se inaugura el Aparador #5 «Las novelas son para el verano»:
A menudo la novela es ese género que reservamos para épocas de descanso y de recreo. En el mundo del arte, la novela parece responder también a ese cliché, como lugar en el que abandonarnos en días en que “podemos permitirnos” dejarnos llevar por la deriva. Ante la falta de tiempo y la necesidad de producir, la utilidad del ensayo gana la partida a los probables arabescos que genera la lectura de una novela. Sin embargo, las novelas siguen alimentando los imaginarios de muchos artistas y contaminando su obra de formas diversas y más o menos explícitas. Para “Las novelas son para el verano” hemos invitado a una serie de artistas y personas que hacen libros a que nos recomienden la lectura de una novela.
Desde Nyamnyam somos unos de los que hemos recomendado novela, así que el paso por Múltiplos era de justicia antes de aterrizar en el MACBA (por cierto, tenéis hasta el 31 de julio para pasar por esta librería tan especial, ver este nuevo aparador y elegir una novela interesante, recomendada con letra escrita a mano por uno/a de sus colaboradorxs). Y aunque pasé literalmente 12 minutos en Múltiplos, pude saludar y charlar un poquito con nuestra querida Anna Dot, que me invitó a su performance del 19 de Julio en el Centre d’Art Maristany de Sant Cugat, una oportunidad de salir de la ciudad hacia el Vallès, donde la temperatura siempre es 4 o 5 grados más baja (si un día vais en el ferrocarril desde Barcelona, mirad fijamente el termómetro que sale en la pantalla del vagón, y veréis como literalmente, la temperatura va descendiendo grado a grado).
Pues eso, que corriendo como siempre, llego al MACBA sin tener muy claro dónde era la performance/concierto/acción que iba a ver… Entro por la puerta principal, y me encuentro un poco de lío en la taquilla, donde me dicen que mi nombre no está en ninguna lista, y replico claramente que he venido de parte de TEATRON y que tengo entrada como prensa (me gusta este momento… me siento un poco peliculera en plan reportera). Me creen y me dan una entrada. Al salir a la plaza, veo que todo este estrés se convierte en un grupo grande de gente charlando tranquilamente delante de la puerta de la capella del MACBA, esperando para entrar a ver N.M.O. (Morten J. Olsen y Rubén Patiño), una sesión de Fluxus techno, por lo que he leído en la web.
Veo muchas caras conocidas, todas de las artes visuales… como siempre lo primero que dispara mi cabeza, es un por qué; aún me cuesta entender que la vida artística de nuestra ciudad esté tan fragmentada… me pregunto si se debe a que el contexto es un museo, pero me corrijo a mi misma pensando que estas cosas de ir al contexto que “te toca” están superadas… ¿o quizás no? No lo sé… pienso si sería diferente si se hubiera programado en el Mercat de les Flors, pero me vuelvo a corregir a mi misma, porque tal y como van las cosas por allí últimamente, está claro que esto, allí no se programaría. Entre pensamientos, cojo un par de tapones que han preparado en la mesa de la entrada, y accedo a la capella, donde me encuentro la gente en un extremo de la sala en plan sardinas y con bastante alboroto. Uno de los dos performers toca el tambor que lleva colgado; del instrumento sale una cuerda que sujeta firmemente el otro protagonista creando una barrera de lado a lado de la sala; van avanzando y todos nos comportamos como un rebaño de ovejas que se va moviendo en función de por donde va la cuerda. Lo hacemos sin pensar mucho, porque por lo menos a mi, me han pillado muy desprevenida. La acústica de la sala eleva el sonido del tambor a un nivel ensordecedor y la sensación de caos inicial me gusta, me recuerda a las vueltas de la gallinita ciega antes de ponerte en acción, a la desubicación inicial para colocarte en un no-lugar antes de “algo”.
De repente ese “algo” ocurre, la cuerda azul se suelta y uno de los performers sale corriendo hacia la sala contigua; algunxs le siguen rápidamente, y otros avanzamos acompañados por el tambor que nos mueve en plan flautista de Hamelín hacia ese nuevo espacio. Y allí el “algo” se convierte en una situación, en un sonido, en una sesión, en un acontecimiento, en un set, como dirían algunos. Se colocan uno frente al otro con sus respectivos instrumentos, un tambor acompañado de varios dispositivos electrónicos y un ordenador a tope con SuperCollider (y este es el momento que gracias a escribir esta crónica, entiendo cosas de las que sucedieron allí); releyendo con detalle la presentación de su actuación en el MACBA, veo que habla del test de Cooper y de llevarlo al lenguaje del club en un «multi-stage fitness set». De hecho durante los cuarenta minutos aprox. que duró la pieza, les vi haciendo flexiones en algún momento, que deseé que se prolongara en el tiempo para que la acción física llegara realmente a su tope, que fuera una prueba de resistencia para poner al máximo la capacidad física, como se supone que es el test de Cooper… supongo que había en mí un deseo de movimiento que acompañara esa grandilocuencia sonora. También supongo que quizás ese no era su objetivo, que su manera de llevarlo al lenguaje del club, tenía más que ver con las secuencias de sonido, su organización, su ritmo y el impacto que creaba en nosotrxs. Fue realmente una experiencia.
El nivel de decibelios era muy alto, pero la calidad del sonido era muy buena, podías escuchar matices, cambios de intención y al tambor, que aunque es un instrumento acústico, estaba muy bien amplificado y dotaba de algo analógico y placentero que se sumaba a toda la cantidad de sonido digital que inundaba nuestros cuerpos. La luz tenía un papel súper importante, resaltando y ayudando al sonido a coger aún una dimensión más bestia… También había mucho humo, cosa que después hablando con algunxs, parecía que no había satisfecho por igual; creaba ambiente en algunos momentos claves, pero después seguía allí dificultando la opción de poder ver a los performers en acción, que siempre mola. Se terminó rápido, o más que rápido, se terminó antes de lo que esperábamos. Primero pensé ¿Ya?, pero después me vino esa sensación de dejar las cosas por todo lo alto, cuando están en su clímax, cuando todo el mundo está a tope y tienen sed de más… me pareció una buena elección. De hecho el test de Cooper se trata de recorrer la mayor distancia posible en 12 minutos; ¿qué hubiera pasado si la sesión hubiera durado 12 minutos? Y aquí me asaltan todas esas preguntas que tienen que ver con las convenciones, en el pago de una entrada por 12 minutos de “contenido”, en si hubiera cumplido las expectativas del público, en si la institución hubiera programado 12 minutos de pieza sin acompañarla de otra ese mismo día, etc. Pero la realidad es que duró más de media hora (y menos de una), y en la charla posterior, con cervecita gratis en mano y en la terraza de la capella, parecía que todo el mundo estaba satisfecho. Oí comentarios interesantes de cómo N.M.O. habían sido capaces de mezclar techno de distintas “épocas”, creando algo bastante atemporal unido al tambor, que llevaba a la gente a lugares extraños, recordando pasos de semana santa…
Y la conversación sobre la performance, derivó a los alquileres en Barna, en cómo la cosa se está poniendo muuuy mala, comentamos que el espai Erre en Poblenou cierra porque les han triplicado el alquiler… de hecho cierra sus puertas hoy mismo, el día que estoy escribiendo esta crónica; y el fin de semana que viene, cierra Fireplace, otro espacio en Poblenou, después de un largo proceso de disputas, ya que tiran el edificio abajo. Todo por la p… especulación inmobiliaria en el barrio que gracias a la presión vecinal (y más que nada porque les pilló la crisis) redujo su macro plan de 22@ para convertirse en el barrio de la “creatividad”. Una “creatividad” que toma forma de “proyectos” a los que ya no se llama “empresas”, donde la gente ya no va en corbata, sino que lleva camisas de flamencos, barba larga y gorra hipster, pero que no dejan de ser la siguiente fase del capitalismo más salvaje en la era de la gig economy y en un mundo donde todxs trabajamos todo el rato aunque hagas surf antes de ir a la oficina en bermudas. Un gran engaño, vaya.