Este fin de semana he pensado que:
1
Hay un sector del público madrileño, que se desenvuelve con soltura en las redes sociales -altavoz de nuestros días-, que hace frente común en contra de algunas propuestas que se salen de lo habitual en los escenarios de Madrid. Y he pensado en lo fácil que es, después de tirar la primera piedra, que caiga una tormenta de pedrisco. Sería absurdo confundir el cacareo de las redes sociales con el conjunto, si acaso existe algo parecido, del público de Madrid.
2
Me explico, por partes: este fin de semana Rodrigo García ha presentado 4 en Madrid, dentro de la programación del Festival de Otoño a Primavera y el mismo jueves, después del estreno, varias voces “de las autorizadas” tiraban la primera piedra. Los argumentos, resumiéndolos, serían: Rodrigo García hace siempre lo mismo, utiliza los mismos recursos y escribe los mismos textos, ya no es capaz de provocar a nadie, ni siquiera a los nostálgicos de sus orígenes, y cae, una vez más, en la elefantiasis vacua del arte contemporáneo.
Cuando leí el texto de 4, publicado por la Uña Rota, editorial que ha editado todos los textos de García, lo primero que pensé fue que quitando dos o tres momentos en los que Rodrigo vuelve a un tono reconocible, similar al de otros de sus textos, en donde desvela las miserias de nuestra sociedad llevando con ironía las cosas al extremo, Rodrigo había escrito 4 en un estilo más cercano al poema, algo más abstracto y, tal vez, más oscuro y desesperanzado. En definitiva, con una rápida lectura de este texto y la comparación con otros anteriores, nos damos cuenta de que Rodrigo ha intentado ir, sin perder la particularidad de su voz, por otros derroteros. En principio no es nada bueno ni nada malo, es lo que tocaba, lo que ha salido, la edad…
Cuando el sábado fui a los Teatros del Canal a ver 4, pude comprobar que se trataba, sin lugar a dudas, de un montaje de Rodrigo. En 4 Rodrigo García vuelve a poner en funcionamiento la maquinaria empleada en sus últimas propuestas. Su universo. ¿Y es que acaso no se le pide a un artista, a un escritor, que sea capaz de desarrollar un estilo reconocible, que se distancie de otros y cuando un joven presenta una obra donde se huelen las referencias sin pasar por su tamiz personal, acaso no se dice que todavía no tiene un estilo propio, que, quizá, apunte maneras, pero que aún está sin cuajar?
En este momento se me disparan dos pensamientos que, de alguna manera, son contradictorios entre sí. Uno: por un lado Rodrigo ha vuelto a hacer lo que se esperaba de él. Dos: sí, ha hecho lo que se esperaba de él, pero también ha tenido la lucidez o la necesidad de probar un tono diferente. Es decir, dentro de los márgenes de su propuesta hay algo que no habíamos oído antes así. Nos puede gustar más o nos puede gustar menos, pero Rodrigo sigue apostando. La repetición, sí, la diferencia, por supuesto, también.
Estos últimos días he leído textos que critican a Rodrigo por una cosa y por la contraria: por hacer siempre lo mismo, pero también por no hacer lo que de él se espera. ¿En qué quedamos? Entonces he pensado, mirando como la luz de la mañana cae sobre la albahaca de mi balcón y escucho el rechinar de mis dientes los unos contra los otros, que en verdad lo que se critica es que haya propuestas que se salgan del teatro dramático en la ciudad de Madrid. De qué otro modo se podría explicar este pequeño frente común que critica las propuestas de Rodrigo y aplaude con fervor, sin critica alguna, a los mismos directores que, una y otra vez, hacen los mismos montajes, sin cambiar un ápice, y se repiten una y otra vez en la cartelera de Madrid; directores, por otro lado, con una apuesta más laxa y menos personal. ¿O tal vez se esté criticando tener una voz personal? Pareciera que un sector del público de Madrid, aquel que tiene una parte del bombo y del platillo, detesta a los artistas que con coherencia llevan años construyendo una línea solvente y particular (con sus altibajos, como todo) y que vemos cada dos años por los escenarios de la ciudad y, en cambio, premia a aquellos que, como un calco los unos de los otros, se repiten hasta el empacho en la cartelera madrileña. Es más fácil hacer frente común contra “el raro”, contra “lo raro”. Recogiendo el título de una famosa antología poética de principios de los ochenta, de un verso de Machado: el problema de las voces y de los ecos.
Pues bien, para ir zanjando y avanzar, algunos de esos que están hartos de los recursos del teatro de Rodrigo García pareciera que aún no se han dado cuenta de cuáles son y de cómo funcionan. Escribir, como he leído, que Rodrigo fomenta la sexualización de la infancia por una escena en donde se maquilla y se viste a dos niñas con tacones y vestidos ajustados, es haber comprendido más bien poco de los mecanismos que se ponen en juego en su teatro. Hay piezas que exigen de nosotros un punto de descodificación que va más allá de reconocer a los buenos y a los malos. Y hay un teatro más allá del “repertorio”.
3
He recordado un texto que escribió hace años Rodrigo García sobre José Monleón. Que se llama Un chico potente y que, como muchos no lo conoceréis, lo transcribo entero. Dice así:
“Como no estoy para tareas titánicas, ni me entusiasma mostrarme iluso, he optado por, en vez de definir a José Monleón, redefinirlo como me viene en gana. Le he asignado, para empezar, la etiqueta de jovencito loco, de chaval prometedor. Ya se sabe: un tipo impulsivo, impertinente a veces, lleno de ideas utópicas y conmovedoras ganas de cambiar el mundo.
Tiene años por delante y seguro se le pasará. Ya le pondrán en vereda, ya entenderá que hay que claudicar las más de las veces, que la realidad es implacable.
Cuando, juntos, nos metimos Monleón y yo en un buen fregado en Delfos, delante de los dueños y legítimos herederos de todo lo helénico, cuando nos tiraron sillas al escenario y nos “esperaron fuera” como hacen los chicos de barrio, me di cuenta que este hombre tenía, a pesar de su extrema juventud, las ideas muy claras y los huevos bien puestos. Corría el año 2001. Era verano y hacía demasiado calor. Presentábamos en Grecia el mito de Faetón totalmente del revés: la ambición, la impotencia, la velocidad, el descalabro, los huesos quebrados sonaban en nuestra obra After Sun dentro de sacos de piel humana de actualidad de telediario: se citaban a Aznar y Maradona. A Bush y al Ché. A Rocky Balboa y a dos conejos vivos, que zarandeábamos de lo lindo en escena. Y, por si fuera poco, abandonábamos encima de una plancha ardiendo, delante de las narices de todo este mundo callado, una montaña de hamburguesa de queso y kétchup, hasta verlas convertidas en putos pedazos de carbón, ofensivas señas de identidad de una cultura que mueve a risa o al suicidio.
Hubo hostias de las buenas esa noche del estreno en Grecia; Monleón dijo que se hacia cargo de todo y de todos, y me parece que en Delfos, con 40 grados a la sombra, hizo 12 rounds como hacía tiempo que no peleaba.
Es difícil tener ideales.
Más difícil es conservarlos a lo largo del tiempo.
Y más difícil todavía ponerlos en tela de juicio, mirarse uno en el espejo cada día y cuestionarlo todo.
Este ejercicio de lúcida y lúdica debilidad es patrimonio exclusivo de los fuertes de espíritu.
Monleón es un chico fuerte y puede darse ese lujo.”
4
He parado para comer y ahora continuaré escribiendo.
5
El domingo, antes de ir a ver MDLX de la compañía italiana MOTUS a las Naves de Matadero, me enteré de que había empezado a circular un manifiesto en busca de apoyos, titulado Defendiendo lo de todos. El manifiesto es un nuevo capítulo del culebrón Naves Matadero, CIAV, y quiere mostrar, una vez más, su disconformidad con el proyecto. El mensaje que acompaña al manifiesto empieza diciendo: “en el mes de febrero de 2017 tuvieron lugar las últimas funciones de teatro de texto contemporáneo en las Naves del Español, Matadero Madrid”. Obviando que las Naves de Matadero ya no pertenecen a la dirección artística del Teatro Español, que hubo dos concursos públicos diferentes y se eligió una dirección artística diferente, con líneas de actuación diferentes, para cada uno de los centros[1]. Y continúa: “un grupo de profesionales (…) hemos puesto en marcha un manifiesto dirigido al Ayto. de Madrid con la esperanza de que esta dolorosa situación creada pueda tener algún tipo de solución” (…) “Solo nos guía la voluntad de no perder espacios de trabajo alrededor de proyectos teatrales arriesgados y que habían conseguido un seguimiento incuestionable.” El manifiesto empieza diciendo que “el ser humano parece abocado a la eterna lucha de defender “lo suyo” en contra de lo “del otro”, a temer perder su pequeña parcela de poder y seguridad si alguien osa aproximarse demasiado”.
Luego hacen un alegato a favor de la cultura que “ha sido, es, un puente imprescindible de respeto y entendimiento”. Y continúa: “esta estupenda iniciativa [dotar a la ciudad de un centro -CIAV- donde se podrá dar cabida a nuevas formas de expresión e investigación] viene acompañada a su vez de una terrible noticia: la desaparición de dos espacios de exhibición de las artes escénicas” (…) “Y nuestra pregunta es: ¿Por qué? ¿Por qué se ha tenido que restar oferta cultural a Madrid? ¿Por qué este paso atrás?” (…) “No estamos defendiendo desde este manifiesto “lo nuestro” en contra de “lo de nadie”. Estamos defendiendo “lo de todos”, la suma de posibilidades que repercutirá en beneficio de los madrileños y madrileñas que decidan que la cultura pueda ser la mejor de las alternativas. Por tanto, (…) solicitamos al Ayuntamiento de Madrid y a sus responsables que reconsideren esta penosa situación, que reparen este daño profundo a nuestra profesión y a la ciudadanía”
Llegados a este punto cada uno tendrá forjada su opinión y como yo mismo di la mía meses atrás, no ahondaré en el tema. Sólo me pregunto, ¿qué es este nuevo manifiesto si no una nueva lucha por defender, usando su misma dialéctica, “lo de unos” frente a “lo de otros”, una lucha por seguir defiendo “su pequeña parcela de poder y seguridad”?
6
Accedo a la Sala Fernando Arrabal por el vestíbulo intervenido por Aitor Saraiba con El muro de los Sueños y las Pesadillas, una intervención que, según leemos en la web de Naves Matadero “es el resultado de varias semanas de talleres con niños del distrito de Arganzuela usuarios de CEPI (Centro de Participación e integración de Inmigrantes), CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado) y Cruz Roja”. La sala no está llena, pero faltan pocas butacas por completar para que así sea. Si esto fuera una crónica de sociedad, de esas que se estilaban antes en los periódicos de provincias, ahora escribiría que por allí estaba Carme Portaceli, Rita Maestre, Santiago Eraso, etcétera.
MOTUS es una compañía italiana, fundada en los noventa por Enrico Casagrande y Daniela Nicolò, que habíamos podido ver al menos dos veces antes en Madrid. Una en el año 2009, dentro del Festival Escena Contemporánea, Como un perro sin dueño. Otra en el 2013, dentro del Festival de Otoño a Primavera, Alexis, una tragedia griega. Ambas en Teatro Pradillo. Esta vez presentaban MDLX una obra de teatro contemporáneo, con texto, tanto texto que gran parte de su dramaturgia está basada en la novela de J. Eugenides Middlesex, que obtuvo el premio Pulitzer en el año 2003. Editada en España por Anagrama. No sé qué pensarán los que preparan el manifiesto Defendiendo lo de todos de esta obra de teatro de texto contemporáneo.
En MDLX se nos cuenta la historia autobiográfica, con recursos que desdibujan los límites entre la realidad y la ficción, de un “ser andrógino” que cuestiona las barreras entre géneros. La parte biográfica de la pieza es la vida de su intérprete, Silvia Calderoni, y la ficción aparece cuando, de manera sutil, su vida se entremezcla con la novela de J. Eugenides. El trabajo que hace Calderoni sobrepasa cualquier tipo de adjetivo.
Calderoni sale del patio de butacas y ocupa el escenario. Está sola en escena, el fondo, blanco, y al fondo a la izquierda una pantalla en forma de círculo, como un espejo, donde se proyectarán videos de su infancia y el circuito de video cerrado que ella misma maneja. Delante del fondo una mesa larga, que ocupa casi toda la parte trasera del escenario, en donde hay dos micrófonos, una cámara de vídeo, una mesa de sonido, un ordenador, dos flexos y otros aparatos que servirán para iluminar el escenario en determinados momentos. Delante de la mesa, en el suelo, a modo de alfombra, un gran triángulo plateado. La pieza está estructurada gracias a una playlist de más de veinte canciones que Calderoni va pinchando y que invitan, acompañando la interpretación y el texto, a realizar un viaje tan emocional como reflexivo. Una dramaturgia muy bien armada, puntada a puntada, chapó.
Hay un momento de la obra, cuando se nos cuenta que fue al médico y descubrió su informe en una carpeta, la cogió y fue al diccionario para entender diferentes términos como hermafrodita que le indicaban que visitase otras palabras hasta que, saltando de definición en definición, acabó por cerrarlo en la palabra “monstruo”, que resume la cortedad de miras con la que el ser humano se enfrenta a todo aquello que no encaja en sus esquemas, que es raro o se sale de la norma.
Si fuese de esos que al final del año realizan listas de los mejores montajes que han visto, a día de hoy, a pesar de que aún queden seis meses para terminar el año, ya habría apuntado esta pieza. Pero como esas listas me parecen una soberana estupidez, no lo he hecho. Es algo, en definitiva, que merece la pena ser visto y que, de algún modo, justifica estos primeros meses del nacimiento del CIAV a la espera de conocer la programación completa de la próxima temporada.
7
En estas cosas, y en otras que tienen el mismo poco interés, he pensado este fin de semana después de ver dos piezas diferentes, pero que, desgraciadamente, se salen de lo habitual en los escenarios de Madrid. No hay ninguna valentía en criticar lo que ya está en los márgenes, al menos en Madrid, en comportarse con un matón de colegio frente al rarito o el empollón.
Visto y sentido el panorama lo único que me queda pedir es que haya un cierto sector del público que siga poniéndose en contra de Rodrigo: eso significará que Rodrigo sigue llenando el patio de butacas de los teatros de Madrid, a pesar de la final de Champions. Y que el CIAV siga trayendo obras como la de MOTUS: eso significará que, por fin, en los escenarios de Madrid se ha abierto una ventana permanente desde las instituciones públicas, más allá de contados ciclos y festivales, por donde se cuelan otras realidades escénicas, con o sin texto, capaces de generar el debate y limpiar nuestra mirada de prejuicios, tanto los de género como los culturales. Solo así podremos ver en la diferencia un don y no una amenaza.
[1] El proyecto de dirección de Naves Matadero puede leerse aquí: http://blog.mataderomadrid.org/conoce-el-proyecto-de-mateo-feijo-para-naves-matadero-centro-internacional-de-artes-vivas/
El del Teatro Español, acá: http://www.madrid-destino.com/images/Carme_Portaceli/Proyecto-Carmen-Portaceli-2.pdf?platform=hootsuite
hola mandanga,
la Aadpc (Associació d’actors i directors profesionals de catalunya) ha enviado a todos sus soci@s el manifiesto del que hablas (Defendiendo lo de todos), adheriéndose al mismo y animando a firmarlo. Parece que los impulsores del manifiesto están buscando apoyos más allá de Madrid. En el texto que acompaña al manifiesto la Aadpc se anima a afirmar que la nueva programación «excluye completamente el teatro de texto». La Aadpc también defiende la antigua trayectoria de Matadero y afirma que es un espacio reconocido internacionalmente… ¿sí, seguro?
Adjunto el texto íntegro escrito por la Aadpc:
«Tal i com ja es va anunciar el passat mes de març, el Matadero de Madrid han canviat el seu rumb. El nou director artístic, Mateo Feijóo, ha dissenyat una programació basant-se en la creació interdisciplinar que inclou la dansa urbana, la performance, la música electrònica i la internacionalització, però que exclou completament el teatre de text d’aquest projecte de creació contemporània.
El sector teatral va reaccionar davant d’aquesta situació amb queixes adreçades al nou director artístic durant la presentació de la nova temporada i ara un grup de professionals format per directors, actors, productors, distribuïdors i tècnics, han posat en marxa un manifest adreçat a l’Ajuntament de Madrid amb l’esperança que els responsables de Cultura reconsiderin la situació creada i aportin alguna solució sense que es qüestioni el projecte que ara ocupa aquestes instal·lacions.
En els 10 anys de trajectòria de les sales del Matadero, ha esdevingut un espai de treball de projectes teatrals arriscats que han aconseguit un seguiment inqüestionable. Les xifres són bones, el lloc està consolidat i reconegut internacionalment i és un espai privilegiat per a determinats espectacles que no tindrien cabuda en un teatre convencional a la italiana. Perquè doncs s’ha d’excloure el teatre en favor d’altres disciplines?
L’AADPC s’ha adherit a aquest manifest perquè el teatre no sigui menystingut i exclòs de la programació de Las Naves del Matadero, Centre Internacional d’Arts Vives. Creiem que totes les disciplines artístiques poden conviure en aquest nou projecte i desitgem que així sigui.
Incloem a continuació el manifest «Defendiendo lo de todos». Tots aquells que us hi vulgueu adherir com a professionals de les Arts Escèniques, haureu d’enviar un correu electrònic a l’adreça teatromatadero@gmail.com demanant l’adhesió i especificant el nom i cognoms, el DNI i si ets actor/actriu o director/-a.»
Me alegro que te gustara Rodrigo. Yo me quedé dormida; me dio una rabia…
Muchas gracias, Albert, por la info.
Es raro, leyendo estás declaraciones de Peris-Mencheta en El Mundo, http://www.elmundo.es/madrid/2017/06/09/59398913ca474117078b45b2.html, en las que dice, copio y pego, «si te fijas en las firmas, [de la carta de apoyo] la mayoría de ellos viven fuera de Madrid e incluso de España. Al final, éste es un teatro municipal, que pagan los impuestos de los madrileños» que la Aapc haya traducido y esté recogiendo firmas para el manifiesto. Será que hay firmas que valen en un sentido y no en otro.
Por otro lado, dormidina, sigo prefiriendo un montaje de Rodrigo, por muy malo que sea, a los «Sénecas» que nos tenemos que tragar en la cartelera madrileña -fin de semana sí y fin de semana también- sin que nadie diga en ningún momento lo espantosos que son…
Gracias por vuestra lectura.
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