Domingo por la noche. Última sesión del festival Sâlmon< en la gran sala MAC del Mercat de les Flors. El festival, después de diez días, se cierra con el estreno de Grand Applause, de Jorge Dutor y Guillem Mont de Palol. Grand Applause se presenta como la translación de un formato expositivo a un formato performático, partiendo de la ópera Carmen de Bizet, en la que Dutor y Mont de Palol intervienen como performers pero también como curadores para poner en escena el trabajo de tres artistas: Norberto Llopis, Luis Úrculo y Bernhard Wilhelm. Entramos en la sala. Nos reparten unos programas de mano. con una breve introducción y el croquis de cuatro salas, como si entrásemos a una exposición, donde se citan las piezas, y sus autores, localizadas en cada una de las salas. Se apagan las luces. En la oscuridad, una voz, que transmite la rabia contenida de los trabajadores de la cultura a quienes representa, lee el manifiesto que denuncia el actual rumbo de las políticas culturales del Ayuntamiento de Barcelona y de la Generalitat de Catalunya con el que muchos de los participantes locales del festival han iniciado o finalizado sus actuaciones. El manifiesto se cierra con una tremenda ovación por parte del público que abarrota la sala. Comenzamos. Al principio un gran telón oculta el escenario. Escuchamos la música enlatada de Carmen a todo volumen. El telón se abre mostrando un segundo telón que oculta el escenario. Pasan varios minutos hasta que el telón se levanta y nos deja ver una escena vacía. La música de Carmen sigue sonando. Poco a poco van apareciendo algunos objetos introducidos en escena desde el lateral derecho, que parecen entrar en escena por sí mismos. Uno de ellos es un enorme plástico que se hincha muy lentamente hasta que ocupa prácticamente todo el escenario.
Si no nos engaña el programa se trata de una pieza de Luis Úrculo, Saffron Anatomy, del 2014, pero también hemos visto citada All tings, Archaelogy of a Space Object, de Norberto Llopis, del 2015. Se cierra el telón y aparece lo que sería otra sala en la que veremos una versión de Fantasmas, de Bernhard Wilhelm y más cosas de Luis Úrculo y Norberto Llopis. Los fantasmas son miembros del Cor de Cambra GAC, que cantan en directo un fragmento de Carmen. No les vemos las caras, ni gran parte del cuerpo, porque el disfraz de fantasma se lo tapa. Mont de Palol y Dutor aparecen en escena también, ejecutando algunas acciones. Se cierra el telón. Se abre el telón y eso quiere decir que estamos en otra sala. Y así hasta pasar por las cuatro salas donde Dutor y Mont de Palol recrearán las obras escogidas de los tres artistas. A veces relacionándose con objetos que ellos mismos desplegan en el escenario: maderas, cuerdas, hilos de nailon, bolsas de basura, tubos de cartón, como en el caso de Ensayo sobre la Ruina, de Luis Úrculo. Una de las vigas del techo baja al escenario y cuelgan en ella una lona. En otra ocasión Guillem Mont de Palol recrea la coreografía de Tendency, de Norberto Llopis, con una cuerda que voltea en el aire. Es la única pieza que conozco porque la vi en esa misma sala en una de las últimas ediciones del Festival LP que organizó la Porta, no recuerdo ya en qué año. Pero me basta como argumento cuando alguien del público me pregunta, al final, si estos artistas que citan son pura invención o estas piezas existen realmente. No, no, existen realmente. Por el camino, escucharemos a los fantasmas cantar a capella. Dutor y Mont de Palol acabarán desnudos después de vaciar el escenario sacando uno a uno todos los objetos (palos y cartones) que han utilizado para una de sus acciones y desprendiéndose de su propia ropa, como en un ritual o un juego infantil llevado al extremo. Los dos también cantarán a dúo El arreglito, un tema del 1860, de Sebastián Yradier, en el que un mozo le tira los trastos a una moza y al final acaban arreglándose entre ellos. Y habrá espacio también para un tema de Héroes del Silencio a todo volumen que, en este ambiente de libertad creativa, atrevimiento y objetos encontrados, toma todo el sentido y casi parece una continuación de El arreglito. Grand Applause se mueve en el límite, pero cómodamente. Le sienta bien la sala MAC, de hecho es una obra concebida a la medida de un teatro grande. Es contemplativa, es conceptual, es humorística, es espectacular y es minimalista, al mismo tiempo. Pero por encima de todo, es propia de los Mont de Dutor, que se han dado la libertad de dejar atrás la línea iniciada por su sorprendente y exitosa Y por qué John Cage? y se han vuelto a subir a la ola, que esta vez les ha llevado a otra playa a la que nadie, quizá ni ellos, se hubiesen imaginado que llegarían. Esta nueva playa es posible que esté en otro mar pero sus habitantes, acompañados de a quien ellos han tenido a bien invitar, siguen siendo los mismos y su frescura e inteligencia siguen intactas, lo cual es una suerte después de tanto tiempo. Se necesita mucha disciplina para seguir siendo libres.
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¡Gracias por los textos! Una maravilla para los que estamos lejos.