Me da la impresión de que, hasta hace poco, si alguien metía en la misma frase expresiones como “denuncia”, “política” y “arte” muchos nos poníamos a temblar, temiéndonos lo peor. Los que viajaban a América Latina nos contaban que allí la cosa era diferente. Pero si algún latinoamericano nos venía con ese cuento y nos rozaba un poco, salvo contadas excepciones, poníamos cara de “te entiendo y lo siento mucho pero así no”. No es que no estuviésemos lo suficientemente concienciados políticamente, no es que no aprobásemos mezclar arte y política, al contrario, pero preferíamos no abordarlo de una manera tan directa, por respeto, por pudor, por lo que sea. Puede que estos años chungos estén comenzando a hacernos mella o puede que haya muchas maneras de tratar el tema y, quizá, hayamos tenido malas experiencias al respecto que nos hayan dejado un poco traumatizados. Hay de todo, claro, pero algunos de nosotros puede que creyésemos que es bastante obsceno tratar según que temas relacionados con el dolor humano provocado por las injusticias del mundo para montar un espectáculo y que, al final, te aplaudan y te ganes la vida con eso. Pero si eludimos esos temas en lo artístico ¿no estaremos escaqueándonos? Por otra parte, cuando leo o escucho a los que denuncian la poca implicación de los artistas con lo político, exhortándonos, a veces exigiéndonos, que arrimemos el hombro y trabajemos para la causa componiendo música, haciendo películas, escribiendo libros, lo que sea pero centrándonos en una temática política, me dan ganas de desertar y gritarles a los intelectuales del comité central que no hay nada más subversivo que pasárselo bien. Y luego les diría que todo es política, que todo es un acto político.
Pero en esta edición del TNT un considerable número de propuestas eran arte de denuncia, o estaban impregnadas de denuncia política. Y me he encontrado de todo, pero he participado de experiencias muy contundentes en su denuncia política y que, al mismo tiempo, no da vergüenza ajena contemplar en un escenario sino, más bien, todo lo contrario, son bellas y emocionantes a un tiempo.
Anarchy, la sorprendente propuesta de Societat Doctor Alonso con Semolina Tomic ha sido una de ellas. Pero no os voy a hablar otra vez de ella porque ya lo he hecho de alguna manera con esta entrevista a Semolina Tomic y pronto, aquí, también en Mambo, publicaremos un artículo sobre ello.
Veracruz, nos estamos deforestando o cómo extrañar Xalapa, de Lagartijas tiradas al sol, es otra de esas propuestas que me ha quitado el aliento por su valentía, su honestidad y el respeto con el que Luisa Pardo aborda el tema del asesinato de Nadia Vera, Rubén Espinosa, Alejandra Negrete, Yesenia Quiroz y Mile Virginia Martín. Un asesinato que nos dejó echos polvo hace un año a gente que ni siquiera los conocíamos personalmente. Pero tampoco os hablaré de eso porque ya lo han hecho Ainhoa Hernández aquí y Geraldine L. Guerrero en el blog de El lugar sin límites. Solo os diré que, cuando Luisa dijo que ella nunca se imaginó que Veracruz se convertiría en lo que ahora es, yo pensé que yo tampoco me imagino que España se pueda convertir en algo así. Pero por aquí han pasado muchas cosas en los últimos años y espero, con todas mis fuerzas, que no nos pase como a los veracruzanos. No las tengo todas conmigo, amigos. Ellos también pensaban que no les iba a pasar nunca. Hace 80 años aquí pasaron cosas muy graves. Hace relativamente poco que dejaron de pasar cosas tan graves como para morirse de miedo y, ya ven, el nivel va subiendo. Un día de estos, sin darnos cuenta…
Pero no, quiero pensar que no. No hay que imaginar futuros potenciales negativos que puedan hacerse realidad. Bórrenlos de su imaginación ahora mismo. Pero eso no quiere decir cerrar los ojos a la realidad. Para que esos futuros potenciales no se materialicen quizá sea necesario fijarse en las miserias que nos rodean. Y eso, a veces, quiere decir hacer un trabajo de campo como el que ha hecho Magda Puig, con Plácido Mo. Coges y te vas a donde están las personas que se han quedado tiradas y duermen en la calle, te vas a hablar con ellos, te enteras de lo que pasa y nos invitas a escuchar su versión. Esa peña no está loca, lo que pasa es que igual nosotros hemos tenido más suerte. Magda Puig lo que ha hecho es invitarnos a salir de la sala y, con la ayuda de un dispositivo móvil que emite para nuestros auriculares, enseñarnos los lugares donde viven los que se han quedado tirados mientras escuchamos sus historias contadas por ellos mismos.
La gente de Mos Maiorum, Ireneu Tranis, Mariona Naudin y Alba Valldaura, en cambio, seguramente porque les quedaba bastante más lejos Melilla, han montado un dispositivo para que escuchemos las voces de toda esa gente de uno y otro lado de la frontera a través de sus propias voces, de las de los intérpretes, me refiero. Estamos de pie en la platea de la Nova Jazz Cava, en penumbra, sin sillas, y ellos tres se mueven entre nosotros, transportando sus propias luces, desplazándonos para cambiar constantemente de escenario. Es como un documental pero ellos son todos los personajes, ellos encarnan todas las voces, ellos son los médiums a través de los cuales hablan todas las personas que aparecen en el documental. Un documental sobre la gente que intenta huir de la miseria para alcanzar El Dorado europeo, muchas veces dejándose la vida en ello. Y ellos se convierten en todos los personajes, los que intentan alcanzar la valla, sus represores y los que se encuentran en medio de los dos bandos, y hablan todas sus lenguas, catalán, español, inglés, francés, con todos sus acentos. El dispositivo es sencillo, aunque exige un virtuosismo considerable, pero las historias son complicadas y, sobre todo, jodidas. Y no se salva nadie, ni el apuntador. Ni los gobiernos municipales con las, en teoría, mejores intenciones, como el de Barcelona. Y te hace pensar si no estaremos ya llegando a lo de Veracruz, que lo vemos muy lejos, solo que, dentro de nuestro campo de concentración particular (como dice Semolina Tomic en la entrevista) con estos barrotes de oro, no nos enteramos de nada. Se acompañan con subtítulos proyectados en las paredes, para los que no entienden alguno de los idiomas que manejan. Y también proyectan algunas imágenes, como la famosa foto de los africanos subidos en la valla de Melilla, al lado del campo de golf. Muy difícil lo que han conseguido en Mos Maiorum, qué queréis que os diga. Es tan fácil cagarla en algo así. Es un tema tan delicado.
A continuación de Mos Maiorum vimos Birdie, de Agrupación Señor Serrano. Unos decían que qué bien compuesto estaba el festival, precisamente por esa coincidencia. Otros pensaban que no ayudaba mucho, porque se prestaba a comparaciones. En cualquier caso, el tema era el mismo. Incluso compartían la misma imagen fetiche: la de los inmigrantes en la valla y el campo de golf. A partir del análisis pormenorizado de esa imagen se desarrolla una gran parte de Birdie. Los Señor Serrano tienen ya un estilo muy definido que se mantiene en esta pieza: proyección de vídeo gigante y manipulación de objetos en escena para construir una película en directo con la ayuda de una cámara. La realización es impoluta, hiper-tecnológica (increíble el efecto del láser atravesando el humo sobre el espacio de los espectadores, creando figuras geométricas que parecíamos atravesar desde las butacas), todo está medido y les sale muy bien, parece que estemos viendo la tele, hacen hasta animaciones con gráficos, los performers recogen todos los objetos que estaban esparcidos sobre el escenario en las dos famosas maletas (en las que caben todas las escenografías de los Serrano) antes de que acabe el espectáculo (qué gran idea, pensé, me la apunto). A mí me pareció la mejor de todas las que he visto del Señor Serrano, y he visto las cuatro últimas. Pero muchos se preguntaron por qué ni siquiera salió a saludar el africano que se miraba todo el espectáculo sentado en una mesa, de espaldas al público, con la misma indumentaria que los africanos de la valla, los de la foto. Todo tiene una explicación, claro, que no seré yo quien desvele (lo harán ellos, si quieren). Y, por supuesto, las comparaciones son odiosas. Pero si los Señor Serrano, que deberían ser algo así como el puto mainstream a estas alturas, aún tienen que mendigar que les dejen actuar en los principales teatros de Barcelona, pues el resto ya te digo.
Me siento aludido como «sudaca europeo» ( = canario). Siempre he pensado que la separación arte/política tiene sentido cuando se hace análisis (igual que esa otra de forma/contenido). Pero como la vida es otra cosa, pues la barra diagonal funciona bien en el análisis pero poco fuera de él. Un gusto leerte, otra vez más.
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