El extranjero llega a una nueva ciudad, conoce muy poco de la historia y las costumbres de ese lugar, durante años se esfuerza por entender y adaptarse al entorno, pero llega un momento en el que necesita apropiarse de las cosas.
En Madrid todos son extranjeros, Madrid fue refundada por los extranjeros, incluso los “gatos”, esos madrileños de pura cepa, son unos reconquistadores de Madrid, unos extranjeros cristianos que treparon por las murallas para cambiar el estandarte morisco por el de la corona de Castilla.
Madrid, como la mayoría de las capitales, de las grandes capitales, es una ciudad de extranjeros que se juntan para triunfar, que se reúnen en el centro del escenario para que todos, absolutamente todos puedan ver como triunfan. Apropiarse del centro.
Ahora pienso que detectar no es apropiarse, mañana no sé que voy a pensar, tampoco sé en qué lugar voy a vivir, pero ahora pienso que mirar las cosas y saber lo que son no basta, las cosas tienen que devolverte la mirada, tienen que reconocerte, es necesario establecer un diálogo con el lugar donde vives.
Un día el extranjero se pregunta cómo hacer para que la ciudad le devuelva la mirada.
¿Cómo dialogar con la ciudad? Dialogar no es apropiarse, y tampoco es ponerse en el centro para triunfar. Dialogar sirve para detectar, detectar no es apropiarse.
Apropiarse es acceder a algo, es conseguir que te miren, te reconozcan y te dejen entrar.
Los madrileños son todos unos extranjeros, todos quieren apropiarse de la ciudad, pero la ciudad no los mira. Supongo que eso pasa en todas las capitales. Si me apuras incluso pienso que eso pasa en todos los lugares, pasamos nuestras vidas intentando apropiarnos de algo que aun conociendo lo que es no nos mira. En Europa todos sabemos lo que es Europa, en Europa todo está entendido, todo está colocado de forma comprensible, pero conocer, saber lo que son las cosas, no te asegura que puedas apropiarte de ellas. Detectar no es apropiarse.
El extranjero piensa muchas tonterías, piensa en sus deseos de apropiarse la ciudad, piensa en los deseos de las personas, piensa que cuánta gente viene a la ciudad para que algo les pase y piensa que aunque detectar no es apropiarse necesita detectar, necesita hablar.
El extranjero comienza un diálogo por correspondencia con gente que actualmente vive en Madrid y que está dispuesta a hablarle sobre los lugares de esta ciudad que acogen alguno de sus fracasos.