
Foto: Pep Herrero
Para entrar en la exposición de Pol Clusella Arimany, Mañana será otro día, hay que atravesar una cortina de plástico negro que tapa la entrada al Espai Rampa de La Capella. Es por el humo. No es un humo como para ahogarse pero hay un poquito de humo flotando en el ambiente. La escena que nos encontramos dentro es un poco pompeyana. Pompeya, esa ciudad de la antigua Roma famosa porque una erupción del Vesubio la sepultó, a ella y a todos sus habitantes. Algunos de ellos quedaron como congelados en el tiempo, aunque congelados no sería la palabra, más bien quedaron calcinados en el tiempo, que es lo que parece que pasa cuando sube la temperatura de golpe a límites difíciles de imaginar para quien no haya vivido de cerca una erupción volcánica de ese calibre en sus propias carnes. Por supuesto, si alguien la hubiese vivido no viviría para contarlo, más bien se quedaría petrificado como los antiguos pompeyanos o como las esculturas que nos encontramos si entramos en la exposición de Pol Clusella Arimany. Es como si hubiese explotado un volcán pero, en vez de en la época clásica, en la época de la posverdad o como se llame la época esta cutre en la que vivimos. En la pared de la rampa que da nombre a la sala, por donde entramos, se proyecta chungamente la pantalla de un ordenador conectado a internet. Digo chungamente porque la imagen no está centrada, pilla la esquina. A ver, lo normal después de una erupción volcánica, que suele ir acompañada de temblor de tierras. Lo que no es tan normal es que internet siga funcionando, que haya electricidad y que el navegador del ordenador siga conectado a una playlist de Youtube pero ¿por qué no? En Pompeya no tenían internet pero ahora, si explotase un volcán de la Garrotxa (zona volcánica a hora y media de Barcelona), igual se va todo a la mierda menos internet, que ahora mismo es lo más importante, lo más estratégico, lo más. Pero lo inquietante no es eso. Lo inquietante es que en la cajita del buscador de Youtube pone: “escultura con cinta adhesiva”. Esas esculturas.
Los vídeos no tienen desperdicio. Pienso en un cerebro congelado. No, no es esa la imagen. Pienso en que hace poco estuvieron estudiando el cuerpo calcinado de un habitante de la ciudad vecina a Pompeya, Herculano, y buscando en su cráneo encontraron un cerebro humano transformado en vidrio. Cuesta de creer pero ¿por qué no? Tampoco es fácil de aceptar lo que cuenta la youtuber que se proyecta en la pared pero como lo cuenta en inglés, con ese tonillo y esas muecas que se han impuesto entre los youtubers, con ese tipo de montaje estándar y con esas imágenes como de publirreportaje, pues ¿por qué no? El vídeo da datos, eso también ayuda. Cuenta que en Barcelona se concentra el 50% de la población catalana y que eso es un poco desastre. Luego lo mezcla con las oportunidades que ha creado para la ciudad la construcción de la Sagrada Familia de Gaudí, la presión turística y el incremento del precio de la vivienda. Pero el vídeo se interrumpe por un anuncio de una película que parece que tiene como protagonista a una paloma cibernética con un mensaje esperanzador: las cosas podrían cambiar. El vídeo sigue después del anuncio abordando temas como la oposición entre el modelo arquitectónico de las ciudades compactas mediterráneas y el modelo estadounidense de ciudades expandidas para ser recorridas en automóvil, la soberanía cultural contra el imperialismo, sale Trump… Y todo para llegar al meollo de la cuestión: un magistral y visionario plan de la Generalitat de Catalunya para aprovechar la lava que una erupción volcánica en cualquiera de los volcanes de la Garrotxa pudiera generar, con el objetivo de construir una de esas ciudades compactas allí mismo, en la comarca de la Garrotxa. Otro anuncio interrumpe de nuevo el vídeo para invitarnos a descubrir la Garrotxa: los volcanes dormidos guardan el secreto de un futuro que nos espera y nos impulsa. Tierra de oportunidades. Comercio local. Pero hay más. Hay vídeos de canciones que hablan sobre la construcción de un metro a la Garrotxa, los miles de millones que se invertirán para favorecer el éxodo rural, los auditorios que se construirán para que los urbanitas gentrificadores no echen en falta la metrópolis. De todo eso se encargarán los de arriba, dice el vídeo.
El mensaje es el siguiente: los volcanes de la Garrotxa entraron en erupción por última vez hace diez mil años. Si les toca cada diez o quince mil años puede que la próxima esté al caer. No dejemos pasar esta oportunidad única. Que nos quitan los pisos de lava de las manos.
Rubén Ramos Nogueira