Hemos llegado poco a poco, dejándonos caer, entre las ganas y el revuelo de ideas y un cierto cansancio que aparece con la intensidad del proceso. El grupo que escribe crece y se encoge dependiendo del tránsito de quienes lo conforman por la ciudad, el afuera que sigue demandando atención y nos saca de la placidez de La Caldera.
Pedro y Eva ocupan un lateral de la sala, en conversaciones sucesivas que preparan los ejes de las entrevistas que haremos mañana. Inés nos habla de la cercanía de la artista a lo trascendente. Nos piensa más allá de las conversaciones y cada día, aparece mas hermosa, cargada de resonancias en forma de libro y reflexiones. Hoy nos trae dos libros más, «La Barraca. Teatro y Universidad. Ayer y hoy de una utopía.» y «La trilogía del agua» de su propia compañía, Senza Tempo. Helen está encantada con los libros.
Alexis nos traslada, con sus narrativas calderosas, a la parte creativa de un proceso grupal muy complejo, que baila entre lo económico, lo organizativo y lo afectivo. Es un regalo escuchar su proceso, que de alguna manera se va trasladando de lo artístico a aspectos más internos del organismo Caldera.
En La Caldera, como en tantas otras organizaciones de diverso tipo, se repiensa cómo optimizar recursos. Me cuelo en una reunión donde se pone en común el resultado de un proceso de análisis que ha durado varias semanas, recogiendo roles, funciones, tareas, tiempos de dedicación. Saberes y maneras que se han ido acumulando a lo largo de los años y que ahora es necesario reorganizar. El grado de permanencia de quién empezó en La Caldera hace 17 años es muy alto, los cambios dan vértigo, un poco de miedo a la vez que abren ventanas, posibilidades que hay que explorar. La sensación que prevalece es que se hace con ilusión, buscar maneras de crecer inclusivas y que fortalecen, convertirse en células autónomas que deciden enredarse.
Son las 2 y media y nos espera en La Prinzipal una mesa preparada por Montsé, repleta de colores y sabores. Crema de melón con virutillas de jamón, ensalada verde y de tomate, pollo enharinado y dos estupendas quiches, una de champiñones y otra de jamón y queso. Como guinda, macedonia.
A borbotones surge encontrarse para acordar maneras, cómo trasladar a los textos abstractos la realidad concreta de La Caldera, la vecina, el barrio en el que se sitúa, el cuidado con el que nos acogen, referencias de textos que se están citando y en una sobremesa calma y fecunda, nos resituamos. Los capítulos, el libro, el proceso y a nosotras mismas.
Vuelta al trabajo. En la Sala 1 vuelven a sonar teclados, a veces suaves, otras con fuerza. Surge un nuevo pad con las ideas que han surgido en la comida y que pretende ser borrador de las propuestas que se elaborarán el último día, como recomendaciones, lineas de actuación, ejes de trabajo… todavía no hay nombres.
Charo, tiene un pie en Asturias y un pensamiento en La Caldera y de alguna manera que parece casi mágica está captando lo que pasa para desarrollar sus aportaciones. Hablamos un ratito e intento trasladarle la atmósfera, siento que es más rápida que mis palabras. Quizá, también observa desde su bola de cristal.
La luz y el calor se suavizan. La terraza vuelve a ser territorio habitable. Son las 9 y nos vamos en busca de una cerveza.