En un solo multidisciplinar y revuelto, el bailarín y coreógrafo João Lima configura el presente de un espacio emancipado de las alienaciones coloniales. La libertad se devuelve a la mirada del espectador.
Cavalo do cão? En portugués brasileño, esta expresión tiene muchos significados. Literalmente, podría significar «caballo del perro», como si un cánido pudiera hacerse dueño de un equino. Cavalo do cão es también un insecto cuyas picaduras son terribles. Trataríamos también de Cavalo do cão a una persona joven particularmente indomable. Finalmente, en el registro de la mitología popular, Cavalo do cão es el «Caballo del diablo».
Ya des del título de esta obra, se nos sitúa en dos vías de percepción. Por un lado, la de la polisemia, con la apertura de múltiples significados. Por otro lado, captamos un imaginario cromático, rústico y, por qué no, exótico. Esto resuena con el hecho de que João Lima, que interpreta y firma el solo Cavalo do cão, sea de origen brasileño. Desde hace algunos años, no faltan figuras de este gran país latinoamericano que se alzan con furia, con dureza, con acentos muy marcados, a veces teñidos de arcaísmo.
En este registro, que no es el de João Lima, se capta claramente la intención de convocar las potencias de los referentes culturales que la colonización ha marginado. Pero estas figuras son a veces tan llamativas, extremadas, que suscitan una duda: ¿no despiertan, sin querer, un exotismo espectacular finalmente esperado, subrayado? Lo que acaba encerrando los territorios del imaginario, aunque se haga con las mejores intenciones políticas del mundo.
Como se ha sugerido anteriormente, João Lima traza su camino en un territorio completamente diferente, que deja indefinidamente fluctuante y polisémico. Pasan largos minutos antes de que distingamos visualmente su presencia en el escenario al comienzo de Cavalo do cão. Reina la penumbra. Fuertes gritos, potentes pero variados, la habitan. No hay duda: se nos está invitando a explorar todo un universo. La resonancia es potente: en el espacio, el grito se difunde y se inscribe en un aliento vital, orgánico, como el abrazo de un cuerpo humano presente en el vasto elemento que lo rodea. La llamada al imaginario es considerable.
A lo largo del resto del solo, esta fisicalidad sonora será indefinidamente relanzada por el intérprete. Esto, se trabaja con la aportación de un arquitecto de sonido, Miquel Casaponsa. Mientras tanto, se crea la luz, que modulará en todo momento sus poderes de revelación, sugeridos por Ivan Cascon. Todo se desarrolla en concierto, el espacio escénico se convierte en el actor de las metamorfosis. A partir de este momento, João Lima no dejará de sondear este territorio, de manifestarse en gestos que lo conforman: el artista hurga, tantea, empuja, designa, perfora, sopesa, indica, evalúa, cadencia. Todas estas acciones, intercaladas, se suceden y generan un ritmo de descubrimiento; mientras los gritos, las respiraciones, se llevan las imágenes de la mente.
Todo el escenario es recorrido de esta manera, en todas sus dimensiones, poco jerarquizadas. La situación es abierta, las fronteras son abolidas. Con una mirada penetrada, João Lima es un artista coreográfico ferozmente consciente de su presencia, pero sin ninguno de los alardes visuales de los cánones del cuerpo. Nada autoritario emana de su recorrido, no ignora la neutralidad de las pausas. Pero es, permitiendo esta libertad de espacio y también de sonidos, que se convierte en el director de orquestra de una polifonía de las miradas y las escuchas posibles. El viaje se devuelve a cada espectador/a, íntimo en la situación colectiva.
Con la complicidad de la artista Clara Sáez, el escenario está poblado de objetos dispersos que apelan a transacciones enigmáticas. Algunos sugieren un imaginario del país lejano: aquí un mechón de pelos, allí una posible lanza, más allá una especie de coral, una red para cazar mariposas, así como unos míseros sacos de yute. Es suficiente para despertar la curiosidad por mundos desconocidos, la perplejidad de acciones que quedan sin explicar, en un viaje del lado de las leyendas. Pero los materiales son sintéticos, banalmente contemporáneos, de plástico blando y colores llamativos. Este mundo es actual, pero se nos escapa, incluso cuando el artista decide disponerlo como un tótem.
Poco a poco, no cabe duda de que João Lima está revelando un universo, de otro modo invisibilizado. Poco a poco, captamos que esto dibuja un objetivo decolonial. Pero nada está aseverado en términos de conquista o reconquista. Un tiempo arremolinado nos devuelve a cada uno/a la responsabilidad de nuestra propia mirada. Manteniéndose en el presente, este se desplaza en proyecciones que abrazan el pasado mientras acarician el futuro. Puesto que se trata, igualmente, de desmantelar los agenciamientos de dominación, Cavalo do caõ lo hace de una manera segura, que consiste en configurar un territorio emancipado, móvil y liberado de la omnipotencia de las representaciones espectaculares.
Gérard MAYEN, Crítico de danza. Montpellier, febrero de 2022
Gérard MAYEN vino a ver una Cápsula de Creación en Crudo, el 5 de noviembre de 2021, de Cavalo do Cão, trabajo en proceso de João Lima, en residencia en La Caldera. A raíz del encuentro escribió este texto. Una aproximación al trabajo y una mirada más amplia que queremos compartir con vosotras. Este texto forma parte de una publicación que estamos preparando.
João Lima ha sido residente en La Caldera con este proyecto, en 2020 con una residencia de creación y en 2021 con una residencia técnica. Presenta la pieza acabada en la programación de La Caldera por Danza Metropolitana.
17-19 marzo
Cavalo do Cão de João Lima + Lo Faunal (extracte) de Pol Jiménez
24-26 marzo
Bailar o lo salvaje de Lara Brown + Panorama de Raquel Gualtero
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ENG
A decolonial dance ?
In a tousled, multidisciplinary solo, dancer and choreographer João Lima shapes the present of a space emancipated from colonial alienation. Freedom is given back to the spectator.
Cavalo do cão? In the Portuguese language of Brazilian culture, this expression has multiple meanings. Literally, it could be the «dog’s horse», as if a canine could master an equine. The cavalo do cão is also an insect whose bites are formidable. More colorful: we will call a particularly untenable youngster a cavalo do cão. Finally, in the register of popular mythologies, the Cavalo do cão is the «Devil’s Horse».
From the title of this piece, we are therefore placed on two tracks of perception. On the one hand, that of polysemy, of the opening up of multiple meanings. On the other hand, we capture a very chromatic, rustic and why not exotic imagination. This resonates with the fact that João Lima, who interprets and signs the solo Cavalo do cão, is Brazilian by origin. In recent years, coming from this great Latin American country, there has been no shortage of figures on the stage who stand up with fury, harshness, with very typical accents, sometimes tinged with archaism.
In this register, which is not that of João Lima, we capture the intention of summoning the powers of cultural referents that colonization has marginalized. But these figures are sometimes so showy, outraged, that they arouse a doubt: do they not unwittingly awaken a spectacular exoticism, ultimately expected, underlined? What lock the territories of the imagination, even with the best political intentions in the world?
As we have just suggested: João Lima makes his way into a completely different territory, which he leaves indefinitely fluctuating and polysemic. Long minutes pass before we visually discern his presence on the set, at the start of Cavalo do cão. Darkness reigns. These are great cries, powerful but varied, which inhabit it. No doubt: we are invited to explore an entire universe. The resonance is strong: in space, the cry is diffused and inscribed by vital, organic breath, like the embrace of a human body present on the vast element that surrounds it. The imaginary appeal is considerable.
Throughout the rest of the solo, this sound physics will be revived indefinitely by the performer. This is worked with the contribution of a sound architect, Miquel Casaponsa. In the meantime the light has come, which will modulate throughout its powers of revelation, suggested by Ivan Cascon. Everything develops together, the entire stage space becomes the actor of the metamorphoses. Now up to date, João Lima never ceases to survey this territory, to manifest himself there by gestures that shape it: the artist searches, feels, presses, designates, drills, weighs, indicates, evaluates, paces. All these actions, interspersed, follow one another and generate a rhythm of discovery, while the cries, the breaths, carry away the images of the mind.
The entire stage is thus traversed, in all its dimensions, with little hierarchy. The situation is open, it abolishes borders. Penetrated gaze, João Lima is a choreographic artist, fiercely aware of his presence, but without any of the visual noise of body canons. Nothing authoritarian emanates from his crossing, he does not ignore the neutrality of the pauses. But it is by providing this freedom of space, and always of sounds, that he becomes the conductor of a polyphony of looks and possible listening. The journey is returned to each of the spectators, intimate in the collective situation.
With the complicity of visual artist Clara Sáez, the stage is populated with scattered objects, calling for enigmatic transactions. Several suggest an imaginary of the distant country, here a tuft of fur, there a possible assegai, elsewhere a kind of coral, a butterfly net, and still poor jute bags. It is enough to awaken curiosities of unknown worlds, perplexities of actions left inexplicable, for a journey to the side of legends. But the materials are synthetic, banal contemporary, soft plastic and colorful colors. This world is current, but escapes us, even as the artist decides to arrange it as a totem.
Little by little, there is no doubt that João Lima is revealing an otherwise invisible universe. Little by little we realize that this draws a decolonial aim. But nothing is struck in terms of conquests or reconquests. A swirling time refers each and everyone to the responsibility of their gaze. Seized in the present, it moves in projections that embrace the past while caressing the future. Since it is all the same a question of dismantling the arrangements of domination, Cavalo do cão goes about it in the very sure way, which consists in shaping an emancipated territory, mobile and freed from the grips of the omnipotence of spectacular representations.
POR
Uma dança decolonial?
Num solo agitado e multidisciplinar, o bailarino e coreógrafo João Lima molda o presente de um espaço emancipado da alienação colonial. A liberdade é devolvida ao espectador.
Cavalo do cão? Na língua portuguesa da cultura brasileira, essa expressão tem múltiplos significados. Literalmente, poderia ser o «cavalo do cão», como se um canino pudesse dominar um equino. O cavalo do cão também é um inseto cujas picadas são formidáveis. Mais colorido: chamaremos um jovem particularmente incontrolável de cavalo do cão. Finalmente, no registro das mitologias populares, o Cavalo do Cão é o «Cavalo do Diabo».
A partir do título da peça, somos, portanto, colocados em duas pistas de percepção. Por um lado, o da polissemia, da abertura de múltiplos significados. Por outro lado, captamos uma imaginação cromática, rústica e porque não exótica. Isso ressoa com o fato de João Lima, que interpreta e assina o solo Cavalo do cão, ser brasileiro de origem. Nos últimos anos, vindos deste grande país latino-americano, não faltaram figuras no palco que se atuam com fúria, aspereza, com sotaques muito típicos, às vezes tingidos de arcaísmo.
Nesse registro, que não é o de João Lima, captamos a intenção de convocar os poderes de referentes culturais que a colonização marginalizou. Mas essas figuras são às vezes tão vistosas, indignadas, que suscitam uma dúvida: elas não despertam involuntariamente um exotismo espetacular, afinal esperado, sublinhado? O que acaba por travar os territórios da imaginação, mesmo com as melhores intenções políticas do mundo.
Como acabamos de sugerir acima: João Lima entra num território completamente diferente, que deixa indefinidamente flutuante e polissêmico. Longos minutos se passam antes de discernirmos visualmente sua presença no palco, no princípio de Cavalo do Cão. A escuridão reina. São grandes gritos, poderosos mas variados, que a habitam. Sem dúvida: somos convidados a explorar um universo inteiro. A ressonância é forte: no espaço, o grito é difundido e inscrito pelo sopro vital, orgânico, como o abraço de um corpo humano presente no vasto elemento que o envolve. O apelo imaginário é considerável.
Ao longo do resto do solo, essa física sonora será revivida indefinidamente pelo performer. Isto é trabalhado com a contribuição de um arquiteto de som, Miquel Casaponsa. Nesse meio tempo vem a luz, que modulará ao longo de seus poderes de revelação, sugeridos por Ivan Cascon. Tudo se desenvolve junto, todo o espaço cênico torna-se ator das metamorfoses. Daí em diante, João Lima não cessa de percorrer este território, de se manifestar ali por gestos que o moldam: o artista procura, sente, pressiona, designa, perfura, pesa, indica, avalia, cadencia. Todas essas ações, intercaladas, se sucedem e geram um ritmo de descoberta, enquanto os gritos, as respirações, carregam as imagens na mente.
Todo o palco é assim percorrido, em todas as suas dimensões, com pouca hierarquia. A situação é aberta, abole fronteiras. Olhar penetrado, João Lima é um artista coreográfico, ferozmente consciente da sua presença, mas sem o ruído visual dos cânones corporais. Nada autoritário emana de sua travessia, ele não ignora a neutralidade das pausas. Mas é proporcionando essa liberdade de espaço, e sempre de sons, que ele se torna o condutor de uma polifonia de olhares e escutas possíveis. A viagem é devolvida a cada um dos espectadores, íntimos da situação coletiva.
Com a cumplicidade da artista plástica Clara Sáez, o palco é povoado de objetos dispersos, convocando transações enigmáticas. Vários sugerem um imaginário do país distante, aqui um tufo de pelo, ali um possível açafrão, noutro lugar uma espécie de coral, uma rede de caçar borboletas e ainda pobres sacos de juta. É o bastante para despertar curiosidades por mundos desconhecidos, perplexidades de ações deixadas inexplicáveis, para uma viagem ao lado das lendas. Mas os materiais são sintéticos, banais contemporâneos, plástico macio e cores coloridas. Esse mundo é atual, mas nos escapa, mesmo que o artista decida organizá-lo como um totem.
Pouco a pouco, não há dúvida de que João Lima está revelando um universo invisível. Pouco a pouco percebemos que isso desenha um objetivo decolonial. Mas nada é atingido em termos de conquistas ou reconquistas. Um tempo rodopiante devolve a cada um a responsabilidade do seu olhar. Preso no presente, move-se em projeções que abraçam o passado enquanto acariciam o futuro. Como se trata de desmantelar os arranjos de dominação, Cavalo do cão o faz da maneira mais segura, que consiste em moldar um território emancipado, móvel e livre das garras da onipotência das representações espetaculares.
FR
Une danse décoloniale ?
Dans un solo ébouriffé, et pluridisciplinaire, le danseur et chorégraphe João Lima façonne le présent d’un espace émancipé des aliénations coloniales. La liberté y est rendue au regard spectateur
Cavalo do cão ? En langue portugaise de culture brésilienne, cette expression a de multiples sens. Littéralement, il pourrait s’agir du «cheval du chien», comme si un canidé pouvait se rendre maître d’un équidé. Le cavalo do cão est aussi un insecte dont les piqûres sont redoutables. Plus imagé : on traitera de cavalo do cão un jeune particuièrement intenable. Enfin, au registre des mythologies populaires, le Cavalo do cão est le «Cheval du diable».
Dès le titre de cette pièce, nous voici donc mis sur deux pistes de perception. D’une part celle de la polysémie, de l’ouverture des significations multiples. D’autre part, on capte un imaginaire très chromatique, rustique et pourquoi pas exotique. Voilà qui résonne avec le fait que João Lima, qui interprète et signe le solo Cavalo do cão, soit brésilien d’origine. Depuis quelques années, en provenance de ce grand pays latino-américain, il ne manque pas de figures de la scène qui se dressent avec des fureurs, des rudesses, aux accents très typés, parfois teintés d’archaïsme.
Dans ce registre, qui n’est pas celui de João Lima, on capte bien l’intention de convoquer les puissances de référents culturels que la colonisation a marginalisés. Mais ces figures sont parfois tellement voyantes, outrées, qu’elles éveillent un doute : ne réveillent-elles pas, à leur insu, un exotisme spectaculaire, finalement attendu, souligné ? De quoi verrouiller les territoires de l’imaginaire, fût-ce avec les meilleures intentions politiques du monde.
On vient de le suggérer ci-dessus : João Lima fraye son chemin sur un tout autre territoire, qu’il laisse indéfiniment fluctuant et polysémique. De longues minutes s’écoulent avant qu’on discerne visuellement sa présence sur le plateau, au début de Cavalo do cão. La pénombre règne. Ce sont de grands cris, puissants mais variés, qui l’habitent. Pas de doute: nous voici invités à l’exploration de tout un univers. La résonance est forte : dans l’espace, le cri se diffuse et s’inscrit par souffle vital, organique, comme l’étreinte d’un corps humain présent sur le vaste élément qui l’entoure. L’appel imaginaire est considérable.
Pendant toute la suite du solo, cette physique sonore sera indéfiniment relancée par le performer. Cela se travaille avec l’apport d’un architecte du son, Miquel Casaponsa. Entre-temps la lumière s’est faite, qui modulera tout du long ses pouvoirs de révélation, suggérés par Ivan Cascon. Tout se développe de concert, l’espace scénique tout entier devient l’acteur des métamorphoses. Dorénavant à jour, João Lima n’a de cesse d’arpenter ce territoire, de s’y manifester par gestes qui le façonnent : l’artiste fouille, tâte, presse, désigne, fore, soupèse, indique, évalue, cadence. Toutes ces actions, entrecoupées, se succèdent et génèrent un rythme de la découverte, tandis que les cris, les souffles, emportent les images de l’esprit.
Tout le plateau est ainsi parcouru, dans toutes ses dimensions, peu hiérarchisées. La situation est ouverte, elle abolit les frontières. Regard pénétré, João Lima est un artiste chorégraphique, farouchement conscient de sa présence, mais sans rien du tapage visuel des canons corporels. Rien d’autoritaire n’émane de sa traversée, il n’ignore pas la neutralité des pauses. Mais c’est en ménageant cette liberté d’espace, et de sons toujours, qu’il se fait chef d’orchestre d’une polyphonie des regards et des écoutes possibles. Le voyage est rendu à chacun.e des spectateur.ices, intime dans la situation collective.
Avec la complicité de la plasticienne Clara Saez, le plateau est peuplé d’objets épars, appelant des transactions énigmatiques. Plusieurs suggèrent un imaginaire du pays lointain, ici une touffe de fourrure, là une possible sagaie, ailleurs un genre de corail, un filet à papillons, et encore de pauvres sacs de jute. C’est assez pour éveiller des curiosités de mondes inconnus, des perplexités d’actions laissées inexplicables, pour un voyage du côté des légendes. Mais les matériaux sont synthétiques, banalement contemporains, de plastique souple et couleurs chamarrées. Ce monde est actuel, mais nous échappe, même au fur et à mesure que l’artiste se décide à l’agencer en totem.
Peu à peu, il ne fait aucun doute que João Lima est en train de révéler un univers sans cela invisibilisé. Peu à peu on capte que cela dessine une visée décoloniale. Mais rien n’est asséné en termes de conquêtes ou reconquêtes. Un temps tourbillonnant renvoie chacun et chacune à la responsabilité de son regard. Saisi au présent, celui-ci se déplace dans des projections qui embrassent le passé tout en caressant le futur. Puisqu’il s’agit tout de même de démanteler des agencements de la domination, Cavalo do caõ s’y prend de la très sûre manière, qui consiste à façonner un territoire émancipé, mobile et affranchi des emprises de la toute-puissance des représentations spectaculaires.