A propósito de Escarlet, de Ángela Millano, programada dentro del ciclo Expandirse/Práctica y reflexión en los Teatros del Canal, cuyo estreno tuvo lugar el 27 de marzo de 2025. Día mundial del Teatro, por cierto.
He visto desgranarse el cuerpo como se deshacen las piedras a golpes de mar. Con un ritmo pausado, pretérito. He visto la enfermedad respiratoria, la máscara de oxígeno, la búsqueda de aliento. He visto la agonía. Los estertores últimos de quien no sabe a qué aferrarse. El tránsito fugaz y terrible de la espera entre un tiempo y otro. He visto muchas cosas. Y lo he podido hacer porque he detenido el ritmo cuarenta minutos. He deambulado y he visto deambular. En este último rincón de los espacios que conceden las instituciones a las Artes Vivas. No ha habido pausa, sino elipsis. Una elipsis que nos ha sumergido a todos en la otredad. En la posibilidad de mirar y de extasiarse. Porque había mucho de éxtasis. De santa que transciende la carne. De experiencia mística del cuerpo atravesado. Y todo ello desde la delicadeza más brutal, desde la constancia y la nota sostenida, desde el aullido incansable y la soledad. ¡Cómo es mirar la soledad del otro! ¡Cómo es escuchar la necesidad!
He visto deseo y carne y cuerpo y feminidad sin atributos. He visto un parto y una muerte. Una gestación y un sacrificio. Y lo he visto porque he detenido un momento el juicio y la palabra. Porque he sido contemplativo y místico y ermitaño. Porque he dejado a un lado el prejuicio y el análisis de las formas. Porque no he observado el objeto como arte, sino que he dejado al objeto hacer, he dejado que ese cuerpo me hablara en su proceso.
De los gritos y los llantos y los quejidos de las tripas sabe mucho el arte. Mucho más que nosotros. Por eso siempre nos transciende y sobrepasa, y es la búsqueda de él lo que nos mueve a seguir luchando frente a instituciones que reniegan de lo nuevo. Frente a espacios que niegan abrigo y que relegan a rincones la naturaleza viva del proceso artístico. Porque lo seguro es sinónimo de éxito. Porque vale mucho más cantidad que calidad. Porque “poderoso caballero es don dinero”. Porque ya sabemos mucho de todo esto, aunque no hagamos demasiado por cambiarlo.
Se negarán a programar. Se reirán de los gritos de una artista. Se doblegarán a los poderes fácticos y a la moneda. Siempre será así. Pero siempre habrá quien grite más fuerte. Tanto, que la saliva corra en un hilo de oro buscando manchar el suelo de sus sagradas instituciones. Luego el tiempo pondrá todo en su lugar.
José Ramón Pujante
4 de abril de 2025