Que se joda el público de Jorge Luis Marzo

Copiado del Blog de Jorge Luis Marzo. Traducido del catalán por Contraindicaciones.

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Que se joda el público.

El público ya no es nuestro colega, si es que alguna vez lo ha sido. La gente lo manifiesta con total rotundidad. Mirad los periódicos. Que se jodan los artistas. Si el arte es una mera actividad de recreo y entretenimiento, y por lo tanto una simple actividad privada, nos dicen, entonces que los recortes sean totales. Al público, en general, el arte siempre le ha resultado indiferente, pero tenía lo de la bohemia como excusa última para querer ser, de tanto en cuando, artista. Todo eso se ha acabado. Si antes el artista aportaba valor añadido, hoy es una figura patética, inadmisible por su improductividad.

¿Por qué tendría que entender esta mierda?, se pregunta el público, y todavía más… ¿por qué le tendrán que dar a una artista 20.000€ para hacer un video sobre los trabajadores en la China? Lo que se pide es la cancelación del contrato político que se escribió cuando la transición: el arte como fabricante de ciudadanía. Ya basta. Estamos de acuerdo. Un fracaso patente. A pesar de las muchas explicaciones, guías y noches en blanco, la gente está harta. Y nos quiere joder. No sólo porque no les interesa nada, sino porque el arte es el símbolo de esta gigantesca derrota administrativa, de esta crisis. Tienen mucha razón, pero nos debería dar igual. Que se jodan ellos, el público, también. Es tan culpable de esta situación como cualquiera. Cuando había bienestar, no se preguntaron por qué. Ahora están aturdidos porque sienten malestar, y todo es buscar respuestas. Que se jodan. Todos boquiabiertos ante las imágenes, pero pidiendo la suspensión administrativa del arte. Señores, hay que acabar con el buen rollo. El arte ya no está para calentarnos del frío. Está para relatarlo: ¿por qué cojones hace frío? Que se coman la fantasía.

Han cancelado la exploración de los límites. El arte es espectáculo y museos, y se ha acabado. Ahora que no van de vacaciones, hacen colas durante horas en los museos, y a continuación escriben un comentario a la edición digital de cualquier diario despotricando del arte. El espectáculo de la manta y el frío: el arte como refugio. También el público es responsable de aquel funesto contrato «democrático». Ok. Felicitémonos, porque lo acaban de enterrar. Era una contradicción para los que lo sostenían (a fondo perdido, decían) y era un desastre porque de democrático no tenía nada.

Así las cosas, que se jodan todos. Ahora hay que salir del cubo blanco, hay que desaparecer en el barro del público para cortocircuitar las asunciones, para inocular dosis que lo ayuden a salir de la Matrix. Dado que siempre van boquiabiertos, nada mejor que hacer de mosca. ¿Dónde van a parar las moscas siempre? Ellos nos joden, nosotros los jodemos. Y lo hacemos camuflados. Nos tenemos que camuflar donde haga falta para mostrar los nuevos productos culturales que les tenemos preparados. Si somos invisibles, el espectador también. El público no tiene que saber que aquello que está viendo es arte. Ya se lo recordaremos más tarde. Este es el momento que más jode: cuando ya te has metido en su propio relato y… zasca! ahí te la comas. Se ha acabado la paz, el consenso que simbolizaba el arte en un país dislocado. Ahora toca hacernos invisibles y meterles la caña.

La incomodidad del público ante el arte contemporáneo no debería continuar siendo la consecuencia del arte, sino su principal motivación.

El movimiento de la cámara – Bilbao

La semana de la huelga general en el estado español Sònia Gómez y yo fuimos invitados a Bilbao, en el marco de Dantzaladia, a dar una conferencia sobre nuestro trabajo y a impartir el workshop El movimiento de la cámara.

Os dejo uno de los ejercicios del taller; ejecutado, improvisado y grabado por Eider Ibarrondo y Esti Olabarri.

Gracias a ellas, a todas las que realizaron el taller y a la gente de La fundición por la invitación.

Oscar Abril Ascaso @ Cicle/Segle de Performance

Oscar Abril Ascaso lo cuenta así en su facebook:

«El video de mi última performance: «ABC Del Pasado De Oscar Abril Ascaso Como Performer En Lo Que Es Una Especie de Conferencia Y Un Patchwork De Acciones O El Futuro De La Performatividad Como Arma En El Marco De La Próxima Revuelta Global. Dicho En Otras Palabras, Y Ahora Qué, Oscar Abril Ascaso?». Cicle Segle de Performance, Galería Fidel Balaguer, Barcelona.»


Entrevista a Roger Bernat a propósito de Pendiente de voto.

«Desde el ámbito de las artes, quedarse fascinado por el concepto de participación me parece peligroso»
Entrevista con Roger Bernat a partir de su obra “Pendiente de voto”
Roger Bernat y su equipo han estrenado “Pendiente de voto” en el Centro Nacional de Teatro de Madrid. Durante el tiempo que dura la función el teatro se convierte en un parlamento en el que los espectadores pasan a ser los actores políticos del falso debate parlamentario vigente. Las votaciones dirigen el proceso. Roger Bernat es uno de los ejemplos más significativos de cómo el teatro puede ser una plataforma para la investigación y la experimentación, sin olvidar la crítica y la emoción.

SAIOA OLMO: Ayer tú eras quien preguntaba y hoy soy yo ¿sientes que tienes el poder?

ROGER BERNAT: En todo proyecto artístico uno acepta tomar la palabra y tomar la palabra ya es tomar una parte del poder. Si además cuando yo tomo la palabra lo que hago es hacerte preguntas, sólo por el hecho de contestarme ya aceptas que yo soy el que domina la situación.

SO: ¿Cómo ha sido el proceso artístico en “Pendiente de voto”? ¿Cómo suele ser tu proceso artístico, partes de un interés, de una intuición, de un objetivo o de una hipótesis? ¿Consideras tu trabajo artístico como una investigación?

RB: Desde hace unos años estoy en este trabajo en el que nos tomamos el teatro desde una perspectiva terriblemente arcaica. Teatro entendido como ese lugar en el que se reúne una serie de gente para preguntarse qué significa vivir en comunidad y si el concepto de comunidad es real o es una fantasía que necesitamos construirnos para más o menos sobrevivir. En esa línea de trabajo, lo que estoy haciendo desde hace tiempo es ese tipo de proyectos en los que desaparece el actor como centro de la mirada y el espectador toma un poco el papel que normalmente había tomado el actor. De lo que se trata básicamente es de generar una especie de situación, un espectáculo en el que el grupo de personas que vienen a verlo formalizan algo. Es decir, el espectáculo no toma forma hasta que no llega el espectador. En la teoría de la recepción clásica, es el lector el que da forma al libro leyéndolo, pero aquí realmente ese libro casi ha desaparecido y cada función toma una forma diferente en función de los espectadores que han venido y de las vías que ellos deciden tomar. En “Pendiente de voto” esto es especialmente así puesto que vosotros estáis delante de un hipertexto y tomáis una de las vías posibles. Debe de haber unas 1.000 pantallas posibles y vosotros al final del espectáculo acabáis viendo unas cien, ciento cincuenta.

SO: ¿Dirías entonces que lo que estás haciendo es crear una situación que dejas que se desenvuelva? ¿Te sientes cómodo con el concepto “Teatro”? ¿O quizás te sientes más cómodo con otros términos como “Performance” o “Live Arts”? ¿Dónde te sitúas?

RB: Yo soy un ferviente defensor de la palabra teatro y me parece que “Performance”, “Live Art”, son palabras que hemos necesitado importar más porque el teatro ha sido monopolizado por un tipo de creación, por un tipo de interpretación de lo que ello significa y no tanto por una necesidad. Yo creo que tenemos que reapropiarnos de la palabra teatro, reapropiarnos de la tradición de la que viene el teatro, reapropiarnos del sentido de teatro público, puesto que en los países en los que vivimos, el teatro público sigue teniendo un lugar, sigue teniendo una importancia y yo soy defensor de ese lugar.

SO: Sin embargo quizás tú lo que estás ofreciendo es más una experiencia que una representación para ser vista… ¿Genera esto un tipo de conocimiento y disfrute en las personas? ¿Experiencia vs contemplación?

RB: Bueno en general ser partícipe de las cosas hace que tu relación con ellas sea más cercana, pero eso yo no lo tacharía de experiencia porque me parece que tiene ahí un elemento así como casi mágico que yo no metería en una cosa tan simple como es el teatro. Por otro lado, la experiencia teatral siempre ha tenido algo de participativo, que iba más allá de la experiencia del observador. No sé, el teatro de El Siglo de Oro, los corrales de comedias, allí no sólo se iba a ver, se iba a beber, se iba a hacer el amor, puesto que había prostitutas asociadas a los distintos teatros. Se iba a hacer un montón de cosas. No ibas ahí una hora y media, ibas allí por la tarde y te quedabas hasta la noche y aquello era como el que se va de fiesta. Y por eso estaban prohibidos los teatros intramuros, eran realmente un lugar de perdición, pero en el buen sentido de lo que el arte debería ser, esa contraimagen de la vida social. Intentar llevar esas ideas a la actualidad me lleva de una manera natural a eso que tú llamas teatro de experiencia, pero que yo no lo llamaría así, sino que simplemente por el hecho de tener un cierto grado dionisíaco, sí que tienes esa sensación de ser más partícipe, de estar más en peligro. Pero toda experiencia artística debería ponerte como espectador en esa situación de abismo.

SO: Respecto a “El espectador emancipado” de Jacques Rancière, que plantea que no se trata de hacer pasar al espectador una situación activa sino que la propia contemplación pueda ser un acto activo dependiendo de cómo se haga, ¿estarías de acuerdo con esta consideración?

RB: Sí, sobretodo porque toda la idea de la participación ha sido secuestrada por los poderes públicos. Yo creo que cuanta más participación se pide desde los estamentos de poder, de alguna manera más se está escondiendo la poca performatividad del ciudadano respecto de las políticas a las que se siente sometido. Desde el ámbito de las artes, quedarse fascinado por el concepto de participación me parece peligroso. Yo no confrontaría participación vs observación. En mis espectáculos una persona puede ser totalmente pasiva. En el espectáculo una persona puede entrar y no tocar el mando de votación, no va a cambiar nada para él. Puede seguir el transcurso del espectáculo hasta el final. Yo dejaría de lado esa discusión.

SO: Vale. ¿Cuánto de dirigido o abierto es el efecto que pretendes crear en el público? ¿haces un diseño predefinido en el que el espectador encaja o un planteamiento de una situación final es imprevisible?

RB: Es totalmente dirigido. Yo pretendo llegar a que el espectador entienda una serie de cosas y voy a hacer todo lo posible por que eso sea así. Sí que el espectador tiene muchos caminos por los que transitar, sí que el espectador tiene momentos durante el espectáculo en los que puede incluso hablar y discutir con otros espectadores de ciertos temas, pero el espectáculo te va a llevar al final a una serie de escenas donde se explican una serie de cosas. Además, en función de lo que ha pasado anteriormente, yo puedo demostrar que el espectador es mucho más previsible de lo que muchas veces pensamos. Por ejemplo en la primera parte del espectáculo se hacen una serie de preguntas, de tipo político, y en la tercera parte se repiten algunas de esas preguntas y el sentido del voto del espectador cambia. ¿Qué ha cambiado de la primera a la última parte? Que en la primera parte el voto es individual y en la última parte el voto tiene que consensuarse en un colectivo, en un partido político. Cuando tiene que consensuarse el voto, la decisión es mucho más “progresista” que en la primera parte cuando el espectador vota en íntima convicción. Y es una de las cosas que explica el espectáculo. Si eso no ocurriera así, el momento en el que yo explico “¿Te has fijado cómo ha cambiado vuestro voto?”, eso no pasaría por ahí, pero es que desde que hemos empezado el espectáculo, pasamos por ahí.

SO: ¿La lectura que hacemos de ese resultado es que las personas seguimos patrones más estándares de lo que pensamos o que las condiciones o el diseño del espectáculo hacen que todo el mundo vaya hacia una dirección?

RB: No, yo diría más. Yo diría que lo que demuestran de alguna manera estas dos escenas confrontadas del espectáculo, es que las condiciones de decisión de una comunidad cambian las decisiones mismas, lo que demuestra que una democracia representativa tiende a modelos más conservadores que una democracia más de tipo asambleario.

SO: ¿Tu proceso de creación con tu equipo de trabajo, se parece a un sistema parlamentario, dictatorial, presidencial, anárquico, asambleario…?

RB: Es interesante. Yo diría que de una manera u otra, nuestros procesos de trabajo se asimilan mucho a los espectáculos. Somos grupos grandes de personas haciendo el espectáculo, yo de alguna manera asumo la presidencia de la cámara, en tanto que ordeno los turnos de palabra etc. y al final acabamos consensuando una formalización determinada. Si quieres, de alguna manera yo tiro la primera piedra, pero funcionamos de una manera muy anarquizante.

SO: Recientemente leía al filósofo Reinaldo Laddaga que decía que “lo que los artistas de todo tipo van a consagrarse a inventar son formas de asociar la construcción de imágenes y discursos con la promoción de formas inéditas de conversación”. ¿Lo que tú tratas de crear en tus obras son nuevas formas de conversación con el público o no es un elemento prioritario?

RB: No sé si yo lo que pretendo es elaborar formas de conversación con el público sino formas de conversación entre el público. Es decir que los espectadores entren en relación los unos con los otros desde diferentes perspectivas, desde diferentes lugares. En el espectáculo esto ocurre varias veces, por ejemplo la relación que tú tomabas en tanto que única persona con el poder al final del espectáculo, con el resto de los espectadores era una relación muy curiosa y me parece que eso es parte de la riqueza del espectáculo.

SO: Me llamó la atención una pantalla en el espectáculo que decía “¿y si dejamos de votar?”. Primero la estaba interpretando como una sugerencia de la obra a abandonar el juego, puesto que “hagas lo que hagas da igual lo que votes, ya que pesa mucho más el sistema que tu votación individual”. A lo mejor el sistema estaba diciendo que los espectadores dejáramos de votar porque él lo haría por nosotros. Tu obra sin lugar a dudas explicita una situación, pero ¿crees que el arte puede proponer modelos alternativos?, ¿consideras que es su función?, ¿te interesa?

RB: Sí, creo que el arte propone continuamente modelos alternativos, porque precisamente trabaja con las formas y en esa construcción de formas aparecen nuevas posibilidades y formas más complejas, que hacen que otra manera de imaginarse la vida del ser humano sea posible. Que luego eso se traslade a la sociedad civil es lo que me parece más dudoso, pero sólo por el hecho de imaginarlo, me parece que ya se abre la puerta de lo posible.

SO: ¿Te pretendes alejar de la idea de espectáculo en tus obras o no necesariamente? ¿Cómo te posicionas ante la idea de espectáculo?

RB: Son un espectáculo. Son espectáculos, sí, en tanto en cuanto tienen que estar preñados de ese elemento dionisíaco y un poco fascinador del espectáculo ¿no?

SO: ¿Hay una reflexión a la vez que estetización del juego democrático en “Pendiente de voto”? ¿El arte con intención política o el arte sobre la política está de moda en el contexto artístico? ¿Es seña de intelecto, espíritu crítico y/o compromiso social?

RB: Yo creo que no hay más que mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta de que es un clamor, que están rebajando el sueldo de la gente, que están echando a la gente a la calle. Sería terrible que no fuera así, porque la indignación que se vive en la calle es muy palpable. Me imagino que sí que es posible trabajar en una línea artística mucho más ensimismada, pero entiendo que haya mucha gente que como vehículo de comunicación use el arte para denunciar, para intentar comprender, para ayudar.