Cuando Aniara nos pidió escribir un párrafo sobre nuestro proceso personal al interior de «Fotograma…» yo le entregué un listado de los tweets que había escrito durante la residencia de Enghien. Y lo hice así porque a todas luces me era imposible digerir este proceso de creación. Necesitaba tiempo, necesitaba distancia, necesitaba alejarme para poder rebuscar entre mis restos.
El trabajo de recopilación de material de archivo para un proceso de creación siempre acarrea la dura labor de bucear entre vestigios en busca de piezas que encajen en un puzzle, del que la mayoría de las veces, ni siquiera tienes claro cual será su imagen final. Si el trabajo implica sumergirse entre los restos dejados durante décadas sobre la representación de la guerra esta labor se vuelve aún más dura. Cruda. La crudeza de las estelas de los bombardeos, de los campos devastados, de las bellas selvas humeantes, del machismo elevado a heroísmo, de la suma de cuerpos inertes transformados en señales de victoria. La crudeza de las instituciones que creen luchar por nuestra libertad pero que necesitan de saltos mortales para justificar su labor frente a los pueblos que pretenden defender .
No pocas veces discutimos con Aniara sobre como enfrentábamos nuestro puzzle, que piezas eran las que buscábamos, y una vez encontradas, como las disponíamos para generar una imagen lo más cercana posible al espíritu de la pieza. Enfrentar, buscar, encontrar, disponer e imaginar, nuestras armas en nuestro particular campo de batalla.
Supongo que al final no lo conseguimos del todo. Supongo que pretender dar por acabado un puzzle sobre la representación de la guerra ni siquiera tiene sentido. Supongo que hay temas que es mejor no dar por cerrado para evitar que no caigan en el acomodo y el olvido.