19 de mayo de 1977. Tomo un poco de agua del río haciendo un cuenco con las manos y la devuelvo a la corriente unos cuantos metros más abajo, Jiří Kovanda, 1977
Ahora sitúese por un momento en la ciudad de Praga. Se encuentra usted cerca de la orilla del río Moldava en la mañana del 19 de mayo de 1977. Va usted camino del trabajo (o quizás es domingo y acaba de comprar el periódico y se dispone a leerlo en el banco de un parque público, o pasea con su sobrino porque ha prometido comprarle un tebeo), y ve a un joven barbudo calzado con deportivas y con pinta de estudiante o de vagabundo que se acerca al agua, toma una pequeña cantidad del líquido elemento entre sus manos haciendo un cuenco, camina decidido unos cuantos pasos y la arroja de nuevo al río unos metros más abajo. Al principio piensa usted que se trata de un vagabundo que se lava las manos, pero al ver que repite metódicamente la operación, concluye que se trata, además, de un pobre loco. A lo mejor usted sonríe y continúa la lectura del periódico, o quizás se acerca a comprobar si el lunático no es, acaso, uno de esos ecologistas en plena protesta, puesto que se hace fotografíar mientras repite el gesto. Luego el barbudo se marcha y usted se marcha sin entender nada, puesto que nada hay que entender, y santas pascuas. Bien, aquel barbudo en cuestión, que ni estaba loco, ni era un vagabundo ni un ecologista (sino quizás todo esto a la vez, puesto que tampoco había recibido una formación artística reglada y era por tanto un autodidacta) se llamaba Jiří Kovanda (Praga, 1953) y es considerado hoy día una de las figuras más importantes del arte de acción en la República Checa.