Vi la anterior obra de Albert Vidal y me encantó. Me gusta que me lleven sin descanso de aquí para allá (a quién no le gusta) y más si es con un puñado de gestos. Uno no, miles de gesticulaciones posibles, y esta vez con una narracción lineal de fondo: La historia de Juan, nacido Oso.
Bien plantao, por soleares, a lo Louis de Funes, de brutote, de ninfa mongola, de diablo, … ¡de lo que sea!
Ya vuelve a estar suelta la bestia parda escénica. Y, ¡sorpresa! Yo creía que como él hace todos los personajes no le hacía falta ayuda, pues mira tú por donde, se acompaña esta vez de unos músicos deliciosos, para efectos, algarabía y acompañamiento musical, que permite al coloso de las tablas, tomarse un necesario descansillo… entre tanta impostura.
Delicioso. Sólo para paladares finos.
D.