El cineasta Isaki Lacuesta después de una crítica a su última película Paso doble, firmada por Carlos Boyero, y que solo se puede tildar de puñalada en el vientre, se monta un blog para decir las verdades del barquero, desquitarse frente a ese señor y toda la prensa/críticos española.
Léase: tira de la manta en un mundo donde reina triunfante la hipocresía. Él sabrá.
¿Significará que las cosas están cambiando, o que las cosas están fatal?
Lean un extracto:
DICCIONARIO DE TÓPICOS (1):
- “ESTOS LO QUE QUIEREN ES HACERNOS SENTIR IDIOTAS”:
“Una coartada [la experimentalidad y la ambición artística en el cine”] que (…) ha servido para que unos cuantos impostores y caraduras nos hagan sentir más idiotas de lo que somos en realidad” (Sergi Pàmies, La Vanguardia)
Nadie tan vanidoso como aquél que piensa que un autor se ha molestado en hacer una obra entera solo para tomarle el pelo. Eso opina uno de los personajes de “El síndrome de albatros”, de Gonzalo Suárez, y yo le secundo.
¿Le sucederá lo mismo a Pàmies (reconocido futbolero) cuando ve jugar al ajedrez, saltos de esquí o balomano? ¿También pensará que se calzan los esquís y lanzan por los aires solo para que se sienta idiota?
En “El arte de la novela”, Milan Kundera definió la palabra “misomuso”: “No tener sentido para el arte no es grave. Se puede no leer a Proust, no escuchar a Schubert y vivir en paz. Pero el misomuso no vive en paz. Se siente humillado por la existencia de una cosa que lo sobrepasa, y la odia”. Según Kundera, la consecuencia es “la misomusia democrática: el mercado en tanto que juez supremo del valor estético”.
¿Los usuarios del AVE a Madrid se creerán con derecho a criticar la existencia de la línea del cercanías a Puigcerdà porque son “cuatro tarados” que no aceptan las costumbres de la mayoría y, encima, sus vías las pagamos entre todos?
Poco poquito nos falta para llegar a eso. Al fin y al cabo, escuchamos argumentos parecidos sobre el cine cada día, y ya nos parecen normales hasta a nosotros.
- “LOS PRIVILEGIADOS DEL CINE”.
“El peligro es que personas inteligentes participen de una ceremonia de la confusión que quiere preservar los privilegios de una jerarquía que difícilmente puede demostrarse de modo objetivo”. (Sergi Pàmies, La Vanguardia)
En el artículo de Pàmies, la personalidad de los privilegiados y cuáles son sus privilegios cae en el terreno de lo ambiguo. ¿A quién alude? ¿A los cineastas experimentales? ¿Los críticos que los defienden? ¿Las películas artísticas que, según él, merecen el aplauso general?
En cualquier caso, Pàmies solo cita tres nombres: Carlos Boyero, Terrence Malick y yo.
Así que, por si acaso, y puesto que llueve sobre mojado, aclaremos lo siguiente: mi sueldo, como el de todos los técnicos y productores que han trabajado conmigo, es del dominio público. Pueden encontrarlo en el ICAA. De paso, quien tenga curiosidad, podrá verificar que la mayor parte de la financiación de “Los pasos dobles” no proviene de subvenciones (que las hay, en un porcentaje minoritario), sino de fondos privados: en concreto, de las productoras Tusitala PC y Bord Cadre, así como de la inversión particular de un filántropo suizo que aprecia mis películas.
A partir de aquí, si los privilegios son de cualquier otra naturaleza, estaré encantado de darles mi dirección para que me los manden cuanto antes. De momento no han llegado. Por cierto: ¿no sería hermoso que algún periodista pusiera en contexto las subvenciones que recibe el cine comparándolas con las de otros sectores? En especial, con el total de dinero que reciben del Estado, de modo directo e indirecto, los mismos diarios que se llenan la boca llamando chupópteros a los del cine.
¿Quiénes son entonces los privilegiados?
Volvamos a Kundera: “La propaganda oficial en los países comunistas empezó a fustigar el elitismo y los elitistas al mismo tiempo. Con estos términos no designaba a los directores de empresa, a los deportistas célebres o políticos, sino exclusivamente a la elite cultural, a filósofos, escritores, profesores, historiadores, hombres de cine y teatro. Sincronismo asombroso. [El uso de la palabra] deja suponer que en toda Europa la elite cultural está cediendo su lugar a otras elites. Allá, la elite del aparato policial. Aquí, a la elite del aparato de los medios de comunicación. A estas nuevas elites nadie las acusará de elitismo” (1986).
- “NO PARECE UNA PELÍCULA ESPAÑOLA”.
Coletilla que, durante décadas, ha servido para referirse a películas de Juan Carlos Fresnadillo, Enrique Urbizu, Alex de la Iglesia, Daniel Calparsoro, Isabel Coixet, Oscar Aibar, Alejandro Amenábar, Javier Rebollo, Chapero Jackson, José Luis Guerín, Marc Recha, Mariano Barroso, Javier Fesser, Gonzalo Suárez, Juanma Bajo Ulloa, Nacho Vigalondo, Jame Balagueró, Paco Plaza… y otros tantos que ahora me olvido. El cine español: todo aquel que parece extranjero.
Viceversa: este periodista (este espectador) no parece español.
- ABRIR LOS HORIZONTES
Decía Sony Rollins que hay dos tipos de música: la que busca confinar al oyente y la que intenta expandirlo. Lo mismo sucede con las películas y con la crítica de cine.
Baudelaire ya señaló que la crítica debe “adoptar un punto de vista exclusivo que abra al máximo los horizontes”.
¿Cuáles son los horizontes que nos abre el periodismo cultural español a diario? De hecho, podemos medir su extensión geográfica, su verdadero alcance, con absoluta precisión: bastaría calcular qué porcentaje de su tiempo dedican los informativos televisivos a la música, el arte contemporáneo y la literatura, y comprobar cómo, simplemente, sirven de música y telón de fondo a los créditos con que terminan las noticias.
Veremos así cómo la información cultural patria raras veces ha servido para abrir los horizontes sino, literalmente, para cerrarlos.