Esta mañana de domingo ando abriendo bares, resacoso de emociones y de paliza a currar. Llevo tres cafelitos con leche y aún la ciudad no se ha puesto en marcha. No me extraña nada que le cueste arrancar, a pesar de que empieza a salir el sol y la lluvia ha cesado. Ayer estrené «Cigarreras. Métodos y tiempos» y aún me dan vueltas en la cabeza la gran cantidad de emociones que se levantaron entre el público, pero sobre todo creo que faltan unos merecidos agradecimientos. Ahí van:
A las cigarreras:
María Cruz, Pilar, Elena, Mayte, Nati, Toñi y Chelo (sin olvidarse de Mariló, Vicky e Isabel caídas en combate), con los ovarios bien puestos y rebosando por los cuatro costados lo mujerazas que son, se plantaron delante de unos centenares de personas, que esa mañana de sábado de febrero, lluviosa y fría abarrotaban su antiguo y vetusto lugar de trabajo. Ya es histórico.
Me regalaron un banda excepcional en la que venía de serie una de las artistas más potentes del momento, la simpar: Julia de Castro. Y lo más importante: aceptaron el reto de hacer suyas unos temas musicales que les propuse, algunos muy lejos de su repertorio o casi imposibles, como si a Baremboim le pides que toque Paquito el chocolatero. Pero sobre todo de tener el estilazo de aceptar su parte de la película, dejando el protagonismo a las verdaderas estrellas de la función: las cigarreras. Olé por La Puríssima.
A Claudia Claremi, Tuixén Benet y Margherita Bergamo:
Sin ellas no hubiese salido ni el germen de este espectáculo: desde sus principales elementos, el trabajo personal, el cariño, la creatividad y hasta la disciplina o la mismísima puesta en escena. Un lujo estar cerca de ellas y un gran futuro por delante para las tres.
A Juan Carlos Ballesteros:
Gracias por estar tan loco y ser tan bueno en lo que haces al mismo tiempo. Brillante.
A La Tabacalera:
Un centro sencillamente genial, a pesar de un montón de usuarios (desde los anónimos a los enquistados) más pendientes de morder, como fieras trempantes, la presa de la cultura libre, que de entender que hay muchos modos de «entrar por la puerta del viejo edificio» y que el verdadero trabajo es saber oírlos y ayudarles a dar forma a su propia visión de la realidad.
Por suerte, otros usuarios, que son también mis mejores amigos, se han desvivido por echar una mano aunque haya sido para cargar una simple caja de cartón.
Gracias a todas y a todos. Eternamente agradecido.
(*) Fotos para El País de Carlos Rosillo y «La cigarrera y la hormiga» de Ana Folgirl
Hubo momentos muy emocionantes. El éxtasis llegó cuando las cigarreras sacaron a bailar a la gente de las primeras filas. Sólo por eso ya valió la pena darse prisa por la mañana para ir a misa de 12 en la Tabacalera con todos los del pueblo.
¡Gracias primo!