(Léase con tono castizo lavapiesino. Le pega, ya verán, ya):
No quiero (de hecho renuncio) a pensar el Medialab-Prado desde un texto, desde unas líneas.
Pues bien mi participación en ese proyecto se basa en colaborar en todo lo que puedo, escuchar-proponer, y dar algo de mi tiempo para estar por allí. Lo cual, no es mucho, por cierto.
La razón: que sólo saco de allí cositas buenas. Y la vida, no está para más malos rollos.
«Mis razones» como veis son emocionales.
El modelo.
A estas alturas de la película de la cultura en la post-transición en España, no creo que un modelo frente a otro haga mejor un proyecto cultural. Pues la dialéctica hoy en día, por desgracia ya no es intelectual o racional, si no de tendencias-mediática, de rellenar los huecos de un álbum de cromos, o de apoyar a unos colores o a una u otra peñita de amiguetes…
Y yo me temo que, al final, un espacio cultural que funcione chipén, lo es por la «calidad» de la gente que convoca y el valor productivo resultante. Sea un centro social okupado con vecinos activistas o un museo estatal con expertos internacionales, que más dará.
La discusión, por consiguiente, debe ser sobre la capacidad de estar abiertos, de generar relaciones, de ser de todos, de permitir autogestionar. O más bien, de la capacidad de decidir, que tanto por ciento de ese poder (recursos) institucional se cede a los usuarios/clientes.
Un ejemplo del fracaso de los modelos culturales hasta la fecha: Qué puede hacer la sociedad, a priori o posteriori, para evitar un fiasco (400 millones de euros) como la ciudad de la cultura de Santiago: Nada, de nada.
Así están las cosas…
La mediación.
Lo bueno: Visto lo visto, la mediación es el futuro de la cultura pública. Qué te hablen de tú a tú, que te den bola, que te pongan al día, que relacionen lo que pasa en tu entorno, … Vamos, todo son ventajas.
Lo malo: La mediación lleva muy mal la profesionalización, los másteres y demás. Es decir, que te enrollas con la gente por un valor vocacional, repartes tu parcelita de poder para que otra peña la disfrute, por que crees al menos un poco en que lo que haces revierte en un proyecto general. Es decir, con la profesionalización de la cultura se pierde el sentido de vanguardia, de estar donde se cuecen las cosas, que no siempre es entre las paredes de tu casa o de tu centro cultural.
Y peor aún, no se puede hacer cultura de base con un concejal llamando para cerrar el grifo cuando le sale de sus partes nobles. Si a los que curran de políticos no les gusta la cultura, que se metan a hacer un máster en dirección de empresas o de teología, pero, por favor, que no den por c…
El factor humano.
Lo bueno: Si el Medialab ha molado algo es principalmente por la gente (no doy nombres) que lo ha llevado hasta hoy día. Muy por encima del modelo que han seguido. Por ejemplo, iniciativas como la Tabacalera si están fallando es precisamente por culpa de ese factor humano. No puedes tener un proyecto donde la gente está todo el día intrigando o enfadándose entre ellos, pegando codazos para quitarte tú para ponerme yo…
Ante ese panorama la gente un poco sensible, huye.
La cultura debe de pertenecer a todos, no a una élite, tenga el pedigrí que tenga. Pero, al final, quienes la lleven a cabo en ese momento se tienen, al menos, que enrollar, olvidarse de sus currículums, sonreír y disfrutar un poco, y si no: dejarlo.
La autogestión.
Ceder espacios, abrir las puertas, generar recursos o que la propia autogestión los libere: actividades sin justificación, convocatorias populares, creación sin gestión profesional por enmedio. O empezar a abrirse a frentes hasta ahora insospechados en la cultura institucional, pero que urge planearse: Autoempleo, proyectos con ánimo de lucro que reviertan en la gente (la cual por cierto cada día va más pillada).
Lo malo: Todos las contrapartidas anteriores se enquistan también en la autogestión, el españolito sigue siendo un «figura», y la envidia o la mediocridad se recubre muy bien entre unas cañas con tu gente. Quizá haya que esforzarse en ser más humildes y sobre todo mas honrados, pensar que este invento de la cultura no nos pertenece sólo a nosotros. Vamos, como la gente que hasta ahora ha llevado el Medialab Prado.
Qué decir, justo es reconocer sus méritos: Olé por ellos.
D.