Las obras de teatro habitan esos edificios que se llaman teatros. Los ocupan con la personalidad creadora de sus autores, de su época, de su generación. Incluso, como en esta obra de Pablo Messiez, son la traslación literal del espíritu teatral de otro lugar, Buenos Aires: Actores de talento, pocos recursos, ganas de quedar bien, público bien formado…
Muda nos lleva a la capital porteña. Asistimos a la intimidad de sus habitantes, a sus vidas miserables, todo ello con una pasmosa economía de medios. Nos atrae por una arranque sorprendente, una trama clara, intrigante, incluso divertida, dotado de toques de comicidad casi absurda. Interpretada por unos buenos actores, dispuestos a estallar en cualquier momento.
Entonces ocurre y, ya no estamos sentados sobre la butaca de una sala alternativa. ¡Bien! Lástima que el juego pierda fuelle tan pronto y aparezca de nuevo el teatro, las emociones, las puertas que se abren una y otra vez,…. Una historia convencional, alguien dijo: un culebrón.
En el flamenco los bailarines, agotados de zapatear durante toda la actuación, fuerzan en los últimos minutos, los movimientos. El baile se hace gesto o mueca, para robar los aplausos. Con el público entregado, por qué no trabajarse las emociones.
D.