Palceres del adulterio



Un buen gin-tonic antes de una buena película en un cine casí vacío, un paseo a las montañas, la vuelta leyendo ese diario tan duro e inmenso de Ribeyro.
El placer de la soledad, mientras ella gozaba feliz con la visita de su amante enamorado.
Sólo puedo decir, gracias.
D.

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