Animalario de Andrés Lima es una compañía pop. Sus mejores bazas son un gusto por la recreación de parte de nuestro imaginario colectivo, un cierto casticismo de Prosperidad y un colectivo de actores, populares, buenos, autónomos, pero bien engrasados como compañía. Así, quizá alguna de sus más acertadas aportaciones escénicas han sido por ejemplo, poner a caldo a la caspa avariciosa y pepera de la boda escurialense, ese loco haciendo del loco de Coto Matamoros en Marat Sade, o la posesión diabólica de Raphael en Urtaín. Personajes pop, mitos de nuestra inteligencia colectiva y televisiva.
Anoche los Animalario hicieron pop (y no hay stop) con el Tito Andrónico de Shakespeare, un poco con rasgos como de Calixto Beito, pero tendiendo a lo fino, a lo Festival de Otoño. Cortando y pegando vestuario e imágenes de otros montajes y compañías ilustres. Ese inicio: ¡En Roma! vigoroso, parecía de Declan Donneland.
Al final dejan sobre las tablas algo original: la sobredosis de testosterona, la violencia macarra, la masculinidad en plan hétero constante e irónica.
Los hombre son idiotas, cómo negarlo, pero esta obra va de hombres. Idiotas, ya digo, pero muy hombres.
D.