Noches de Reyes versión del británico Declan Donnellan, con una companía de actores rusos excepcionales en el María Guerrero de Madrid. Y en ruso, lástima del subtitulador que se le iba bastante la olla y consiguió desconcertar las pobres cabecitas de los pocos espectadores.
Al mismo tiempo, y a pocos metros fuera, España asistía a la locura colectiva del balón y el trapito bicolor contra, paradójicamente, la selección de Rusia. Confieso que no me gusta la alta cultura, ni la caspa del intelectual, sino que más bien me gusta la cultura de los bares de casposos con futbol y todo, pero me he bajado del carrito de la Eurocopa. Sigo siendo objetor de conciencia del amor a los colores y las performances festivas-patrióticas. Lo siento.
En el descanso, salimos a tomar una caña cerca del teatro, en un bar rebosante de gente gesticulante que seguía las imágenes en una pantalla. Allí estaba L. Etxebarría huída también del teatro para refrescar por un momento el gaznate.
Entonces, pensé que yo, en realidad, no estaba allí. No podía ser que esa misma noche estuviese asistiendo a dos espectáculos tan antagónicos.
D.