Las polémicas teatrales casi siempre se montan, al igual que en el cine o en los toros, para vender más butacas. Que si fulanito se acuesta con menganita, que si el matador Tal se enfrenta a Pascual, etc. Lo dicho: marketing emocional, ruido y amarillismo.
La polémica sobre el teatro catalán en Madrid, basada en argumentos como su prioridad en las agendas de los concejales (catalanes a su vez) para los fastos del 2 de mayo, etc., no se si hará que se vendan más entradas, o si arrimará la sardina de la subvención a alguna ascua, pero a mi personalmente su sola mención hace que se me caiga la cara de verguenza de vivir en Madrid.
Pensaba argumentar en contra de quien defiende el «abuso catalán», dar ejemplos de otras reciprocidades y agravios, buscar y adjuntar datos, dar ejemplos… pero, la cosa es tan endeble que prefiero simplemente ponerme a insultar a esa gente que se creen que son el teatro en Madrid: ¡Casposos, ignorantes, aficionados!
Estoy por pedir el domicilio fiscal en Barcelona, ya.
D.