Me escapé del curro y asistí al banquete que preparó Sergi Fäustino mano a mano con Rubén Tea-trón en el Instituto Cervantes de Alcalá de Henares.
Aperitivos y entrantes de morcilla, antipasti de teoría de la inclasificación (él mismo comenta como ha mandado a la mierda a El País Semanal), primeros, segundos, y hasta terceros de ironía a raudales, postre de provocación elegante, café, copa y puro a la salud de autonomía artística o hacer lo que me sale de los … y bondad, mucha bondad, hasta casi el empacho. ¡Ñám!
Todo acompañado de agradables sorpresas como esa galáctica Sònia participando fugazmente en El cremáster de los cojones.
La digestión en el tren de vuelta a Madrid me hizó pensar que Sergi lleva desde su primer espectáculo, Nutritivo, tratando de lo mismo, y que no es otra cosa que mostrar lo raro, lo oculto o minoritario, como algo normal, incluso sano y natural. Lo hizo primero consigo mismo, mostrándose como un black metal adorable que ayudaba a cruzar la calle a los invidentes, y más tarde, lo afirmó con la gente mayor, los actores, el arte contemporáneo o la música de Shubert.