Es curioso, buscando palabras para acompañar la pieza de ziad, me vinieron a la memoria imágenes, imágenes de «el amor y el éxtasis» de Isabel Muñoz y buscándolas a ellas encontré esta otra, una foto que habla de otra foto. Me atrapa la idea del observador y la dimensión que eso me produce teniéndome en cuenta como observador (espectador). Y ahora que observo la imagen me vienen palabras. Hace unos minutos cuando veía esta foto por primera vez, solo podía percibir dolor y ahora (acompañado de música sufí, como residuo del fuego encendido) descubro que el dolor estaba tan solo en idea, fruto del significado que le doy a una aguja atravesando la carne y esa idea me producía dolor, pero si prescindo de la idea o la observo solo me queda el extrañamiento, la lucha por querer entender, la emoción.
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ojo, cabeza, corazón
¿Es posible representar el dolor a través de las imágenes? ¿Es posible dar cuenta/funcionar a modo de testigo de las ausencias?
Hacer del pasado presente, actualizar la pérdida. Nombrar el dolor, capturarlo, en forma de palabra, imagen, cuerpo… Encarnar al otro, traerlo al aquí y ahora sin instrumentalizarlo, solo impulsados por el deseo de sentirnos, por un instante, un poco menos solos.
Sé que tu dolor será para mí siempre algo obtuso, ralo, innaccesible. Sé, además, que la representación de tu dolor llegará siempre tarde. Sin embargo, sé también que en esa distancia y en ese retardo, acontece la responsabilidad. Es en este entre, en ese espacio insalvable que nos separa a tu cuerpo del mío, donde surge la posibilidad de una ética que es también la posibilidad de una estética.
Auschwitz, Beirut, Sao Tomé… escenarios, todos, donde hallar tu dolor. Lugares, estos, sobre los que posar ojo, cabeza, corazón.
Los olvidados son siempre los (más) importantes.