Dibujos realizados por Marta Azparren durante las funciones de Entre las luces y las sombras: libertad, de la Cía. Lucas Cranach / Carlos Marquerie (15 a 25 de enero de 2015 en Teatro Pradillo).
Dibujos realizados por Marta Azparren durante las funciones de Entre las luces y las sombras: libertad, de la Cía. Lucas Cranach / Carlos Marquerie (15 a 25 de enero de 2015 en Teatro Pradillo).
Una obra escénica escrita y dirigida por Carlos Marquerie
Con Miguel Ángel Altet, Elena Córdoba, Oscar Dasí,
María José Pire y Getsemaní de San Marcos
Y además:
REFLEJOS
Cuatro diálogos con la obra concebidos por Javier Cruz, Colectivo maDam,
Marina Garcés y Alejandro Ruffoni
Entre las luces y las sombras: libertad se creó en el marco del ciclo Intermitencias del asombro, que acompañaba la exposición Escenarios del cuerpo. La metamorfosis de Loïe Fuller (La Casa Encendida, marzo de 2014). Si la Fuller perseguía el movimiento y la capacidad de la luz para transformarlo, este trabajo indaga en los momentos en que el movimiento se detiene y la sombra se apodera de las cosas. La luz del poder, las grandes luminarias, frente a las luces pequeñas, las luces de resistencia hechas de afectos y de relaciones humanas.
Entre las luces y las sombras: libertad es una obra en tres movimientos. Desde la gran luz atronadora y el descenso a los abismos, hasta otra oscura y callada, una luz que tiembla y que termina conduciendo a la danza de los reflejos, de la luz que reverbera. Desnuda y despojada, invita a escuchar a veces desde la comprensión, a veces desde la percepción, rastreando en las cavidades de la piel, en la esencia de las palabras, en los misterios que no se pueden mostrar, en el baile como un verso inenarrable.
En escena:
Miguel Ángel Altet, Elena Córdoba, Oscar Dasí,
María José Pire y Getsemaní de San Marcos
Música y sonido en directo:
Nilo Gallego
Equipo técnico:
Roberto Baldinelli, David Benito y Félix Garma
Diseño del traje:
Beatriz Marquerie
Realización del traje:
David Benito y Roberto Baldinelli
Texto, espacio escénico, iluminación y dirección:
Carlos Marquerie
Una obra producida por:
Compañía Lucas Cranach, Teatro Pradillo y La Casa Encendida
Programa
15 a 25/01, jueves a domingo, 21h
Entre las luces y las sombras: libertad
Duración aproximada: 1h 45′
V 16/01, 23 h
Reflejos: Javier Cruz
Todo espejo fue antes roca o La primera vez que levanté una piedra
o La primera vez que vi mi cara o To scan también significa explorar
S 17/01, 23 h
Reflejos: Colectivo maDam interpreta Sometimes (2004), de Michael Pisaro
V 23/01, 23 h
Reflejos: Conversación con Marina Garcés
S 24/01, 23 h
Reflejos: Alejandro Ruffoni
Luciferina (fuego que cae gota a gota)
Más información
Sobre Entre las luces y las sombras: libertad
Fabulamundi
1 y 2 de marzo de 2014
Tuvimos también un paseo de tigre y una jaula de pavos reales.
El encuentro fue aproximadamente fortuito. Planificado, gozosamente aceptado, pero fortuito. Lo programado eran las lecturas de tres obras de tres autores en el marco del programa Fabulamundi: Primer amor, de la italiana Letizia Russo, con Miguel Ángel Altet; Micaela, la tigresa de nuestra ciudad, de la rumana Gianina Carbunariu, con Fernanda Orazi, Ziad Chakaroun y Claudia Faci, y The End, del italiano Enrico Castellani, de nuevo con Fernanda Orazi y Claudia Faci, con la intensa colaboración transversal de los músicos Nilo Gallego (voz en off en Micaela) y Óscar G. Villegas y Luciana Pereyra en Micaela y The End, con una preciosa versión final de la canción de The Doors, todo muy redundante y muy hermoso.
En la página web de Pradillo la cosa se anunciaba así: «Fabular. Fabular es hablar. El origen de fábula está en el habla. Hablemos, pues. Hablemos entre nosotros. Con los otros. Ante los otros. Desde y contra unos y otros. Hablemos y estrenemos un nuevo territorio. Sin centro, sin un centro definido, a ser posible. Escribamos conjuntamente un espacio cien por cien periférico. Conformado sólo por márgenes. Esto es Fabulamundi para Teatro Pradillo. O si no, algo parecido a esto: una escritura escénica contemporánea diversa y diferencial. Que se arriesga y se atreve. Y se maneja entre los intersticios de nuevos ámbitos aún por explorar».
Y después de esta declaración de comienzos, el grupo de personas que nos comprometimos con la realización de estas lecturas de Fabulamundi hablamos. Y hablamos y hablamos, con, antes, desde y contra, hasta crear un entorno compartido en el que poder sentirnos muy a gusto, con muy poco tiempo por delante, pero con muchas ganas de trabajar juntos y de dar una pequeña vuelta de tuerca a la manida y consabida propuesta de lectura/presentación de unos textos. Ajenos. Con el objetivo de convertir lo ajeno en propio, lo lejano en cercano, lo extraño en familiar. Tomar esos textos, mostrárnoslos, mostrarlos, ver hasta dónde nos llevaban, acompañarlos, crear el necesario entorno para que aquello cobrara un sentido especial. Y cada uno hizo lo que tenía que hacer. Incluidos los autores, que por allí anduvieron, unos más y otros menos, como suele suceder, como siempre sucede.
No queríamos una representación, sino una presentación. En el breve proceso de preparación se llegó a la propuesta de un espacio y un tiempo comunes, una propuesta de recorrido para que los espectadores pudieran experimentar la escucha de las tres obras como una mínima pero coherente y gozosa propuesta casi escénica: un triángulo de pequeños espacios dentro del espacio de Pradillo, iluminados por Cristina Libertad Bolívar; un desplazamiento de las posiciones y de las miradas de los espectadores en las tres etapas de ese viaje a través de la escucha de los textos.
LECTURA Y ACCIÓN
Antonio Fernández Lera y Miguel Ángel Altet
Presentación en el Teatro Pradillo el 21 de diciembre de 2013 como invitados del ciclo «La música en escena» organizado por Claudia Faci + Colectivo maDam.
Aquí un pequeño fragmento en vídeo
Y aquí el texto de la lectura:
Me piden que hable sobre la importancia del sonido en mis trabajos escénicos. Y a la vez me piden que haga lo que quiera en el tiempo y el espacio que me conceden. Me dicen que la presencia del sonido y de la música son importantes en mi trabajo. Y no digo yo que no sea cierto: una presencia vital, incluso en la escritura de las meras palabras, antes de imaginar siquiera que puedan llegar al espacio físico del escenario. BLOQUEO
Por algo se empieza. Todo se acumula y hasta el texto es sonido. Se forman capas de presencia, capas de sonido. Hasta en el sagrado y mal llamado silencio surgen sonidos. Por todas partes: el zumbido de una bombilla, el susurro de alguien cercano, una respiración, una pisada, una tos, una simple tos omnipresente «cuanto más queremos oír el silencio», que sería como decir «una luz cuanto más queremos ver oscuridad». Una incógnita sobre el tiempo y lo que sucede a nuestras espaldas. Tiempo, presencia, sonido, acción… o sus contrarios. BLOQUEO
Me decía, me contaba: «no tengo la menor idea de lo que voy a leer, porque las palabras no están escritas, porque por ahora sólo son notas de madrugada, pero queda por ver el recorrido, la selección de la memoria, las elucubraciones, las anécdotas, la presencia del sonido en las obras escénicas, con los textos y al margen de los textos, con las imágenes y al margen de las imágenes, y todo ello como el fruto de la relación entre un puñado de personas fundamentales en cada ocasión». Abstracciones y personas. En Proyecto Van Gogh se habla de la estructura dramática de un árbol [«mirar un árbol y decir ésta es la estructura dramática de un árbol. / el viento cambia la dirección de nuestra mirada»] –y era una broma y era una declaración de principios, porque la estructura del árbol es la raíz de todas las acciones, colaboraciones, músicas, encuentros. BLOQUEO
Ser conscientes de esa omnipresencia del sonido puede intimidarnos cuando el sonido no forma parte de nuestro lenguaje habitual. Hasta que te das cuenta de que sí forma parte de tu lenguaje –incluso en el terreno estricto de la palabra– tanto si lo sabes como si no, porque cambias la palabra quieres por la palabra sabes y eso lo cambia todo, porque te das cuenta de que la repetición del sonido de una simple T o S o M lo cambia todo.
Cuando te planteas hacer algo que no deberías hacer, que no estaba en tu guión, que no entraba en tus planes. BLOQUEO. Te asomas a un precipicio y ves lo que tú quieres ver y te imaginas que otras personas van a ver lo que quieran ver y van a escuchar lo que quieran escuchar y sabes que no puedes hacer nada con eso, para eso, contra eso. Te asomas al acantilado como Gloucester y Edgar en El rey Lear, el acantilado que deseas ver con tus ojos ciegos y te imaginas el sonido de un viento imposible y del «murmullo de las olas, que arrastran miles de piedrecitas inútiles». BLOQUEO
Lo piensas y lo escribes: el sonido está en todas partes en la medida en que hay seres vivos. Como desconoces la distancia entre pensamiento y escritura, no sabes en realidad si lo que acabas de decir es «escritura automática» o la repetición vulgar de un antiguo pensamiento que ni siquiera es tuyo, pero que al pensarlo y escribirlo haces tuyo.
Músicas estructurales o sonidos que se producen, que forman parte del desarrollo de la obra. Las músicas que se incluyen en las obras no tienen, en todo caso, una función decorativa, ni funcional, ni sentimental, sino que son elementos estructurales de la obra.
En todas mis obras hay texto, mucho texto, sin embargo al llevar esos textos a la escena se han convertido en sonido, porque la palabra también es sonido, presencia, música, tiempo, movimiento, y al llevar esas palabras a la escena he sentido la necesidad de acompañarlas con música o danza o acciones. En mayor o menor medida. La medida es lo de menos. Cada obra o cada proceso requiere una medida, pero nunca sabemos hasta después cuál es esa medida, nunca estamos libres del error.
En Las islas del tiempo, que se iniciaba con sonidos de mecheros hasta formar un paisaje de pequeños fuegos en la pared –idea de Rodrigo ejecutada con parsimonia por los actores– BLOQUEO. Se formaba un rectángulo de luz, idea de Carlos, una demarcación de cuatro esquinas, cuatro sillas, y la música de Galina Ustvolskaia se convertía en el espacio de una caída [y eso dio lugar a un poema sobre la caída, fuera de aquel texto, que pasó a formar parte de Vida y materia]. Percusión y derrumbamiento, caídas que son a la vez pequeñas obras musicales o pequeñas tragedias humanas. O pequeñas residencias en el tiempo.
¿Qué tiene que ver La montaña mágica de Thomas Mann con todo esto? Músicas en La montaña mágica: Mozart, Verdi, la Sonata de invierno de Schubert. BLOQUEO
Ruidos aparte. Músicas en mis trabajos escénicos (contradictorio llamarlos «míos» porque siempre son también de otros):
En Casa sola, 1992, Canti di vita e di amore, de Luigi Nono.
En Escena para cien pies de fotos/Muerte de Ayax/No somos el viento, 1994, codirigido con Elena Córdoba: Sweet Low Sweet Cadillac en versión de Dizzy Gillespie, creo recordar que algo de Béla Bartók, algo de György Kurtág.
En Plomo caliente, 1998, un epitafio de Charles Mingus, configuración y ofrenda de John Coltrane, caravana de Duke Elligton y Ray Vance, un poco de Anton Webern, un poco de Jimi Hendrix… Los críticos dijeron que la música estaba muy alta. Por una vez tenían razón. Donde yo vi un abrazo, con jadeos y sudor y divertimiento, ellos vieron una escena de lucha grecorromana, que ya son ganas de ver. Cuestión de gustos.
En Monos locos y otras crónicas, año 2000, el violonchelo del preludio de la Suite número 2 de Bach, las nubes de Django Reinhardt, la fiebre de Peggy Lee, la descafeinata del trompetista Dave Douglas, el payaso el payaso el payaso el payaso de Charles Mingus, la flor africana de Duke/Mingus/Roach y la gran fuga de Beethoven. Una periodista nos dijo que aquello no era Beethoven, que ella conocía muy bien a Beethoven y que aquello no era Beethoven. Yo con el disco en la mano y ella repitiendo que aquello no era Beethoven.
En Mátame, abrázame, 2002, mueve tus caderas –Stones– con elegía premortem y vómitos dedicados a Leni Riefensthal, el dolor al borde de la burla o de la risa (siempre la incomprensión entre esos extremos) en el karaoke de Qué pena siente el alma de la gran Violeta Parra, el Heroin de la Velvet Underground transformado en un cuadro escénico con baconiana de Altet (Miguel), danza de Amor (Marisa) y cine de García (Rodrigo) y otra vez la danza o algo parecido a la danza y el roce de los montones de ropa contra las paredes, Mingus, pasiones de un hombre…
En Las islas del tiempo, 2003-2004, Schumann para estar y para esconderse, Schumann para bailar y estarse quietos, para escarbar en el olvido, Ustvolskaia para marcar el tiempo y el espacio y para caerse y levantarse, Beethoven y Bartók para sostener el cuerpo con cuerdas de tiempo y aire.
En Agamenón de Rodrigo García, 2007, William Parker, catedral de luz, espíritus que cantan, Steven Parrino a todo volumen en el vídeo Gatos riñendo de Rodrigo, la canción nocturna de Schumann, con todo el rasguño y el soplo de la vieja grabación de Pau Casals, el sonido extraño del escáner sobre las imágenes con afán de nocturnidad en el vídeo final de los Gatos oscuros…
En Memoria del jardín, 2008-2009, aparte de robarle cuatro palabras a John Cage («el silencio no existe») y quedarme tan a gusto, música formal ninguna, pisadas, cristales rotos, ecos, jadeos, linternas de dinamo, piedras en el suelo desperdigadas por el baile de una no actriz que había prometido no bailar, mentirosa.
En su versión gallega, Dende a sombra/Bufons e pallasos, 2010, rodeados por el sol y los vientos de Muxía, Costa da Morte, recuperación de un espacio muerto, un espazo morto, los bajos de un mercado municipal que nunca llegó a ser mercado, rodeados por los ecos de los espacios vacíos, madera y piedra, ecos de Ajmátova, palabras robadas de una ópera italiana, su hijo, su amor, su esperanza…
Y por último, Conversación en rojo, sonidos creados por los actores, manos, mesa, voces, chorro de arena, cuerda, se mezclan con la voz de Franz Kafka fundiéndose con la percusión de Max Roach, en oscuridad y silencio interrumpidos, y el deseo de ser piel roja, ser un tiempo corto de sonata de Beethoven o un tiempo largo de contrabajo de Stefano Scodanibbio y un latigazo y otro y otro de la cuerda contra la madera o contra el cemento y otro robo a John Cage, un trozo de cuerda y una puesta de sol.
Ruidos aparte.
Me pregunto qué sonido crean las cuchillas de la valla de Melilla sobre las ropas y las pieles de las personas que intentan cruzarla, saltarla, saltar la valla, como en el circo, como en las carreras. Los hermanos Marx en lo alto de la valla de Melilla. Sopa de ganso para derribar esas vallas a hostias o para pedir a los ministros del Interior que se suban ellos, a ellas, y que se queden ellos, a vivir, en ellas. BLOQUEO Al rasgar la ropa, la piel y la carne, ¿qué sonido producen esas cuchillas? ¿Podemos distanciarnos de ese sonido? ¿Podemos utilizarlo para nuestros conciertos? ¿Para eso está ese silencio, esa distancia? BLOQUEO
BLOQUEO BLOQUEO
BLOQUEO BLOQUEO BLOQUEO
BLOQUEO BLOQUEO BLOQUEO BLOQUEO
BLOQUEO BLOQUEO BLOQUEO
BLOQUEO BLOQUEO
BLOQUEO
BLOQUEO
BLOQUEO
Cada bloqueo es
una rama de un árbol que nunca muere.
Aquí pensaba leeros ese poema 13 de Vida y materia que habla de la caída, pero al final he pensado que era mejor tachar ese poema y leeros un texto de la página 9 del Velocidades y quietudes, de Esteve Graset (Pliegos de Teatro y Danza, 43-44, Madrid, 2012), que dice así (leo directamente del libro).
Estás donde está la noche.
En todas partes y en ninguna.
Con todos y con nadie.
Bajo la lluvia y encima del sol.
Debajo del volcán y saltando con la lava.
Corriendo con el viento y dormitando debajo del edredón.
Conduciendo por caminos polvorientos y bañándote en el lago
y pisando hormigas y escribiendo a máquina.
Hablando con palabras y sin palabras.
Y siempre, siempre, con un brillo especial en los ojos,
en todos los ojos,
los tuyos y los de los otros,
los tuyos y los del lago,
los tuyos y los de la nieve,
los tuyos y los del fuego.
Sí, es posible que este dolor que sientes en el corazón sea el preludio del
final.
Entretanto, no importa el final, ni siquiera importa el dolor.
El dolor se olvida como se olvida todo.
Ahora es preciso que los ritmos de tu cuerpo se manifiesten con este
intrumento de guadañas.
Estas son las últimas palabras sin palabras.
Después todo quedará abierto y nadie sabe qué pasará,
ni a nadie le importa que pasará.
En este momento solo existe el suave golpe de tu mano sobre el acero y
el suave sonido que se expande por el universo.
Con este pequeño y suave sonido llegarás a todas partes,
a todos los mundos,
a todas las galaxias y a todas las inteligencias.
No importa cuánto tiempo tardes en llegar.
No importa llegar.
Importa el viaje.
Ser el sonido.
Presentado en el Teatro Pradillo de Madrid el 21 de abril de 2013 en el ciclo «La palabra en escena», con los actores Miguel Ángel Altet y Carlos Sarrió. «Cuando una de las materias con las que quieres trabajar es la palabra –más allá de la simple lectura, puro contrasentido, pues una lectura, por su propio ser lectura, no puede, nunca, ser sencilla, y quien diga lo contrario miente o es idiota–, cuando es la palabra una de tus materias, tienes que partir de ese mismo hecho: que la palabra es una materia más, que se combina con otras materias»…
HEROIN – VELVET UNDERGROUND
Versión libre a petición de Miguel Ángel Altet y Nilo Gallego
© de la traducción: Teresa de Jesús 2.0
Ni siquiera sé adónde voy
Pero quiero llegar a lo más alto, si puedo
Porque me hace sentirme como un hombre
Cuando me meto una aguja en una vena
Os aseguro que ya todo es distinto
Cuando estoy a tope
Y me siento como el hijo del hijo de Dios
Y supongo que ya no me entero
supongo que ya no me entero
He tomado una gran decisión
Voy a destrozar mi propia vida
Pues cuando la sangre fluye
Cuando sube por la jeringuilla
Cuando me aproximo a la muerte
No podéis ayudarme, amigos
Ni tampoco vosotras lindas muchachas con vuestras lindas y tontas palabras
Podéis iros todos a paseo
Y supongo que ya no me entero
supongo que ya no me entero
Quisiera haber nacido hace mil años
Y haber navegado por los mares oscuros
En un gran barco velero
De un lado a otro de la tierra
Con traje y gorra de marinero
Lejos de las grandes ciudades
Donde el hombre no puede ser libre
Lejos de todos los males de esta ciudad
Y de sí mismo y de sus prójimos
Y supongo que ya no me entero
supongo que ya no me entero
Heroína, quiero que seas mi muerte
La heroína es mi esposa y es mi vida
Pues un pinchazo en mi vena
Conecta con un centro en mi cerebro
Y entonces estoy mejor que muerto
Porque cuando el caballo comienza a galopar
Dejan de importarme
Todos los idiotas de esta ciudad
Y todos los políticos con su ruidosa cháchara
Y todos los que despellejan a todos los demás
Y todos los cadáveres apilados
Porque cuando el caballo comienza a galopar
Ya nada me importa
Cuando la heroína está en mi sangre
Y esa sangre llega a mi cabeza
Doy gracias a Dios por estar como muerto
Doy gracias a vuestro Dios por no enterarme
Doy gracias a Dios porque ya nada me importa
Y supongo que ya no me entero
supongo que ya no me entero