(…) Hasta el domingo 13 de diciembre… se estará representando en el Teatro Pradillo Bufones, un conjunto de cuatro piezas de Antonio Fernández Lera (Asombros / Microscopias / Desde la sombra / Bufones y payasos)… Presentada por Carmen Menager y Jorge Rúa con espacio sonoro del colectivo maDam e iluminación de Carlos Marqueríe, constituye una excelente ocasión de tomar parte en una interesantísima sesión de ese «otro» teatro que el autor lleva practicando desde hace más de treinta años. Ante todo un poema… el espectáculo es mucho más que eso. Por de pronto, un espacio en el que los actores se mueven lentamente y van desgranando sus palabras dotándolas de su densidad justa («Hemos creado la música el placer de la carne la mirada la caricia el silencio el pensamiento la complicidad el reconocimiento el deseo») en un entorno conformado por el viento y el anochecer que nos van adentrando sin remedio en el reino de las sombras… En cuanto a los Bufones y Payasos que cierran la obra, los actores pasan por una secuencia de maquillaje semejante a aquella por la que pasamos todos antes de salir a la calle. Ni el uno ni la otra… provocan la risa sino el espanto al ver cómo ella se arrastra con dificultad por el suelo y darnos la impresión de cuando se incorpora dejarse la piel-costra-pintura en la pared. Puede que en nuestra vida sean los bufones los que ordenen y manden y nosotros quienes obedezcamos y pringuemos, pero no dejaremos de reírnos de ellos: «Carreras de sacos / danzas de bufones / danzas de payasos / no es lo mismo un bufón que un payaso / a los payasos no les gusta que les llamen bufones / a los bufones no les gusta que les llamen payasos / a los payasos no les hacen ninguna gracia los bufones / a los bufones no les hacen ninguna gracia los payasos / los bufones presumen de burlones / los payasos presumen de payasos / cuando un payaso fornica con un bufón todo es acción / cuando un bufón fornica con un payaso todo es fornicación / y todos los presentes están invitados a presenciar / el espectáculo completo y sin interrupciones / el juego de las maldiciones / y la guerra mundial / de los payasos y de los bufones».
Y el espectador, subyugado por la palabra, la belleza y la oportunidad de los sonidos que le envuelven y los cambios de luminotecnia que construyen en sí la propia acción, permanece sentado en su butaca al mismo tiempo que compone en su mente su propia trama y le da sentido a lo que siente, escucha y está viendo. Será de este trabajo conjunto del autor, los intérpretes y las artes escénicas de donde surjan las diferentes realidades que poblarán, cada una a su modo y con su propia forma e intención, las múltiples ideas de la audiencia. Sin duda, hay que asistir.
David Ladra, diciembre 2015
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Javier Villán escribe en su blog sobre «Bufones»
Javier Villán, crítico teatral del diario El Mundo, ha publicado en su blog (http://diariodejaviervillan.blogspot.com.es/) sus primeras impresiones sobre Bufones, obra que se presenta en el Teatro Pradillo hasta el 13 de diciembre.
Reproducimos:
Fernández Lera en la Pradillo
El otro teatro, el de Antonio Fernández Lera, la palabra atormentada y hermosa, palabra maldita. Palabra que en su pureza se acuerda de todas la impurezas de este mundo. Palabra látigo. Y las luces y las sombras de Carlos Marquerie. Ambos nombres son indisociables y forman parte del teatro español, del otro teatro español: el marginal, el esencial, el desdeñado. No digo olvidado porque nunca ha sido aprendido. Los recuerdo desde los tiempos de La Carnicería y de Rodrigo García, cuando éste empezaba. Bufones, y entre las bufonadas, asombros, microscopias; bufones y payasos: poemas de inusitada intensidad. En la Sala Pradillo. Hacía tiempo que no iba por allí; también permanece fiel a su esencia. Y a su público. Un gozo recuperar viejas sensaciones. Volveré a ver este ceremonial, esta liturgia de la palabra y los silencios y la sombras. Y a escuchar las voces de Carmen Menager y Jorge Rúa. Ustedes también deben verlo.
http://diariodejaviervillan.blogspot.com.es/
Boletín # 3 a 13/12, 2015
artista invitado | proyecto en residencia | teatro | Galicia – Madrid
3 a 13/12 de 2015 | J a D, 21 h | Duración: 1 h 30′ | estreno absoluto en castellano
ANTONIO FERNÁNDEZ LERA / MAGRINYANA
BUFONES
Asombros | Microscopias | Desde la sombra | Bufones y payasos
Un proyecto compartido con Carmen Menager, Jorge Rúa,
Colectivo maDam y Carlos Marquerie
«(…) no es lo mismo un bufón que un payaso
a los payasos no les gusta que les llamen bufones
a los bufones no les gusta que les llamen payasos
a los payasos no les hacen ninguna gracia los bufones
a los bufones no les hacen ninguna gracia los payasos
los bufones presumen de burlones
los payasos presumen de payasos
cuando un payaso fornica con un bufón todo es acción
cuando un bufón fornica con un payaso todo es fornicación.»
Fragmento de Bufones y payasos de A. F. Lera
Antonio Fernández Lera, al frente desde 1998 de la compañía Magrinyana, presenta Bufones, un proyecto escénico compartido con Carmen Menager y Jorge Rúa en la interpretación, Colectivo maDam en la creación musical y Carlos Marquerie en la iluminación.
Lera es uno de los referentes del teatro de los últimos 25 años en la investigación de la poesía hecha escena. Autor, poeta y traductor de autores tan relevantes como Müller, Kane, Ranciere, Lepecki, Berkoff o Auden, Fernández Lera ha ido abriendo caminos y posibilidades como director de sus propios textos: Plomo Caliente (Cuarta Pared, 1998), Monos locos y otras crónicas (Sala Triángulo, 2000), Mátame abrázame (El Canto de la Cabra, 2002) o Las islas del tiempo (Cuarta Pared, 2004) son algunos de sus últimos montajes. Montajes que a soto voce han influido a varias generaciones de creadores.
Sus textos son metrónomo poético al mismo tiempo que están pensados para el actor y el espacio. Es ese maridaje uno de los puntos que lo identifican y lo hacen imprescindible. Además, su pensamiento político, donde se lucha desde el escepticismo por la no aniquilación de la esperanza, hace que sus textos resuenen en un presente que busca el peso de la pregunta y huye de la ilustración.
Bufones engloba textos escritos por Lera desde 2010: Asombros / Microscopias / Desde la sombra / Bufones y payasos. La obra nació en tierras gallegas. El estreno tuvo lugar en un festival independiente y milagroso, el Encontro de Artes Escénicas de Muxía realizado por el Foro Costa da Morte en el pequeño pueblo de Muxía en el año 2010. Los primeros espectadores de Bufones y payasos fueron buena parte de los residentes de este pueblo gallego de cinco mil habitantes. La obra se estrenó en gallego y los habitantes de Muxía debieron reconocer como propios los textos de Lera donde resuena la tristeza de los poemas de la poetisa rusa Ana Ajmátova y la lucidez del gran poeta y diarista luso Miguel Torga.
Luego la obra se estrenaría en caja escénica por primera vez en el teatro vigués de Ensalle. Ahora, llega a Teatro Pradillo repensada y en castellano. Lera crea en esta obra como en pocas un espacio propio, un espacio común a la música, la palabra y la imagen, un espacio que es tiempo y reflexiona sobre él.
Pablo Caruana
Soy una obstinada célula del corazón y no dejaré de contraerme hasta que me muera
Imagen: latido de células aisladas del corazón. Cortesía de Cristóbal Pera.
Este texto lo leí en Pradillo en el mes de diciembre de 2013 dentro del ciclo La música en la escena que construyeron Claudia Faci y el Colectivo maDam. Lo cuelgo ahora en el blog de Pradillo, porque lo considero el primer paso del proceso en el que ando metida y que desembocará en el estreno en Teatro Pradillo, en octubre de 2014, de la obra Soy una obstinada célula del corazón y no dejaré de contraerme hasta que me muera. Me gustaría ir reflejando aquí lo que se va produciendo en este camino. Gracias a Claudia y a maDam.
SOY UNA OBSTINADA CÉLULA DEL CORAZÓN
Y NO DEJARÉ DE CONTRAERME HASTA QUE ME MUERA
PENSAMIENTOS DE UNA BAILARINA QUE COMPRENDIÓ EL RITMO
CUANDO MIRÓ UN CADÁVER
La desaparición del ritmo es la muerte. Yo me di cuenta de esto mirando un cadáver, mirando un cuerpo en el que el latido ya no existía. Desde que lo vi con mis ojos de bailarina romántica que nunca hizo caso al ritmo, le tengo mucho respeto. Desde que vi la ausencia de todo ritmo dibujado en el cadáver quiero acercarme al ritmo, quiero entenderlo y quiero entregarle mi cuerpo y mis movimientos para que los siga bañando en la vida.
Por eso quiero ser una obstinada célula del corazón y no parar de contraerme con un ritmo sostenido.
Nunca le hice mucho caso al ritmo porque me lo enseñaron mal, me enseñaron a contarlo antes que a habitarlo. Los bailarines, bailábamos en frases de ocho tiempos, en las que al final todo debía equilibrarse. Era imposible dudar, era imposible el conflicto, era imposible, incluso, que se te fuera la olla de dominio y de placer, todo acababa con el numero 8. El ritmo era aquello que nos daba la sensación de controlar el tiempo, podíamos movernos y contar a la vez, contar el tiempo es lo mismo que matarlo, y contar a la vez que uno se mueve, además de ser infernal, es lo mismo que matar el movimiento y el tiempo a la vez. Y así pensé que el ritmo era el primer causante de las mentiras que nos enseñaban a hacer con el cuerpo al bailar, y lo desterré y no quise saber nada de él. Pero ahora como bailarina mayor quiero someterme a él, ahora que aumentan las debilidades de mi cuerpo quiero aprender a dejarme llevar por la continuidad de la vida.
Voy a preparar mi cuerpo para convertirme en una vieja fibrosa y obstinada como una célula del corazón. Obstinatus, me dice mi amigo Cristóbal Pera, significa: pertinaz, tenaz, contumaz, que sigue con empeño haciendo lo que lo hace, y que está decidida a vencer o morir. Yo, en mi obstinación, voy a preparar mi cuerpo para no tener que elegir entre vencer o morir, me voy a entrenar para vencer y morir a la vez, para que mi último latido sea una victoria, porque como decía D. Francisco de Quevedo morir vivo es la última cordura.
A veces pienso si el origen de la música es el canto o es el ritmo, y si el origen de la danza es el pulso o es el gesto. En el fondo son pensamientos que no me importan demasiado, pero me gustan porque me hacen darme cuenta de que cada vez que me acerco a mi oficio de bailarina me acerco al tiempo y a su suceder en los latidos del corazón.
Desde hace algún tiempo (no mucho, quizá desde este otoño) siento un cansancio peculiar en el cuerpo: en los dientes, en los ojos, en mi pelo, en mi aspecto, en mis músculos. Un cansancio que me dice que la cosa va a ir así, que este es un cansancio de alguien que ha vivido ya la plenitud de sus fuerzas. Y es complicado encontrar los argumentos para hacerlo visible, porque es complicado no querer ocultármelo a mí misma, y menos a quien venga a mirarme.
En el ritmo desaparece el pensamiento. Toda la sensibilidad se vuelve impulso, en él cada músculo escucha y responde. Los músculos sometidos al ritmo no juzgan sus actos y eso es estupendo. Sin embargo hay algo que se limpia en el cuerpo cuando bailas a ritmo, algo que vuelve los movimientos ciertos y precisos y me pregunto si podríamos seguir el ritmo de nuestro corazón en una danza que no se volviera cierta y precisa; y me pregunto si se puede seguir el ritmo mientras que se duda; y si sería la duda más profunda el sentir que quizá no haya un paso a seguir después del último que hemos dado, y que por eso el ritmo al asegurar, la continuidad del siguiente paso, borraría esa gran zozobra de no saber qué es lo que viene después, y que entonces duda y ritmo estarían reñidos y eso no me parece estupendo.
Existe un movimiento que empieza cuando se detienen nuestro corazón que empieza cuando uno se muere. Ese movimiento es vertiginoso, y es difícil de entender con nuestras ideas de movimiento. Es un movimiento que, no solo mueve las formas del cuerpo, sino que cambia su esencia, es un movimiento que huele, es un movimiento de una velocidad sin sonido, sin ritmo, de una velocidad suspendida. Un movimiento en el que he querido entrar con la cabeza, para transformar esas ganas de salir pitando que siento frente a la idea de lo muerto, en una comprensión tranquila de lo que ocurre cuando la vida se acaba. Por eso ahora trabajo sobre el latido. Para entender ese movimiento maravilloso y entender, así mismo, lo que produce su ausencia.
Me envía Cristóbal Pera la etimología de latir:
LATIR (Joan Corominas)
“Ladrar el perro en todo agudo o en forma entrecortada”, h. 1300, “dar latidos el corazón o las arterias”, 1490. Del verbo latino GLATTIRE con el significado de “lanzar ladridos agudos”.
DERIVADO: Latido, principios del siglo XIV
Soy una célula del corazón y soy la sangre que muevo con cada una de mis contracciones.
Yo lo vi, vi como detrás de la rigidez y del acartonamiento del cuerpo muerto se escondía el cambio de los cambios, un movimiento inexplicable. Los signos de la vida se alejan rapidísimo y transforman lo que era vivo en algo desconocido que cambia y cambia y cambia, y en todo este movimiento lo único que faltaba era el latido y el aire en el cuerpo.
Los ojos que ya estaban cerrados se le volvieron a abrir y me enseñaron que existe la nada.
Desde que miré el cadáver pienso que el amor y el ritmo son las formas más puras de conocimiento porque son ciegas e irracionales como todo lo que tenemos delante, la objetividad frente a lo que es misterioso, no sirve para una mierda y frente a lo que no es misterioso, tampoco. No quiero ser lúcida, la lucidez es terrible, no se puede ser lúcida y ser bailarina. No quiero ser lúcida, quiero ser obstinada como una célula del corazón y juntar en mi movimiento intermitente la victoria de mis latidos y la muerte de mis latidos, y así no tendré que imaginar ninguna de las dos, ni mi muerte, ni mi victoria. Y seguiré bailando.
El labio, primero de color azul y luego amarillento, se plegó más allá de donde podrían colocarse las palabras.
¿Tanto sujeta el corazón para que al detenerse aparezca el infinito?, ¿para que aparezca lo que no tiene forma ni explicación?. El corazón es el Atlas de los Atlas, el coloso de los colosos, por eso, después de haber sido el Gigante durante un tiempo, ahora quiero ser una célula obstinada del corazón y sujetar todo contrayéndome a ritmo. Lo mejor de morirse es que no te toca ver ni oler tu propio cadáver.
Al mirar despacio el cadáver entendí porque nos inventamos a Dios, pero no entendí porqué nos habíamos inventado un Dios inmutable, inmóvil y eterno. No pensamos bien, los hombres nunca hemos pensado bien. Nos consolamos en la posibilidad de lo que no somos, pensamos que la inmovilidad es un bien superior y la inmovilidad es desesperante. Es una putada saber que uno es un futuro cadáver, pero, si se trata de engañar a la muerte yo me inventaría otro Dios, un Dios lleno de sangre, húmedo y caliente, que latiera, que latiera sin parar, un Dios que me asegurara que después de muerta voy a seguir latiendo y voy a seguir bailando: Dios corazón, Dios latido, un Dios bailarín, cualquier cosa menos un Dios inmutable. Los Dioses del Olimpo soñaban con follar con los mortales, quizá porque teníamos un corazón que latía y cuando lates, a la fuerza tienes que follar mejor que alguien que no haya sentido dentro los golpes de la sangre.
Y todo esto es lo que se me va apareciendo después de mirar su cadáver, como si esa mirada fuera el punto de partida de un nuevo conocimiento.
Cuando bailo, algunas veces, no todas, puedo pensar en estas cosas de una manera carnal y a la vez sentirlas sin el vértigo que me dan ahora cuando os hablo.
El fisiólogo francés Xavier Bichat definía la vida como aquello que resiste a la muerte. Él seguro que habría mirado detenidamente muchos cadáveres, porque lo que hay después de la muerte del latido es la demostración palmaria de que el Sr. Bichat tenía razón, de que el corazón cose la vida con un ritmo obstinado, que la aprieta y que cuando se detiene comprendes la fuerza que tiene la muerte como estado. Por eso quiero ser una obstinada célula del corazón para resistirme a la muerte y además hacerlo bailando.
Siempre había pensado que la percepción más pura del tiempo se producía cuando era capaz de frenarlo, cuando sentía en el cuerpo una duración suspendida, casi infinita. Pero ahora pienso que mi vida nada tiene que ver con la inmovilidad y menos con el infinito; y que si entrego mi cuerpo al ritmo, si escucho los golpes de los latidos entenderé mejor este tiempo loco, el que me empuja por dentro a la vez que me desparrama por fuera. Ahora pienso que voy a golpes y a contracciones como las células obstinadas del corazón y que mi vida no cae, ni por asomo, con la suavidad con la que cae la arena del reloj. John Berger decía que el alma es simplemente la percepción de otro tiempo. Y yo, al Sr. Berger le cambio la palabra percepción por la palabra invención y digo: el alma es la invención de otro tiempo, y la emparejo con la idea de la eternidad y de todo lo que nos hemos inventado para alejarnos del latir, y del cadáver.
Y al ver el cadáver también comprendí que la sabiduría es una mezcla de consciencia y de olvido. La consciencia de que vas para allá a quedarte inexplicablemente muerto, feo y frío y el olvido necesario para agarrarte a cada latido y pensar solo lo justo en esa imagen de tu cuerpo feo y frío. Y al ver el cadáver, me entraron ganas de bailar porque al bailar (bien), como al follar (bien) hay algo que te dice que ese acto perfecto es efímero e irrepetible y, además, que es perfecto porque es efímero e irrepetible, y hueles entonces (por un instante) que perfección y eternidad son palabras antagónicas. Y que el precio a pagar por ese super polvo o por ese bailazo es tu cadáver feo y frío. Como decía mi amada Szymborska “Por tener cuerpo se paga con el cuerpo”.
¿Sabéis que un corazón fuera del cuerpo sigue latiendo si cuidas su equilibrio salino? ¿Hay algo más obstinado y más absurdo que olvidar que te has muerto?
Por eso quiero ser una obstinada célula del corazón y no dejar de latir y de bailar hasta que me muera.
Correspondencia entre Claudia Faci y Colectivo maDam
Fragmentos de la correspondencia mantenida entre Claudia Faci y el Colectivo maDam durante el proceso de creación de Arashi.
Mars, 26 de julio
hay fiebre, sí.
he asistido nítidamente a una conversación entre claudia y franco.
ella le preguntaba qué es la música.
entonces, él ha sacado de un bolsillo del pantalón militar, de entre el cabello de la sien y el bigote, prestifrancodigitador!, algunas monedas de 50 céntimos, con agujero en el centro. ponía «españa 1949». lo prometo.
entonces va y las pincha en agujas de hacer punto, clavadas a su vez en un pan redondo de los de antes. eso parecía un bosquecillo de setas.
después coge un par de agujas y dice «tocar la batería», y se pone manos a la obra.
no me gusta delirar, francomente.
francomen.
franco.
fran.
Mars, 23 de agosto
el título, ‘la música en la escena’, ese ‘en’ central, me inquieta, en el buen sentido. parece que dice ‘a está en b’ y es como si me agobiara un poco. quizá charlar en torno a ese ‘en’ pueda aportarnos algo en el proceso creativo. nunca se sabe.
me encanta que se describa el proyecto mediante el recurso a la pregunta. quizá sea lo único que tenemos hasta el momento: preguntas; quizá nunca contemos con respuestas, lo cual no está mal. me seduce la idea de trabar y fundir todas las preguntas que se formulen a lo largo del proceso en una sola, abierta, completamente abierta para siempre.
yo, tratando de abrir aún más la piedra, quiero picar en ella añadiendo algunas preguntas al texto de rubén. pego aquí el ‘comentario del creador sobre el proyecto’ e inserto algunas bobadas en letra mayúscula:
El tiempo en escena, el tiempo en la música, el tiempo percibido, el tiempo cronológico y el tiempo histórico… ¿son tiempos distintos? ¿ACASO EXISTE EL TIEMPO? ¿Podemos parcelar los procesos? ¿Podemos describir, fechar con exactitud, cuándo se producen los cambios? ¿IMPORTA QUE LOS CAMBIOS, SI SE DAN, SE ACABEN DESVANECIENDO EN OTRO TIEMPO INCIERTO O BIEN DEVENGAN TRANSFORMADORES? ¿Podemos asirnos a algo o todo es rastro deshilachado? ¿ES CONVENIENTE ASIRSE A ALGO, INCLUSO AL DEVANEO ESPECULADOR? ¿ES RELEVANTE HACERLO? ¿El tiempo del que hace es el mismo del que no hace? ¿Quién hace más, el que hace o el que no hace? ¿Y QUÉ ES ‘NO HACER’? ¿ES ALGO, ES UN PUNTO EN EL VACÍO O EN EL TODO? ¿Puede constituirse la escucha en acto desestabilizador? Y, ANTES, ¿PUEDE UNA INTENCIÓN, O UNA ACTITUD, DESARTICULAR Y CONSUMIR CUALQUIER ACTO? ¿ES LA ATENCIÓN UN MARCO DIRECTOR? En un mismo espacio y en un tiempo compartido, ¿puede separarse a los que hacen de los que observan? ¿PUEDEN, LOS QUE OBSERVAN, SALIR DE SÍ Y OBSERVARSE A SÍ MISMOS OBSERVANDO? ¿LES PERMITE ESTO CONOCER(SE) MEJOR, DE OTRO MODO? ¿ES TRANSFORMADOR O SOLO UN DESARROLLO HELICOIDAL ENAJENANTE? ¿PINTA ALGO LA CONCIENCIA EN TODO ESTO? ¿Pueden las herramientas espectaculares ayudar a luchar contra la sociedad espectacular? ¿Podemos hacer o, mejor dicho, podemos no hacer? ¿PODEMOS OBSERVAR, TOMAR NOTA, IDENTIFICAR Y NO JUZGAR, NO HACER JUICIOS DE VALOR, NO ELABORAR CUANDO SUCEDE ALGO FRENTE A NOSOTROS? ¿ES ESTO NO HACER NADA? Y, FINALMENTE, ¿NO SOMOS, ANTE EL TIEMPO, ENTRE EL TIEMPO, EN EL TIEMPO Y EN EL ESCENARIO DE LA VIDA MEROS PAJARILLOS CON LAS ALAS CORTADAS?
Mars, 22 de octubre
nuevamente les dejo aquí un pequeño fragmento de «entrevista con francis bacon», en el que se habla del accidente, de lo accidental en el proceso creativo de bacon (en realidad el tema aparece una y otra vez a lo largo del librito).
cuando yo pintaba, solía aceptar de buen grado cualquier evento no previsto, accidental, y me era especialmente grato detenerme un instante (que podía durar días) a jugar con la parte material de ese accidente. era una investigación sumamente placentera. cuando no tenía delante el lienzo, la parte no material del accidente se mezclaba con ensoñaciones (y pesadillas) y me hacía casi imposible llevar una vida normal, pero esta es otra historia…
releer este librito me ha situado de nuevo en ese registro, y siento que volver a poner en el foco de mi conciencia este asunto y, sobre todo, aceptar plenamente lo accidental en el devenir del proceso que ahora compartimos (y de aquello que finalmente vayamos a poner frente al espectador), va a ser especialmente importante para mí.
por otro lado, lo accidental es connatural de la improvisación libre, no tanto de la pintura, donde hay, en general, previsión, composición, cálculo. hay un matiz en el accidente en pintura que aún no puedo explicar con palabras y que creo que se puede trasladar a lo que tenemos entre manos, o así lo veo yo.
en fin, que me estoy enrollando…
aquí les dejo ese fragmento, por si fuera de su interés y pudiera conducirles a otros territorios:
David Sylvester:
Pero ¿puedes generalizar sobre hasta qué punto prevés estas transformaciones de imágenes preexistentes antes de empezar un lienzo y cuántas transformaciones se van a producir durante la transformación del cuadro?
Francis Bacon:
Ya sabes que, en mi caso, toda la pintura es accidente. Sí, lo preveo mentalmente, lo preveo, y sin embargo casi nunca lo realizo tal como lo preveo. El cuadro se transforma por sí solo en el proceso de elaboración. Utilizo pinceles muy gruesos, y tal como trabajo no sé en realidad muchas veces en qué acabará, y resultan muchas cosas que son mucho mejores de lo que yo podría hacer que fueran. ¿Es esto accidente? Quizá pueda decirse que no es un accidente, porque se convierte en un proceso selectivo que parte de ese accidente que uno decide preservar. Uno intenta, claro está, mantener la vitalidad del accidente y al mismo tiempo preservar una continuidad.
En realidad todo es constante lucha entre accidente y sentido crítico. [esto me parece la leche.]
Joan, 28 de octubre
hace unos días se me ocurrió, por aquello de implicar al público, que nos atáramos cada uno una cuerda o algo con un letrero al estilo: SI QUIERE QUE TOQUE TIRE DE LA CUERDA, que permitiera que el público eligiera nuestro comienzo de la intervención, cual perros que somos
Clau, 28 de octubre
Respecto a lo del sentido que tiene la presencia del saxofonista en un recital-preformance-o-lo-que-sea, ya hemos hablado algo esta mañana y tengo la impresión de que a Rubén (corrígeme si me equivoco) esa presencia le tocó los cojones por algo que va más allá de lo que él mismo puede argumentar y lo entiendo porque a todos nos pasa y a mi, en concreto, bastante a menudo. Por ejemplo, el típico recurso expresivo-lírico-pero-abstracto de la bailarina en un recital o en un concierto o en una exposición, desata con facilidad mis instintos asesinos. Sin embargo, estoy convencida de que el acierto o el error de poner bajo un foco tal o cual cuerpo-objeto con habilidades especiales no responde a ninguna teoría sino, como casi todo, al talento con que se pongan en relación las cosas entre si, incluyendo a los espectadores. Porque para mi la escena es una máquina de producir sentido que se sostiene y sobre las relaciones y se articula a partir de ellas.
Mars, 30 de octubre
lo del sentido se me hace muy cuesta arriba, lo reconozco… aquí voy a tener, ya las encuentro, dificultades para adaptarme a la dinámica del grupo. no encaja conmigo el ir tras un resultado; es más, no quiero esperar nada de este proceso, de hecho no lo hago, de ahí que todo él me esté resultando interesante, gratificante y yo me sienta afortunado de formar parte de él. si enfoco mi atención en la producción de un sentido, me estoy yendo a un lugar que no existe. no quiero tener que hacer esto, no quiero tener que especular en el contexto de algo que, creo, no lo necesita.
ojalá que esta reflexión no les cause enfado, nada más lejos de mi intención. si a uds no les incomoda contar con la presencia de un individuo que no quiere preocuparse por el sentido de lo que estamos pariendo juntos (y sí en poner conciencia a lo largo y ancho de un proceso, y sí en adoptar y mantener una actitud abierta y, en cierto modo, de abandono a cuanto suceda -aquello del accidente-), magnífico, será bonito seguir tejiendo junto a uds esta pequeña investigación.
mi ignorancia es enorme, en todo, más aún en esto de la escena y la música, por eso espero que no me regañen uds si digo que no veo nada claro eso que ud, claudia, afirma de que «la escena es una máquina de producir sentido». bueno… así, así… cuando sucede, si lo hace. eso que llamamos ‘sentido’, qué demonios será, de qué hablamos… para qué el sentido… y así hasta perder el sentido, el otro.
Rubén
qué bonito, qué bonito..
el sentido tiene que ver también con el sentir, y no solo con el resultado como expectativa/reflexiva fuera del cuerpo…no se preocupe usted, señor sarramian, pero sí, aquello es una máquina de producir sentido. el para qué está ahí..y no es lo mismo que espectáculo, no (al menos, no tendría porqué) y no es -tampoco tendría porqué serlo nunca- incompatible con ese lugar en el que usted está
se me rompió una muela y me araña la lengua así que tampoco me hagan mucho caso
Clau
No se inquieten por la alusión al sentido en mi comentario anterior, caballeros, porque no era mi intención significar que lo que hagamos tenga que tenerlo y menos aun el mismo para todos. Yo hablaba de la máquina: también podría decir que el teatro es una tecnología de producción de subjetividad o una máquina de desear, porque me compete pensar ese dispositivo en la medida en que me sirvo de él para mis fines, pero nada de esto quiere decir que yo pretenda adjudicarles a ustedes responsabilidad ninguna sobre ese hecho. Precisamente, una de las cosas que más me gusta de la máquina de marras es que funciona a pesar de los bichos que se metan dentro; una vez puesto en marcha el motor por el deseo del espectador, aquello va solo. Y así es como me gustaría usarla en su compañía; no se trata para mi de producir sentido, ni de generar significados a partir de nuestra colaboración, sino de explorar in media res el asunto de la escucha, tanto por la oreja como por el ojo y la piel.
Mars, 1 de noviembre
claro, mi temor era que aquello que ya estamos haciendo tuviera que tener tal o cual sentido. y no es que sienta una devoción irracional por el proceso, tampoco a él querría apegarme, pero reconozco que le tengo afecto, y esto es así porque su apariencia es algo que parece flotar en y sobre él continuamente. no cerca ni obstruye nada: finalmente uno tiene que rendirse, aceptar, renunciar a esperar.
me fascina el proceso, me siento cómodo en esa especie de constante desarticulación y disolución de cualquier literalidad y perspectiva en que consiste su pensamiento (si es que el proceso ‘piensa’). es como si no hubiera salida, o, mejor, como si ésta estuviera vibrando nerviosa y persistentemente allá al fondo y no fuéramos capaces de enfocarla.
al final se encuentra una, eso parece, pero no por haberla esbozado tiempo atrás (que es de lo que huyo), sino por la alocada e inacabable aplicación de trazos no representativos sobre trazos no representativos, por la coagulación de todos estos actos en la forma de una imagen maravillosa que nunca fue esperada.
lo que más respeto me da de las máquinas es que también conspiran…
mars, 3 de noviembre
¿por qué la música no desprendería, ella también [como la pintura], puras presencias, pero en función de un oído convertido en el órgano polivalente para cuerpos sonoros? ¿por qué no la poesía o el teatro, cuando son los de artaud o de beckett? el problema de la esencia de cada arte es un problema menos difícil de lo que se dice, y eventualmente el de su esencia clínica. es cierto que la música atraviesa profundamente nuestro cuerpo, y nos pone un oído en el vientre, en los pulmones… etc. entiende de onda y de nervios. pero arrastra justamente nuestro cuerpo, y los cuerpos, a otro elemento. desembaraza los cuerpos de su inercia, de la materialidad de su presencia. desencarna los cuerpos. de modo que se puede hablar con exactitud de cuerpo sonoro, e incluso de cuerpo a cuerpo en la música, por ejemplo en un motivo, pero es, como decía proust, un cuerpo a cuerpo material y desencarnado, donde no subsiste «una sola migaja de materia inerte y refractaria al espíritu». en cierto modo, la música comienza ahí donde la pintura acaba, y es eso lo que se quiere decir cuando se habla de superioridad de la música. se instala sobre líneas de fuga que atraviesan los cuerpos, pero que encuentran su consistencia en otra parte. mientras que la pintura se instala en lo alto, allí donde el cuerpo se escapa, pero, escapándose, descubre la materialidad que lo compone, la pura presencia de que está hecho y que no descubriría de otro modo. en pocas palabras, la pintura es quien descubre la realidad material del cuerpo, con su sistema líneas-colores, y su órgano polivalente, el ojo. «nuestro ojo insaciable y en celo», decía gauguin. la aventura de la pintura consiste en que sea solamente el ojo quien haya podido encargarse de la existencia material, de la presencia material: incluso para una manzana. cuando la música levanta su sistema sonoro y su órgano polivalente, el oído, se dirige a cualquier cosa menos a la realidad material del cuerpo, y les otorga a las entidades más espirituales un cuerpo desencarnado, desmaterializado. por eso, la música no tiene por esencia clínica la histeria, y se enfrenta mucho más a una esquizofrenia galopante. para histerizar la música habría que introducir en ella los colores, pasar por un sistema rudimentario o refinado de correspondencia entre los sonidos y los colores.
II
desde otro punto de vista, la cuestión de la separación de las artes, de su autonomía respectiva, de su eventual jerarquía, pierde toda importancia. porque hay una comunidad de las artes, un problema común. en arte, tanto en pintura como en música, no se trata de reproducir o de inventar formas, sino de captar fuerzas. incluso por eso es por lo que ningún arte es figurativo. la célebre fórmula de klee «no hacer lo visible, sino hacer visible» no significa otra cosa. la tarea de la pintura se define como el intento de hacer visibles fuerzas que no lo son. del mismo modo, la música se esfuerza por hacer sonoras fuerzas que no lo son. es una evidencia. la fuerza está en estrecha relación con la sensación: es preciso que una fuerza se ejerza sobre un cuerpo, es decir, sobre un punto de la onda, para que haya sensación. pero si la fuerza es la condición de la sensación, ella sin embargo no es sentida, puesto que la sensación «da» cualquier otra cosa a partir de las fuerzas que la condicionan. ¿cómo podrá suficientemente la sensación dar media vuelta sobre sí misma, aflojarse o contraerse, para captar en lo que nos da las fuerzas no dadas, para hacer que se sientan fuerzas insensibles y elevarse hasta sus propias condiciones? así es como la música debe hacer sonoras fuerzas insonoras, y la pintura visibles fuerzas invisibles. a veces son las mismas: el tiempo, que es insonoro e invisible, ¿cómo pintar o hacer que se oiga el tiempo?, ¿y las fuerzas elementales como la presión, la inercia, el peso, la atracción, la gravedad, la germinación? a veces, por el contrario, la fuerza insensible de tal arte parece más bien formar parte de los «datos» de tal otro arte: por ejemplo el sonido, o incluso el grito, ¿cómo pintarlos? (y al revés: ¿cómo hacer que se oigan los colores?).
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«Tal vez incluso existan dos tiempos, el que observamos y el que nos transforma».
Albert Camus
claudia, 7 de noviembre
yo estoy totalmente con Camus en su sospecha.
Joan 7 de noviembre
nos transforma una actitud intemporal, sí señor, el padre sarramián es un poeta.
a veces no sé si es necesaria siquiera una actitud, porque el presente esconde mil pasados agazapados que nos acechan los busquemos o no y todos hemos vivido la paradoja de que se nos junten los tiempos…
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Claudia Faci y Colectivo maDam, artistas residentes de Teatro Pradillo en 2013, presentan su primera creación conjunta: Arashi, cuyo deseo es poner la atención en cómo se articulan las relaciones entre la música y la escena y entre la improvisación y la composición. A partir de esta propuesta se articula el ciclo La música en la escena, en el que participan otros invitados como el compositor austríaco Radu Malfatti o el artista sonoro Dr. Kurogo, entre otros. Más información
Aproximaciones a la idea de diario (II)
Paralelamente a la presentación de la pieza «28 Buitres vuelan sobre mi cabeza» de Carlos Marquerie, se realizaron dos encuentros sobre la idea de diario.
Asistí a la segunda sesión, el jueves 31 de enero y, como suelo hacer, tomé notas en mi cuaderno que también es un diario sobre las acciones de Carlos Rod, David Mallols, Claudia Faci y colectivo maDam.
Intervención musical electroacústica / maDam
Siempre es esperanzador que un espacio dedicado a las artes escénicas promueva desde el primer día de su apertura la circulación de distintas disciplinas artísticas. Primero fue el video de Chus Domínguez y la coreógrafa Mónica Valenciano, luego el video instalación el Diezmo de artista de Marta Azparren y al día siguiente el Colectivo maDam con una intervención musical de improvisación acústica site specific.
Esta programación reivindica el hecho más que conocido, pero poco practicado, de que el arte nació con vocación transdisciplinar. Es difícil de creer que después de un siglo de prácticas que han cuestionado la especificidad del arte, desde las primeras vanguardias a las contaminaciones actuales, todavía escaseen proyectos que favorezcan el trabajo y la programación multidisciplinar. Por eso al terminar la jornada del 28 de abril con maDam, después de haber visto los trabajos de Fernando Renjifo y Paz Rojo, un espectador como yo se siente agradecida de haber pasado la tarde siendo tocada por el lenguaje de la palabra, el cuerpo y el sonido.
En particular, maDam fue una experiencia acústica de esas que ajustan los sentidos al cuerpo, como sucede cuando vamos al bosque o al mar. El trabajo del colectivo gira en torno a crear espacios ambientales sonoros ejecutados por instrumentos nobles, voces, equipos electrónicos y objetos comunes como piedras. El resultado de aquella noche fue una composición intensa en su capacidad de evocar paisajes emotivos y relajante por su estructura poco saturada.
Además sucede un fenómeno casi imperceptible que se diferencia de la música tradicional. El universo sonoro que emerger desde un objeto extraído de la cotidianeidad produce el mismo efecto que el actor que deja de hacer un personaje. La escena se vuelve real y el espectador piensa y siente proximidad, semejanza, pues ante él no se encuentra una técnica encarnada en un cuerpo que termina percibiéndose artificial. Al contrario, alguien como él le habla. Así mismo, cuando el sonido emerge de un ladrillo, de un juguete, teléfono o un cepillo para limpiar la ropa, por más extraña o próxima que nos parezca su musicalidad, resulta algo posible, pues a través de una sencilla tecnología y no de una técnica de la que somos analfabetos, imaginamos que cualquiera de nosotros puede hacer música. La paradoja es que esta percepción de simpleza es una apariencia. Las prácticas contemporáneas han logrado hacer parecer sencillas y accesibles expresiones que siguen siendo complejas, que requieren estudio y entrenamiento.
Aunque aquella noche estábamos rodeados de máquinas y cables, la piedra lanzada al muro por el clarinetista o el ladrillo rasgado por un cepillo de metal, nos hacía sentir más próximos a la música como a la naturaleza.