Llevo todo el día como en una nube con mi atención dispersa, con mi atención en otro lugar, no sé si es menor o sencillamente distinta. Esta mañana al levantarme y bajar las escaleras para desayunar mis gemelos y las plantas de mis pies me hablaban de las horas que pasé bailando, veintiuna horas cuidando el fuego. Llevando mi cuerpo al límite, comprobando como otras veces que ese límite es mayor en mi cabeza. Estar en el maratón me recordó la experiencia vivida el verano pasado en un temazcal, donde también el fuego ocupa un lugar central, estuve una noche manteniendo mi cuerpo en un espacio con temperaturas extremas, no sé decir cuantos grados había allí como no sé decir cuantas canciones bailé desde el sábado al domingo. Lo que sí sé es que en ambas experiencias la sensación que me queda en el cuerpo después, a pesar del cansancio o tal vez porque existe, es la sensación de estar viva, igual que conseguimos mantener vivo el fuego. Fue un placer sentir esa complicidad con l@s que estábamos allí unid@s para que el fuego no se apagara, sobre todo en algún “momento delicado”. Todavía veo la cara de Amalia diciendo esas palabras. Y en ambas experiencias además del fuego es también muy importante el grupo, el apoyo de l@s demás hace posible que siga, y siento que mi presencia está permitiendo también seguir a l@s demás. Esa idea de ser necesari@ sin ser imprescindible, de que lo importante está más allá de mí y a la vez que yo esté también es importante. Recuerdo también a una mujer que bailó acercándonos ya a los últimos minutos antes del final y nuestro aplauso espontáneo para despedirla. Estar tantas horas me permitió ver la evolución, los momentos tan distintos, lo que se iba generando y transformando. Me encanta la idea de hacer ese esfuerzo por mantener algo tan efímero como un grupo de personas bailando. Me parece otra manera de hacer ver que se hacen cosas más allá de un resultado práctico y eso también forma parte de la realidad. Gracias Amalia. Gracias a tod@s por los bailes, las risas, la música, por mantener el fuego encendido en este momento delicado.
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Mantener el fuego encendido
Fue una jornada larga, intensa y hermosa.
El baile nunca cesó y todavía se siente en el cuerpo.
«El Amanacer», Son de Madera.