En abril de 2017 el Teatro Pradillo cambia de gestión. En esta nueva etapa el equipo directivo nos encarga la curaduría de la temporada a Diana Delgado-Ureña y Jaime Vallaure. Proponemos hacer extensivo el trabajo a Itxaso Corral como artista residente en Barcelona, con la intención de incluir criterios, experiencias y modos de hacer de artistas que trabajan en contextos fuera de la ciudad de Madrid.
Cuando empezamos a trabajar en esta curaduría, Madrid ardía en el debate de las artes vivas. El concurso público para la dirección artística de las Naves de Matadero se resolvió a favor del proyecto de Mateo Feijoo. Una propuesta que está dando espacio a formas de trabajo en escena que no habían sido contempladas como susceptibles de ocupar un lugar en el ámbito de gestión de los teatros públicos de la ciudad. Ha sido una conquista simbólica, discutida, peleada y puesta en cuestión, pero que inevitablemente ha significado dar entrada a creadores, universos poéticos y simbólicos que antes ocupaban un espacio de visibilidad marginal.
Mucha de esa marginalidad híbrida está impresa en el ADN de Pradillo desde su anterior etapa de gestión. Como equipo curatorial sabemos que las condiciones de trabajo de los y las artistas, sean de las artes vivas o de las que no, siguen siendo precarias. Somos muchas las personas que alrededor de la creación trabajamos para que existan más espacios de pensamiento y expresión, y lo hacemos normalmente desde la precariedad, con escasos recursos y nula posibilidad de integrarnos en una estructura económica y profesional que nos permita vivir de nuestro trabajo.
La vocación de Pradillo hoy no es transformarse en un centro de creación. Entendemos el teatro como un espacio de intercambio y comunicación. Sigue siendo un lugar donde los y las artistas se encuentran con el público. No existen el uno sin el otro. Como curadores nos preguntamos ¿quiénes son esas personas del público y donde están? ¿es posible atraer al teatro a otros colectivos que investigan y experimentan en cuestiones relacionadas con los cuidados, las formas de estar juntos, las pedagogías críticas, el empoderamiento en la diversidad, la batalla contra la desigualdad rampante y la impunidad en todos los ámbitos de nuestra sociedad? ¿quiénes son nuestros aliados y dónde están esas personas afines?
Preguntas para las que tenemos algunas intuiciones y ninguna respuesta contundente. Y así está bien. Intentamos hacer preguntas que nos ayudan a pensar. Es la responsabilidad que asumimos cuando recibimos el encargo de proponer una programación: dar cuenta de con quién, cómo, por qué y desde dónde.
Como equipo invitado para comisariar una única temporada, el primer criterio que emergió de nuestras reuniones fue el de trabajar con lo que hay. Nos sentimos visceralmente conmovidas por una densa masa de afectos que habían quedado interrumpidos en el cambio de gestión de la sala. En el momento del encargo no sabíamos bien cómo conducirnos en ese tránsito y llegamos a imaginar nuestro trabajo como una especie de mediadores energéticos. Algo de eso había y algo de eso hay.
Proponemos aquí un movimiento de apertura. Los modos de hacer y las formas de estar serán otras, porque otras son las personas que gestionan y otras somos las que ocupamos efímeramente la curaduría. Pero el espacio del teatro sigue ahí y es desde ahí, desde las vibraciones del propio espacio físico, desde donde nos preguntamos ¿cómo habitamos el teatro? ¿qué significa ese habitar?
Hemos imaginado cómo ocuparían el espacio creadoras y creadores, espectadoras y espectadores, proyectos de investigación colectivos, agrupaciones efímeras de experimentación y aprendizaje, públicos por venir, gentes del teatro y de las artes vivas en diferentes momentos vitales y profesionales. Y la inquietud del inicio se disipó. Trabajamos sin miedo y sin red. Eso mismo proponemos a quienes invitamos.
Nuestra lógica ha sido llamar a personas y colectivos para habitar el teatro. No hemos pensado en programar piezas. Ponemos en valor el trabajo en continuidad en el ámbito de la investigación y la creación escénica. También el momento en que ese trabajo se encuentra con el público. Es nuestra forma de mirar alrededor. Somos conscientes de que es posible leer este movimiento como un desplazamiento del producto/obra al artista/marca y eso sólo sería una captura más de las muchas a las que estamos sujetos hoy. Nuestra intención no es esa.
Queremos huir de la insensibilidad y la saturación, poner nuestros cuerpos vibrantes en lo que hacemos, ser una curaduría exuberante y selvática, o dicho de otra forma, proponer una programación jamonera de la buena, buena de verdad, con mucha crianza al aire libre y mucha bellota.
Y desde estos espacios abiertos al pensamiento y la acción damos inicio con esta temporada a una diversidad de universos poéticos y simbólicos, una multiplicidad de formas y de lenguajes, una pluralidad de intereses, afinidades, divergencias y contrastes.
Lo que hemos ofrecido en nombre del equipo de gestión del teatro han sido unas condiciones de trabajo: el uso de la sala durante una semana, acompañamiento técnico y de producción básico, una pequeña cantidad destinada a honorarios, dos días de exhibición abierta al público y el 70% de la taquilla. Es lo que tenemos. Con esos mimbres invitamos a más de 30 creadores y creadoras a habitar Pradillo, a hacernos preguntas, también a interpelar al público.
Dos propuestas más componen el paisaje de la próxima temporada desde nuestro trabajo curatorial. Una será el intento escénico de hacer un vacío, abrir un hueco, dejar un silencio. La hemos llamado Ultraperiferias y está en fase embrionaria.
La última acción es editorial. Vamos a publicar cuatro Cuadernos a lo largo de la temporada en los que proponemos un trasvase del material espacio/temporal -que sería lo escénico / performativo- al plano bidimensional del papel impreso, con la intención de trasladar la secuencia de sentido que se plantea en el ámbito escénico al espacio del libro y dejar una huella del trabajo hecho. El Cuaderno Cero ya está publicado y ha sido nuestra tarjeta de visita.
Hoy las calles de Barcelona están convulsionadas, lo que pasa a nuestro alrededor no nos es indiferente, muchos de los campos de batalla de lo que nos está ocurriendo son materias de reflexión en escena ¿cómo se forma una comunidad? ¿cómo se mantiene? ¿tiene sentido seguir juntos? ¿podemos separarnos? ¿quien es parte de una comunidad y quien no? ¿cómo se legitima la representación y por quien? ¿es posible sanar las memorias, restituir las historias, contarnos desde la mínima y cercana relación? ¿encontrarnos?
Estas y muchas más preguntas en el aire de la próxima temporada del Teatro Pradillo
Os esperamos con ilusión
Un abrazo
Itxaso Corral, Diana Delgado-Ureña & Jaime Vallaure