El Aire. Fotografías del alma /ELENA CÓRDOBA


Instalación – performance con la que se inició, en 2008, el ciclo de creaciones Anatomía poética, un acercamiento desde la danza al interior del cuerpo. Se presentó, junto con otras dos obras del ciclo, en el Festival Escena Contemporánea en 2009.

“En esta obra mixta, entre la acción y la fotografía, quedó reflejado el momento en el que mi equipo y yo nos decidimos a mirar con paciencia lo más pequeño del movimiento para así poder mirar lo que late detrás de él. Queríamos levantar las capas del cuerpo (como lo hace la anatomía) hasta encontrar el alma, o el hueco que deja su ausencia. Esta pieza se llama el aire porque se basó en un estudio de los caminos de la respiración.”

 

Carne en fragmento

 

La carne

La imagen

La exposición detenida de un presente

El proceso en movimiento

respirar, vivir

Carne muerta respiración viva

2+4-2-4

0

La imagen es la imagen del cuerpo en detención

Es la posibilidad de pensar el cuerpo

Pensar la quietud del cuerpo, la ilusión de la quietud del cuerpo.

Pensar es decir ahora, una foto, una imagen, el cuerpo es una imagen, una idea, un discurso

La imagen es nada

Una fotografía del cuerpo nada tiene ver con el cuerpo

Con la carne

Decir cuerpo es una traición, imaginarlo es soñar

Decir cuerpo no existe, mirarlo mientras el tiempo viaja, corre, se mueve

Aparentemente se mueve, se lleva consigo a sí

Lo que era de sí

Lo que era

Exposición es trer lo que fué

Cargar, aguantar, soportar

Traer, ser, moverse, respirar,

Mostrar la carne

Las tetas

La piel en constante movimiento

La saliva sentada gimiendo

La luz de la foto es una mentira

La luz es una mentira

Opacidad

La luz de la fotografía no es el cuerpo

Aun cuando el cuerpo es una imagen

Una imagen no es verdad

El movimiento miente al presente

O se subordina

La imagen perfecta

Con la luz perfecta

La piel perfecta

Sonrisa, mirada,

Gesto

Estado

Emoción

Historia

La perfección del relato

El tiempo

El tiempo

El tiempo

Movimiento

El tiempo

Ahora

Ahora

Ahora presente

Antes después

(Estoy citando)

(referenciando)

Un loop de hacer

Los elementos: la carne, la piel, la mujer, la mujer, la tierra, la foto, la otra foto y la otra foto también

LA IMAGEN

LA

Los elementos puestos en juego aquí, la imagen intentando ser un presente, la piel de 2 mujeres, 2. Un pedazo de carne colgando. Un micrófono, una manzana, el aire que entra y sale. La imagen del cuerpo nada tiene que ver con el cuerpo. El más pequeño movimiento, las entrañas, extrañas, movimiento, flujo, cuerpo de mujer. La Vida, el proceso, el cambio. La Muerte considerada en la vida, vida hacia la muerte. Estados, composición en descomposición. Podría estar todo al mismo tiempo, podríamos ver estas imágenes correlativas sucediendo sin sucederse, todas puestas en común en el mismo tiempo presente, una ahora de una hora, un ahora de los fragmentos de una hora. Un ahora que me permita seguir igual de la misma manera o todo lo contrario. Un ahora que suceda después. El ahora precursando ese después. Lo siguiente contiene el precedente, progreso, un ciclo. Observamos un lento proceso de transformación en el cuerpo, el espacio, el relato. No es lo mismo poner la foto de un cuerpo, decir cuerpo o exponer un cuerpo. La puesta en escena es la misma, el escenario del cuerpo es la piel.

Bailar en un momento delicado

Llevo todo el día como en una nube con mi atención dispersa, con mi atención en otro lugar, no sé si es menor o sencillamente distinta. Esta mañana al levantarme y bajar las escaleras para desayunar mis gemelos y las plantas de mis pies me hablaban de las horas que pasé bailando, veintiuna horas cuidando el fuego. Llevando mi cuerpo al límite, comprobando como otras veces que ese límite es mayor en mi cabeza. Estar en el maratón me recordó la experiencia vivida el verano pasado en un temazcal, donde también el fuego ocupa un lugar central, estuve una noche manteniendo mi cuerpo en un espacio con temperaturas extremas, no sé decir cuantos grados había allí como no sé decir cuantas canciones bailé desde el sábado al domingo. Lo que sí sé es que en ambas experiencias la sensación que me queda en el cuerpo después, a pesar del cansancio o tal vez porque existe, es la sensación de estar viva, igual que conseguimos mantener vivo el fuego. Fue un placer sentir esa complicidad con l@s que estábamos allí unid@s para que el fuego no se apagara, sobre todo en algún “momento delicado”. Todavía veo la cara de Amalia diciendo esas palabras. Y en ambas experiencias además del fuego es también muy importante el grupo, el apoyo de l@s demás hace posible que siga, y siento que mi presencia está permitiendo también seguir a l@s demás. Esa idea de ser necesari@ sin ser imprescindible, de que lo importante está más allá de mí y a la vez que yo esté también es importante. Recuerdo también a una mujer que bailó acercándonos ya a los últimos minutos antes del final y nuestro aplauso espontáneo para despedirla. Estar tantas horas me permitió ver la evolución, los momentos tan distintos, lo que se iba generando y transformando. Me encanta la idea de hacer ese esfuerzo por mantener algo tan efímero como un grupo de personas bailando. Me parece otra manera de hacer ver que se hacen cosas más allá de un resultado práctico y eso también forma parte de la realidad. Gracias Amalia. Gracias a tod@s por los bailes, las risas, la música, por mantener el fuego encendido en este momento delicado.

dolor, imagen, palabra

Es curioso, buscando palabras para acompañar la pieza de ziad, me vinieron a la memoria imágenes, imágenes de «el amor y el éxtasis» de Isabel Muñoz y buscándolas a ellas encontré esta otra, una foto que habla de otra foto. Me atrapa la idea del observador y la dimensión que eso me produce teniéndome en cuenta como observador (espectador). Y ahora que observo la imagen me vienen palabras. Hace unos minutos cuando veía esta foto por primera vez, solo podía percibir dolor y ahora (acompañado de música sufí, como residuo del fuego encendido) descubro que el dolor estaba tan solo en idea, fruto del significado que le doy a una aguja atravesando la carne y esa idea me producía dolor, pero si prescindo de la idea o la observo solo me queda el extrañamiento, la lucha por querer entender, la emoción.

ojo, cabeza, corazón

¿Es posible representar el dolor a través de las imágenes? ¿Es posible dar cuenta/funcionar a modo de testigo de las ausencias?

Hacer del pasado presente, actualizar la pérdida. Nombrar el dolor, capturarlo, en forma de palabra, imagen, cuerpo… Encarnar al otro, traerlo al aquí y ahora sin instrumentalizarlo, solo impulsados por el deseo de sentirnos, por un instante, un poco menos solos.

Sé que tu dolor será para mí siempre algo obtuso, ralo, innaccesible. Sé, además, que la representación de tu dolor llegará siempre tarde. Sin embargo, sé también que en esa distancia y en ese retardo, acontece la responsabilidad. Es en este entre, en ese espacio insalvable que nos separa a tu cuerpo del mío, donde surge la posibilidad de una ética que es también la posibilidad de una estética.

Auschwitz, Beirut, Sao Tomé… escenarios, todos, donde hallar tu dolor. Lugares, estos, sobre los que posar ojo, cabeza, corazón.

Los olvidados son siempre los (más) importantes.

POR EL DOLOR, LA ALEGRÍA

 

Empezamos el taller exponiendo las imágenes que nos habían surgido escuchando La pastoral de Beethoven. Compruebo una vez más nuestra capacidad de imaginar y me planteo lo poco que se fomenta en nuestra cultura. Después de enumerar imágenes y acciones posibles e imposibles, como caminar sin pisar el suelo, volvemos a escuchar la sinfonía con la intención de traer los lugares que hemos imaginado al cuerpo. Claudia Faci nos señala que lo único que tenemos es nuestra concentración, nuestra carne, nuestra mirada en relación al espacio y a otros cuerpos. A partir de ahí seguimos buscando distintas acciones para concretar lo que haremos el martes. El objetivo de todo esto es apoyar con nuestra presencia un teatro que decide abrir sus puertas en un momento en el que lo habitual es cerrarlas. Trabajamos con la idea de la primavera, el campo, la alegría, el disfrute, el placer y siento en ellos un espacio de resistencia. Ahora que cada vez se nos pone más difícil lo cotidiano, poder utilizar el transporte público para ir a trabajar o para buscar trabajo, expresarnos, reunirnos y casi todo lo que no nos conduzca a producir o a consumir, ahora más que nunca se hace necesario un espacio creado desde otro lugar, un lugar para la creación y el compartir, al igual que un espacio en nuestros cuerpos para respirar ante tanta dificultad y para disfrutar. Porque ahí no nos pueden controlar, porque mi alegría es mía, nuestra alegría es nuestra y ahí no pueden entrar. Porque al final nuestra venganza es ser felices.

«La Pastoral», de Claudia Faci

«Nos Queda La Pastoral», son las palabras que me he encontrando diciendo en algún momento durante estos días, tras el taller y la presentación de la pieza de Claudia Faccci. He hecho de su «pastoral» mi «pastoral» y cuando digo «pastoral» me refiero a un espacio donde abrirse, encontrarse, compartirse, disfrutarse, y entregarse, conceptos sobre los que se sustenta esta pieza…
Lo primero que hicimos para el taller fue poner en común las imágenes evocadas por la música: 
bailarinas / putas / agrupaciones / derribar muros / mujer que corre abriendo puertas / cursi / bestia / ropa tendida / laberinto / persecución / sabanas / caballos / cristales que se rompen / escaleras / bosque / vapor de agua / caracoles / agua hirviendo / gas / liquido / solido / orgasmo / desubicado / no poder salir / arboles con mujeres colgadas del cabello con vestidos largos / agua que sube / quitar el tapón de un desagüe / dificultad para bajar las escaleras / campo / goya /  el columpio / alicia en el país de las maravillas / mujeres yendo de puntillas / éxodo /  posiciones deformes / baile de mascaras / pasarela de christian lacroix / mezcla de cosas / caminar sin pisar el suelo / esperar un tren / abandonarse con serenidad / personas gritándose / agua / manos abiertas / lluvia / cuerpo que se funde…
Después bajar al cuerpo, hacerlo disponible, disponerlo a la apertura, a la entrega, a la voluptuosidad, al goce, al disfrute, huir del hacer que hago, estar, seguir el impulso…
Como resumen de la pieza, nada mejor que mis sensaciones ayer a las tres de la mañana. El alcohol y su inercia, acompañando a la palabra, tres personas, dos pertenecientes al cuerpo de baile y una persona del público hablando sobre la pieza, sobre el amor y mi sentir no era otro que el de que eso formaba parte de la pieza, ese convertirnos en comunidad, un estar en el presente, un disfrutar del goce de compartirnos…. Y tras la despedida, caminando solo hacia casa me encuentro con tres tipos borrachos tocando flamenco, tres tipos con dificultad para mantenerse en pie cantan flamenco y pienso en la resistencia, la alegría como resistencia, el arte como resistencia, la resistencia como algo básico, concreto, sencillo…

Las palabras perdidas

Las palabras perdidas. Un hermoso vídeo de Elena Alonso y Marisa Amor con poemas de Alfredo Buxán (Las palabras perdidas, Bartleby, 2011), presentado en el Teatro Pradillo el 1 de mayo, en «Cuidar el fuego. Jornadas de apertura». Ocho minutos muy recomendables.

Fuente: AF Lera/Magrinyana

El amor y el trabajo / Ana Pasadena

Para quienes seguimos la escena contemporánea de cerca, es interesante encontrarnos con  trabajos de creación que, ya sea por opción o por algo difícil de definir, desarrollan prácticas que, como estudios o variaciones, se van creando al mismo tiempo en que van adquiriendo otras comprensiones sobre su propio proceso. Esto no extraña, las creaciones se hacen de esta manera. Lo que tiene de particular es la transparencia de esta metodología a la hora de presentar una aproximación a los resultados.  El amor y el trabajo del colectivo Ana Pasadena, posee al menos cuatro versiones o posibilidades de enfocar la problemática del sexo, cuerpo y género desde que fue presentada por primera vez en el 2010 en Matadero.

El amor y el trabajo comenzó como una pieza de lenguaje convencional que, aunque poseía ciertos quiebres que dejaban ver una inquietud por lo performativo, no lograba escapar del encorsetamiento impuesto  por un tipo de enseñanza basada en una comprensión tradicional de lo escénico. La pieza comenzaba con una acción en la que los actores pesaban sus almas y relaciones mientras la báscula arrojaba el resultado en alemán.  Aquella imagen lograba inquietar, pues volvía metafísico algo completamente físico.

En esta última versión, que por cierto, es la primera de una nueva residencia de investigación, la mayoría de los componentes de la anterior pieza han desaparecido para dar espacio a un nuevo  material y a una manera aún más fragmentada de relacionar este material.  La lectura de un cuento que recuerda la trágica historia de la Sirenita de Hans Christian Andersen, supone una reflexión sobre las posibilidades y responsabilidades del género, contrastado con el test de embarazo que realizan Michela, María y Roberto, en un sutil ejercicio de borrado. La cosificación del amor a lenguaje de sordo mudo quizás como una forma de relacionarlo con el sexo, siempre más tangible y real.  Mención aparte merecen las polaroid proyectadas de Michela Depetri, cargadas de intimidad y envueltas en irreconocible temporalidad que recuerda al trabajo de Nan Golding, por cierta crudeza en la imagen.

Surgen entonces otras preguntas ¿Cuál es la reflexión sobre el trabajo que corresponde plantear en un momento en que su precarización se vuelve legal? ¿Qué espacio ocupa el amor en una sociedad que tiene la responsabilidad de reaccionar ante los hechos consumados de una política ultraliberal? ¿Qué tiene que decir la generación más joven sobre su presente y futuro?

Creo ir entendiendo, junto con este proceso, que en el centro no solo está en marcha la búsqueda y la investigación de un lenguaje. También está la maduración de los integrantes más constantes dentro del colectivo, en relación a lo que están explorando. Es un proceso vital porque visibiliza en el mismo lugar de la pieza el cambio de ciclo vital, como si se tratara de un rito de paso. Estamos presenciando un cambio de piel y lo seguiremos viendo durante la residencia que realizarán en Pradillo.

Intervención musical electroacústica / maDam

Siempre es esperanzador que un espacio dedicado a las artes escénicas promueva desde el primer día de su apertura la circulación de distintas disciplinas artísticas. Primero fue el video de Chus Domínguez y la coreógrafa Mónica Valenciano, luego el video instalación el  Diezmo de artista de Marta Azparren y al día siguiente el Colectivo maDam con una intervención musical de improvisación acústica site specific.

Esta programación reivindica el hecho más que conocido, pero poco practicado, de que el arte nació con vocación transdisciplinar. Es difícil de creer que después de un siglo de prácticas que han cuestionado la especificidad del arte, desde las primeras vanguardias a las contaminaciones actuales, todavía escaseen proyectos que favorezcan el trabajo y la programación multidisciplinar. Por eso al terminar la jornada del 28 de abril con maDam, después de haber visto los trabajos de Fernando Renjifo y Paz Rojo, un espectador como yo se siente agradecida de haber pasado la tarde siendo tocada por el lenguaje de la palabra, el cuerpo y el sonido.

En particular, maDam fue una experiencia acústica de esas que ajustan los sentidos al cuerpo, como sucede cuando vamos al bosque o al mar. El trabajo del colectivo gira en torno a crear espacios ambientales sonoros ejecutados por instrumentos nobles, voces, equipos electrónicos y objetos comunes como piedras. El resultado de aquella noche fue una composición intensa en su capacidad de evocar paisajes emotivos y relajante por su estructura poco saturada.

Además sucede un fenómeno casi imperceptible que se diferencia de la música tradicional.   El universo sonoro que emerger desde un objeto extraído de la cotidianeidad produce el mismo efecto que el actor que deja de hacer un personaje. La escena se vuelve real y el espectador piensa y siente proximidad, semejanza, pues ante él no se encuentra una técnica encarnada en un cuerpo que termina percibiéndose artificial. Al contrario, alguien como él le habla. Así mismo, cuando el sonido emerge de un ladrillo, de un juguete, teléfono o un  cepillo para limpiar la ropa, por más extraña o próxima que nos parezca su musicalidad, resulta algo posible, pues a través de una sencilla tecnología y no de una técnica de la que somos analfabetos, imaginamos que cualquiera de nosotros puede hacer música. La paradoja es que esta percepción de simpleza es una apariencia. Las prácticas contemporáneas han logrado hacer parecer sencillas y accesibles expresiones que siguen siendo complejas, que requieren estudio y entrenamiento.

Aunque aquella noche estábamos rodeados de máquinas y cables, la piedra lanzada al muro por el clarinetista o el ladrillo rasgado por un cepillo de metal, nos hacía sentir más próximos a la música como a la  naturaleza.