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El primer día
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Los primeros días
Promete que me llamarás. Pero no te cortes ¿eh?. Descuida, lo haré.
Pero un día te harás mayor. Púber, adolescente, treintañero. Sénil. Y te parecerá que nunca fuiste adulto y que te hiciste viejo demasiado pronto, porque uno siempre envejece de manera prematura. Y otro día querrás encontrar el origen de la traición, no sólo de la tuya, sino también la de todos los demás. Dime que aún así me llamarás y que querrás cumplir con el resto de lo prometido.
Tengo 25 años en Europa, tengo 10 años en Europa y tengo el cuerpo manchado de historia.
(…)
No sé si estas palabras la he inventado a medida que escribía o son los restos del estallido al que asistimos ayer en Cineteca, durante el estreno de la película Los primeros días, de La tristura y Juan Rayos. Quizá sí, las inventé en un tiempo muy lejano, anterior al día en que nacimos hace 30 años, o a caso en un tiempo que no ha llegado todavía. Pero no importa, porque hoy estoy segura de que éstas palabras son tan suyas como mías, que son las palabras de una generación.
Los primeros días es una película que relata el proceso de preparación de la obra Materia prima que La tristura presentó en 2011 (obra que cerraba la trilogía de la educación sentimental, tras Años noventa, nacimos para ser estrellas (2008) y Actos de juventud (2010)). Candela, Ginebra, Gonzalo y Siro prestan sus cuerpos de 10 años a los miembros de un colectivo que se (nos) clavan preguntas como cuchillos sobre las huellas de un pasado (el suyo propio, el de los niños y el de todo aquél que se deje llevar por la película).
¿Cómo éramos al principio? Pregunta Ginebra mirando a cámara sin piedad, mirándonos directamente a lo ojos, aunque intentemos esquivar la pregunta. ¿Quién se acuerda? Insiste. Y ese cuerpo de 10 años que creeríamos presentarse como un objeto frágil no se quiebra. Al contrario, continua implacable pronunciando un texto que no ha escrito pero que le pertenece. Un cuerpo sin a penas memoria (¿cómo podría tenerla en un tiempo tan breve?) pero ya, manchado de historia, cargado de culpas ajenas, preparado para las traiciones, sobre el que otros han proyectado sus huellas como en un pantalla vacía.
Al principio, vivíamos a golpes. Sentencia Ginebra, a modo de respuesta. ¿Pero de qué principio podría hablar una vida de sólo 10 años? El origen se anuncia, entonces, como un punto mucho más difuso que el que indican los primeros minutos de una película, de un proceso de trabajo. Los primeros días del resto de nuestras vidas.
La tristura cumple 10 años. Celebran el origen, e imagino que también los golpes, las dudas, los afectos, las desintegraciones. Una memoria breve pero consciente, como la de una niña que nos habla de un pasado muy lejano, como si en realidad pensara en un futuro insondable que no la estuviera esperando. ¿Seguiremos ahora viviendo a golpes?
10 años, 25 años, 100 años en Europa.
Correspondencia entre Claudia Faci y Colectivo maDam
Fragmentos de la correspondencia mantenida entre Claudia Faci y el Colectivo maDam durante el proceso de creación de Arashi.
Mars, 26 de julio
hay fiebre, sí.
he asistido nítidamente a una conversación entre claudia y franco.
ella le preguntaba qué es la música.
entonces, él ha sacado de un bolsillo del pantalón militar, de entre el cabello de la sien y el bigote, prestifrancodigitador!, algunas monedas de 50 céntimos, con agujero en el centro. ponía «españa 1949». lo prometo.
entonces va y las pincha en agujas de hacer punto, clavadas a su vez en un pan redondo de los de antes. eso parecía un bosquecillo de setas.
después coge un par de agujas y dice «tocar la batería», y se pone manos a la obra.
no me gusta delirar, francomente.
francomen.
franco.
fran.
Mars, 23 de agosto
el título, ‘la música en la escena’, ese ‘en’ central, me inquieta, en el buen sentido. parece que dice ‘a está en b’ y es como si me agobiara un poco. quizá charlar en torno a ese ‘en’ pueda aportarnos algo en el proceso creativo. nunca se sabe.
me encanta que se describa el proyecto mediante el recurso a la pregunta. quizá sea lo único que tenemos hasta el momento: preguntas; quizá nunca contemos con respuestas, lo cual no está mal. me seduce la idea de trabar y fundir todas las preguntas que se formulen a lo largo del proceso en una sola, abierta, completamente abierta para siempre.
yo, tratando de abrir aún más la piedra, quiero picar en ella añadiendo algunas preguntas al texto de rubén. pego aquí el ‘comentario del creador sobre el proyecto’ e inserto algunas bobadas en letra mayúscula:
El tiempo en escena, el tiempo en la música, el tiempo percibido, el tiempo cronológico y el tiempo histórico… ¿son tiempos distintos? ¿ACASO EXISTE EL TIEMPO? ¿Podemos parcelar los procesos? ¿Podemos describir, fechar con exactitud, cuándo se producen los cambios? ¿IMPORTA QUE LOS CAMBIOS, SI SE DAN, SE ACABEN DESVANECIENDO EN OTRO TIEMPO INCIERTO O BIEN DEVENGAN TRANSFORMADORES? ¿Podemos asirnos a algo o todo es rastro deshilachado? ¿ES CONVENIENTE ASIRSE A ALGO, INCLUSO AL DEVANEO ESPECULADOR? ¿ES RELEVANTE HACERLO? ¿El tiempo del que hace es el mismo del que no hace? ¿Quién hace más, el que hace o el que no hace? ¿Y QUÉ ES ‘NO HACER’? ¿ES ALGO, ES UN PUNTO EN EL VACÍO O EN EL TODO? ¿Puede constituirse la escucha en acto desestabilizador? Y, ANTES, ¿PUEDE UNA INTENCIÓN, O UNA ACTITUD, DESARTICULAR Y CONSUMIR CUALQUIER ACTO? ¿ES LA ATENCIÓN UN MARCO DIRECTOR? En un mismo espacio y en un tiempo compartido, ¿puede separarse a los que hacen de los que observan? ¿PUEDEN, LOS QUE OBSERVAN, SALIR DE SÍ Y OBSERVARSE A SÍ MISMOS OBSERVANDO? ¿LES PERMITE ESTO CONOCER(SE) MEJOR, DE OTRO MODO? ¿ES TRANSFORMADOR O SOLO UN DESARROLLO HELICOIDAL ENAJENANTE? ¿PINTA ALGO LA CONCIENCIA EN TODO ESTO? ¿Pueden las herramientas espectaculares ayudar a luchar contra la sociedad espectacular? ¿Podemos hacer o, mejor dicho, podemos no hacer? ¿PODEMOS OBSERVAR, TOMAR NOTA, IDENTIFICAR Y NO JUZGAR, NO HACER JUICIOS DE VALOR, NO ELABORAR CUANDO SUCEDE ALGO FRENTE A NOSOTROS? ¿ES ESTO NO HACER NADA? Y, FINALMENTE, ¿NO SOMOS, ANTE EL TIEMPO, ENTRE EL TIEMPO, EN EL TIEMPO Y EN EL ESCENARIO DE LA VIDA MEROS PAJARILLOS CON LAS ALAS CORTADAS?
Mars, 22 de octubre
nuevamente les dejo aquí un pequeño fragmento de «entrevista con francis bacon», en el que se habla del accidente, de lo accidental en el proceso creativo de bacon (en realidad el tema aparece una y otra vez a lo largo del librito).
cuando yo pintaba, solía aceptar de buen grado cualquier evento no previsto, accidental, y me era especialmente grato detenerme un instante (que podía durar días) a jugar con la parte material de ese accidente. era una investigación sumamente placentera. cuando no tenía delante el lienzo, la parte no material del accidente se mezclaba con ensoñaciones (y pesadillas) y me hacía casi imposible llevar una vida normal, pero esta es otra historia…
releer este librito me ha situado de nuevo en ese registro, y siento que volver a poner en el foco de mi conciencia este asunto y, sobre todo, aceptar plenamente lo accidental en el devenir del proceso que ahora compartimos (y de aquello que finalmente vayamos a poner frente al espectador), va a ser especialmente importante para mí.
por otro lado, lo accidental es connatural de la improvisación libre, no tanto de la pintura, donde hay, en general, previsión, composición, cálculo. hay un matiz en el accidente en pintura que aún no puedo explicar con palabras y que creo que se puede trasladar a lo que tenemos entre manos, o así lo veo yo.
en fin, que me estoy enrollando…
aquí les dejo ese fragmento, por si fuera de su interés y pudiera conducirles a otros territorios:
David Sylvester:
Pero ¿puedes generalizar sobre hasta qué punto prevés estas transformaciones de imágenes preexistentes antes de empezar un lienzo y cuántas transformaciones se van a producir durante la transformación del cuadro?
Francis Bacon:
Ya sabes que, en mi caso, toda la pintura es accidente. Sí, lo preveo mentalmente, lo preveo, y sin embargo casi nunca lo realizo tal como lo preveo. El cuadro se transforma por sí solo en el proceso de elaboración. Utilizo pinceles muy gruesos, y tal como trabajo no sé en realidad muchas veces en qué acabará, y resultan muchas cosas que son mucho mejores de lo que yo podría hacer que fueran. ¿Es esto accidente? Quizá pueda decirse que no es un accidente, porque se convierte en un proceso selectivo que parte de ese accidente que uno decide preservar. Uno intenta, claro está, mantener la vitalidad del accidente y al mismo tiempo preservar una continuidad.
En realidad todo es constante lucha entre accidente y sentido crítico. [esto me parece la leche.]
Joan, 28 de octubre
hace unos días se me ocurrió, por aquello de implicar al público, que nos atáramos cada uno una cuerda o algo con un letrero al estilo: SI QUIERE QUE TOQUE TIRE DE LA CUERDA, que permitiera que el público eligiera nuestro comienzo de la intervención, cual perros que somos
Clau, 28 de octubre
Respecto a lo del sentido que tiene la presencia del saxofonista en un recital-preformance-o-lo-que-sea, ya hemos hablado algo esta mañana y tengo la impresión de que a Rubén (corrígeme si me equivoco) esa presencia le tocó los cojones por algo que va más allá de lo que él mismo puede argumentar y lo entiendo porque a todos nos pasa y a mi, en concreto, bastante a menudo. Por ejemplo, el típico recurso expresivo-lírico-pero-abstracto de la bailarina en un recital o en un concierto o en una exposición, desata con facilidad mis instintos asesinos. Sin embargo, estoy convencida de que el acierto o el error de poner bajo un foco tal o cual cuerpo-objeto con habilidades especiales no responde a ninguna teoría sino, como casi todo, al talento con que se pongan en relación las cosas entre si, incluyendo a los espectadores. Porque para mi la escena es una máquina de producir sentido que se sostiene y sobre las relaciones y se articula a partir de ellas.
Mars, 30 de octubre
lo del sentido se me hace muy cuesta arriba, lo reconozco… aquí voy a tener, ya las encuentro, dificultades para adaptarme a la dinámica del grupo. no encaja conmigo el ir tras un resultado; es más, no quiero esperar nada de este proceso, de hecho no lo hago, de ahí que todo él me esté resultando interesante, gratificante y yo me sienta afortunado de formar parte de él. si enfoco mi atención en la producción de un sentido, me estoy yendo a un lugar que no existe. no quiero tener que hacer esto, no quiero tener que especular en el contexto de algo que, creo, no lo necesita.
ojalá que esta reflexión no les cause enfado, nada más lejos de mi intención. si a uds no les incomoda contar con la presencia de un individuo que no quiere preocuparse por el sentido de lo que estamos pariendo juntos (y sí en poner conciencia a lo largo y ancho de un proceso, y sí en adoptar y mantener una actitud abierta y, en cierto modo, de abandono a cuanto suceda -aquello del accidente-), magnífico, será bonito seguir tejiendo junto a uds esta pequeña investigación.
mi ignorancia es enorme, en todo, más aún en esto de la escena y la música, por eso espero que no me regañen uds si digo que no veo nada claro eso que ud, claudia, afirma de que «la escena es una máquina de producir sentido». bueno… así, así… cuando sucede, si lo hace. eso que llamamos ‘sentido’, qué demonios será, de qué hablamos… para qué el sentido… y así hasta perder el sentido, el otro.
Rubén
qué bonito, qué bonito..
el sentido tiene que ver también con el sentir, y no solo con el resultado como expectativa/reflexiva fuera del cuerpo…no se preocupe usted, señor sarramian, pero sí, aquello es una máquina de producir sentido. el para qué está ahí..y no es lo mismo que espectáculo, no (al menos, no tendría porqué) y no es -tampoco tendría porqué serlo nunca- incompatible con ese lugar en el que usted está
se me rompió una muela y me araña la lengua así que tampoco me hagan mucho caso
Clau
No se inquieten por la alusión al sentido en mi comentario anterior, caballeros, porque no era mi intención significar que lo que hagamos tenga que tenerlo y menos aun el mismo para todos. Yo hablaba de la máquina: también podría decir que el teatro es una tecnología de producción de subjetividad o una máquina de desear, porque me compete pensar ese dispositivo en la medida en que me sirvo de él para mis fines, pero nada de esto quiere decir que yo pretenda adjudicarles a ustedes responsabilidad ninguna sobre ese hecho. Precisamente, una de las cosas que más me gusta de la máquina de marras es que funciona a pesar de los bichos que se metan dentro; una vez puesto en marcha el motor por el deseo del espectador, aquello va solo. Y así es como me gustaría usarla en su compañía; no se trata para mi de producir sentido, ni de generar significados a partir de nuestra colaboración, sino de explorar in media res el asunto de la escucha, tanto por la oreja como por el ojo y la piel.
Mars, 1 de noviembre
claro, mi temor era que aquello que ya estamos haciendo tuviera que tener tal o cual sentido. y no es que sienta una devoción irracional por el proceso, tampoco a él querría apegarme, pero reconozco que le tengo afecto, y esto es así porque su apariencia es algo que parece flotar en y sobre él continuamente. no cerca ni obstruye nada: finalmente uno tiene que rendirse, aceptar, renunciar a esperar.
me fascina el proceso, me siento cómodo en esa especie de constante desarticulación y disolución de cualquier literalidad y perspectiva en que consiste su pensamiento (si es que el proceso ‘piensa’). es como si no hubiera salida, o, mejor, como si ésta estuviera vibrando nerviosa y persistentemente allá al fondo y no fuéramos capaces de enfocarla.
al final se encuentra una, eso parece, pero no por haberla esbozado tiempo atrás (que es de lo que huyo), sino por la alocada e inacabable aplicación de trazos no representativos sobre trazos no representativos, por la coagulación de todos estos actos en la forma de una imagen maravillosa que nunca fue esperada.
lo que más respeto me da de las máquinas es que también conspiran…
mars, 3 de noviembre
¿por qué la música no desprendería, ella también [como la pintura], puras presencias, pero en función de un oído convertido en el órgano polivalente para cuerpos sonoros? ¿por qué no la poesía o el teatro, cuando son los de artaud o de beckett? el problema de la esencia de cada arte es un problema menos difícil de lo que se dice, y eventualmente el de su esencia clínica. es cierto que la música atraviesa profundamente nuestro cuerpo, y nos pone un oído en el vientre, en los pulmones… etc. entiende de onda y de nervios. pero arrastra justamente nuestro cuerpo, y los cuerpos, a otro elemento. desembaraza los cuerpos de su inercia, de la materialidad de su presencia. desencarna los cuerpos. de modo que se puede hablar con exactitud de cuerpo sonoro, e incluso de cuerpo a cuerpo en la música, por ejemplo en un motivo, pero es, como decía proust, un cuerpo a cuerpo material y desencarnado, donde no subsiste «una sola migaja de materia inerte y refractaria al espíritu». en cierto modo, la música comienza ahí donde la pintura acaba, y es eso lo que se quiere decir cuando se habla de superioridad de la música. se instala sobre líneas de fuga que atraviesan los cuerpos, pero que encuentran su consistencia en otra parte. mientras que la pintura se instala en lo alto, allí donde el cuerpo se escapa, pero, escapándose, descubre la materialidad que lo compone, la pura presencia de que está hecho y que no descubriría de otro modo. en pocas palabras, la pintura es quien descubre la realidad material del cuerpo, con su sistema líneas-colores, y su órgano polivalente, el ojo. «nuestro ojo insaciable y en celo», decía gauguin. la aventura de la pintura consiste en que sea solamente el ojo quien haya podido encargarse de la existencia material, de la presencia material: incluso para una manzana. cuando la música levanta su sistema sonoro y su órgano polivalente, el oído, se dirige a cualquier cosa menos a la realidad material del cuerpo, y les otorga a las entidades más espirituales un cuerpo desencarnado, desmaterializado. por eso, la música no tiene por esencia clínica la histeria, y se enfrenta mucho más a una esquizofrenia galopante. para histerizar la música habría que introducir en ella los colores, pasar por un sistema rudimentario o refinado de correspondencia entre los sonidos y los colores.
II
desde otro punto de vista, la cuestión de la separación de las artes, de su autonomía respectiva, de su eventual jerarquía, pierde toda importancia. porque hay una comunidad de las artes, un problema común. en arte, tanto en pintura como en música, no se trata de reproducir o de inventar formas, sino de captar fuerzas. incluso por eso es por lo que ningún arte es figurativo. la célebre fórmula de klee «no hacer lo visible, sino hacer visible» no significa otra cosa. la tarea de la pintura se define como el intento de hacer visibles fuerzas que no lo son. del mismo modo, la música se esfuerza por hacer sonoras fuerzas que no lo son. es una evidencia. la fuerza está en estrecha relación con la sensación: es preciso que una fuerza se ejerza sobre un cuerpo, es decir, sobre un punto de la onda, para que haya sensación. pero si la fuerza es la condición de la sensación, ella sin embargo no es sentida, puesto que la sensación «da» cualquier otra cosa a partir de las fuerzas que la condicionan. ¿cómo podrá suficientemente la sensación dar media vuelta sobre sí misma, aflojarse o contraerse, para captar en lo que nos da las fuerzas no dadas, para hacer que se sientan fuerzas insensibles y elevarse hasta sus propias condiciones? así es como la música debe hacer sonoras fuerzas insonoras, y la pintura visibles fuerzas invisibles. a veces son las mismas: el tiempo, que es insonoro e invisible, ¿cómo pintar o hacer que se oiga el tiempo?, ¿y las fuerzas elementales como la presión, la inercia, el peso, la atracción, la gravedad, la germinación? a veces, por el contrario, la fuerza insensible de tal arte parece más bien formar parte de los «datos» de tal otro arte: por ejemplo el sonido, o incluso el grito, ¿cómo pintarlos? (y al revés: ¿cómo hacer que se oigan los colores?).
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«Tal vez incluso existan dos tiempos, el que observamos y el que nos transforma».
Albert Camus
claudia, 7 de noviembre
yo estoy totalmente con Camus en su sospecha.
Joan 7 de noviembre
nos transforma una actitud intemporal, sí señor, el padre sarramián es un poeta.
a veces no sé si es necesaria siquiera una actitud, porque el presente esconde mil pasados agazapados que nos acechan los busquemos o no y todos hemos vivido la paradoja de que se nos junten los tiempos…
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Claudia Faci y Colectivo maDam, artistas residentes de Teatro Pradillo en 2013, presentan su primera creación conjunta: Arashi, cuyo deseo es poner la atención en cómo se articulan las relaciones entre la música y la escena y entre la improvisación y la composición. A partir de esta propuesta se articula el ciclo La música en la escena, en el que participan otros invitados como el compositor austríaco Radu Malfatti o el artista sonoro Dr. Kurogo, entre otros. Más información
Itxaso Corral [Entrevista sin contestar nº 2]
[Entrevista realizada por Diana Delgado-Ureña. A ella le pondría muy contenta tener una emisora de radio, y es capaz de imaginar cualquier cosa sólo como un audio. Esta entrevista no es un texto. Es un audio.]
[Diana es un ser vivo maravilloso, y no es un cumplido, ni un decir, ni una frase hecha. Ha estado abiertamente presente en todas mis labores desde hace ya más de 3 años.]
Cartografías de la emergencia entrevista a Itxaso Corral.
Buenas noches, esta noche en Cartografías conversamos con Itxaso Corral, creadora escénica. Los próximos días presenta su trabajo [Ecología del pensamiento. Insistencia escénica nº 2013 (el año en el que aprendí la traición).] El cráneo roto y la entraña recién nacida temblando. en el Teatro Pradillo. Itxaso Corral es vasca, desde hace algunos años vive y trabaja en Barcelona y viaja a Madrid con relativa frecuencia para mostrar su obra. En esta ocasión coincidiendo con las presentaciones en Pradillo, la colección Pliegos de Teatro y Danza publica sus escritos para la escena bajo el título El cráneo roto y la entraña recién nacida temblando.
Buenas noches Itxaso
Itxaso Corral: Buenas noches Diana.
Diana Delgado-Ureña: Hay una idea que aparece en tu trabajo enunciada como ecología del pensamiento que me lleva a relacionar pensamiento y sostenibilidad, a entender y proponer el pensamiento como una acción sostenible que no nos enferme a nosotras ni enferme al mundo y por otro lado me remite también a la acción física de sostener, de mantener el pensamiento en un equilibrio, quizás buscando un enunciado más preciso, desde la conciencia en escena de habitar un desequilibrio que pone en juego la violencia que implica ser sociales. Interpreto así la ecología del pensamiento como el intento de comunicar un modo de relacionarse, de tomar decisiones, ejecutar acciones y también, y me parece importante, hacerse responsable de lo que implican.
Itxaso Corral:….
D: En este momento uno de tus modos de trabajo en escena plantea tener accesible una serie de materiales de los que pueden surgir distintos recorridos, caminos que tejen una dramaturgia distinta cada día, donde no sólo importa qué material se expone, se hace sensible, sino cómo ese material se coloca en relación a otros. Me traigo aquí la idea de rizoma como modelo descriptivo en el que cualquier elemento puede afectar o incidir en cualquier otro de manera que cada uno de los días de la muestra irán apareciendo distintas escrituras en escena. Esa capacidad de hacer resonar un conjunto de materiales digo que da mucho placer, porque te va llevando a distintos lugares, incluso conociendo previamente algunos de los elementos, por eso, aunque sea mucho pedir, no te parece que lo suyo es que fueran a verte más de un día…
Itxaso Corral:…..
D: Ecología del pensamiento es este espacio-tiempo que se encarna en el momento, con lo que el momento trae también, desde la disposición de estar en un tipo de escucha sutil. Lo que planteas entonces es un tipo de escucha radical como lugar desde el que comunicar.
Itxaso Corral:….
D: El cuerpo, la relación con el cuerpo propio, con los cuerpos otros se puede leer como elemento central del trabajo, la materialidad, lo físico del cuerpo, el trabajo de la presencia….
Itxaso Corral:….
D: Gracias Itxaso por dedicarnos tu tiempo amablemente. Esta entrevista es un intento de abrir vías de tránsito hacia tu trabajo. La finalidad no es sedimentar, fijar, cerrar, concretar, sino dejar entrever, apuntar una aproximación posible, que sí, que conlleva el peligro de la deriva, pero quiere ser un rodeo que propicie el encuentro, un rodeo que trae aquí algunos sitios donde me llevas, pero que no quiere sujetarte a los sitios que traigo…
Esta entrevista también es un modo particular de interpretar el lugar precioso que en Pradillo se ha llamado acompañamiento, que supone caminar y estar junto a las personas que muestran, un lugar que Carlos Marquerie en una cálida sobremesa expresó con el gesto esencial de tender la mano.
Gestos esenciales, grietas por donde se cuelan los encuentros. Es un placer corresponderse. Nos vemos pronto en Pradillo, buenas noches.
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[Ecología del pensamiento. Insistencia escénica nº 2013 (el año en el que aprendí la traición).] El cráneo roto y la entraña recién nacida temblando es un proyecto en residencia que se estrena en Teatro Pradillo en diciembre de 2013. Más información.
Fäustino III vs. Nutritivo
Nos hacían correr como si les fuera la vida en ello. Querían cansarnos, estaba claro, eso es lo que hay que hacer con críos así. Mi madre lo hacía con el perro y lo hacía con nosotros, nos ponía también un arnés muy gracioso, con una correa, y tirábamos todos y empujábamos como Atlas o como Sísifo pero con una alegría creciente. Nos cargábamos de mundo los ojos y los huesos de masa ósea y muscular. Y nos ensuciábamos a toda costa, en ese alarde de impudicia que la edad suele empujar hacia la norma y la mesura. Llegábamos hasta arriba de barro. Preguntádselo, preguntadle a un niño para qué, a qué tal exceso. Ya antes de llegar a la cama el sueño era profundo e inevitable. Caíamos, caían nuestros miembros por el camino, como barro fresco que se desprende del alambre. Pero al día siguiente nos despertábamos de primeros, firmemente. Más grandes, más enérgicos. Agotar nuestra vida, querían, nuestra vitalidad -¡que corran, que se cansen!-, y sólo conseguían reafirmarla. Esa vitalidad, digo. Sólo conseguían que creciésemos. Opción nefasta, a medio plazo, la de intentar consumirnos: a más esfuerzo, más insoportables al día siguiente, al mes siguiente, especialmente en caso de que no hubiese oportunidad para sacarnos. Si llovía o lo que fuese. ¿Quién nos iba a aguantar en casa? ¿Quién, qué nos iba a detener? Y ahí la pregunta, aquella que apunta a la gratuidad más sospechosa en semejante derroche: ¿es acaso algo artístico eso que hacen los niños? ¿Infantil, eso que hacen los artistas? ¿A qué viene tal despilfarro de energía, tan inútil, sólo porque sí, entre cuatro paredes? Yo a los doce ya estaba en un internado.
Las dos primeras semanas las pasé entre agujetas, destrozado, somnoliento. Tres o cuatro horas diarias de deporte. Quieren agotarnos haciéndonos sudar la gota gorda, pensaba. Para que no molestemos. Doce años recién cumplidos. Querían cansar a ese tropel de adolescentes que había acabado allí siempre por razones de vital importancia. A esos, querían restarles vitalidad. Pero a la tercera semana interno empecé a acostumbrarme. El asma remitía. Nos hacían correr hasta que nos iba la vida en ello, pero la consecuencia era precisamente la conquista de una energía explosiva, brutal. Casi cruel. Un empoderamiento del cuerpo atroz, salía el vello, no controlábamos la fuerza. De tal modo que de pronto se las tenían que ver con un tropel de salvajes entrenados en exceso, en producir exceso, excedentes de energía a borbotones cada mañana, cada tarde, cada noche. Desbordamos el mecanismo. La de veces que nosotros mismos castigamos al cuerpo. La de barbaridades que hicimos, que le hicimos. La de veces que dijimos sí a ciegas, por el mero placer de decir que sí. La de veces que celebramos la vida arrojándola al exceso, tan jóvenes. Se trataba y se trata de morir un poco para sentirse vivo. Así de raro y misterioso es. De remontar esa muerte diaria que es el cansancio, poniéndose uno mismo los obstáculos. Se trata de quemar por que sí, como si de un combustible se tratase, el propio cuerpo. Carburar por carburar, para que la capacidad de hacerlo siga aumentando. Consumir para consumar. Hacer un fuego interno y vencer el dolor de las ascuas, apagarlas en sudor y serotonina hasta el mareo. Como quien se adentra en las arenas movedizas del cansancio precisamente para no desfallecer: caer rendido para levantarse de nuevo, más fuerte que nunca. Nuevo. Se trata de frecuentar a diario un sacrificio propiciatorio, pequeño, cotidiano. Porque la vida goza de sí misma en esas pequeñas fracciones de muerte, y cuando el músculo se rompe también es cuando el músculo crece. Lo mismo pasa con la fiebre: el cuerpo carbura, arde, crece. Destruir para crear incluso a nivel tendinoso, muscular, celular. Dionisos, Heráclito y demás. Al mes y pico empezaron a sacarnos a correr campo a través, a todos los internos. Habíamos sembrado mucha marihuana, estaba enorme, era Villafranca de los Barros, Badajoz, tierra de viñedos.
Hoy tienes a Sergi Fäustino cerca de Brunete, en Los Barros, en casa de Carlos y Elena, a dos metros de la pantalla que sostienes y a treinta y pico kilómetros de Pradillo. Sergi saluda, da la espalda, avanza levemente, lanza al barro ese primer pie que habrá de desequilibrar al siguiente en un balanceo del cuerpo que no es natural. Es infantil, de pronto. Es el cuerpo de un niño, un cuerpo excesivo en esencia, hecho para excederse, el que va desapareciendo a tumbos en medio del barrizal, con el barro acumulándose en la suela, creando capas, suela sobre suela, engrosando la fatiga como una especie de consuelo que todo lo enfanga, pies y piernas pesadas de un barro que trepa por el cuerpo, como alargándolo o ensanchándolo por zonas, como haciendo de él tierra, tierra pura, terremoto. Pesa más y más, y sin embargo avanza, abalanzándose al vacío, desaparece. Sólo queda barro, los Barros, el Teatro Pradillo a treinta y pico kilómetros y dos días después. Cuando la pieza empieza, suenan unas grabaciones superpuestas a las fotos del recorrido. La voz de Sergi, el cansancio de Sergi. Son las ideas que se le encienden y que graba durante la carrera. ¿Por qué hago esto?, dice, piensa, en voz alta, con los pulmones extasiados, como a ciento cuarenta pulsaciones por minuto. Y lo que escuchamos suena como el incendio de un pirómano. Ideas que consiguen fulgurar entre los fangos de la voz y los espasmos de un par de pulmones desbocados, que no hacen sino de fuelle. Si te descuidas parece una voz oprimida por la angustia, pero es todo lo contrario: el pensamiento emerge victorioso y oxigenado por esa especie de asma vital del exhausto. Un pensamiento que es puro cuerpo, que respira, que babea, que se ahoga. Un pensamiento tendinoso, y de carne y de sangre. Un pensamiento que bombea, mientras escucho, el recuerdo de los cuerpos rojos de Sergi y Ramón. O de un padre que es también su propio hijo. Los cuerpos de las fotos que habían a la entrada, quiero decir. Un hacer y rehacerse del cuerpo porque sí, afirmativo y vital, Pigmalión o ave fénix de sí mismo o qué sé yo. Se me funde la pieza con algunas cosas de la vida. Eso no está mal.