CUIDAR EL FUEGO / Implicarse

 

En el texto publicado en la web que introduce las jornadas de apertura que comienzan este viernes 27 de abril en teatro Pradillo (http://teatropradillo.com/programacion/jornadas-de-apertura/), se plantea que Cuidar el fuego puede servir de metáfora de aquello que es necesario mantener vivo entre todos. Si pensamos en fuego imaginamos a un grupo de personas en torno a una hoguera. Si pensamos que también puede ser metáfora de la primera práctica de supervivencia aprendida por el hombre, imaginamos a unos y otros colaborando por el bien común.

La renovación de los espacios entendidos como ámbitos de relaciones, es una dinámica endémica de las sociedades así como su entropía y transformación. Reunirnos con alguien implica la creación de un espacio común que, aunque efímero, pasa a formar parte de un sistema mayor de relaciones. Son necesarios en la medida en que sin ellos la sociedad perdería parte las articulaciones que mantienen la elasticidad de lo social. Cuando se crea un nuevo espacio como el proyecto Pradillo o este blog -fundación que se realiza siempre sobre otros espacios- la pregunta ineludible es ¿para qué?

Si estamos saturados de espacios de escritura, de espacios de imágenes, de representaciones, de acontecimientos colectivos vaciados de sentido del nosotros  ¿cómo resistir a esta inflación con otros espacios? Es una pregunta política que apela a una ética de lo social, al compromiso personal y colectivo sobre qué queremos ser. Es una pregunta sobre nuestra capacidad individual de renovar los espacios comunes,  de conquistar otras formas de entrelazamiento, sobre hacer de las relaciones con el otro una práctica emancipada de las habituales relaciones de poder, si es que se pueden hacer prácticas de esta manera.

El ¿para qué? está profundamente entrelazado con el ¿cómo?, formando un vínculo que hay que repensar continuamente en función del presente. Estos dos espacios que se inscriben en la dinámica de renovación -Pradillo y el blog-, responden a estas preguntas proponiendo unas prácticas que posibiliten otras maneras de relacionarnos. En el centro está la implicación y el deseo. Las jornadas de apertura responden a este llamado a implicarse con otra manera de hacer las cosas, que por cierto, siempre han estado presentes en lo social, no solo porque las condiciones de producción han cambiado forzadas por la crisis, sino porque se respira en el ambiente la necesidad de politizarnos, es decir, de organizarnos por nosotros mismos.

Implicarse no es obedecer, es crear las condiciones para relacionarnos y emanciparnos entre todos y cada uno.