Por Alfred Villegas Lazo
Este año que se va, ha dejado gratos recuerdos en el espectador teatral boliviano, en un año en el que un constante crecimiento económico del país parece influir positivamente en el desarrollo de una mayor actividad teatral al permitir un consumo societal mayor de los bienes y productos culturales, algunos de los cuales se han vuelto ya productos de exportación; dentro de estas obras, quizás las más importantes, destacan:
Tamayo, Apolíticas consideraciones sobre el nacionalismo Vol III, obra que pone en escena un periodo de la vida de Franz Tamayo (político, literato y estadista boliviano de la primera mitad del siglo XX) en sus reacciones e interpretación de la realidad sociopolítica boliviana al producirse en 1944 los asesinatos de líderes opositores al régimen de gobierno, en su condición de sentirse parte de ambos mundos en conflicto, lo cual pone en tensión su tiempo histórico, que permite a la vez vivir el vértigo del presente y la distancia reflexiva del pasado, bajo la dirección de Percy Jiménez y las actuaciones de Miguel Estellano, mejor actor Premio Nacional de Teatro Peter Travesí 2016 quien protagoniza la pieza, junto a Freddy Chipana, Mauricio Toledo y Bernardo Rosado, permitió una vibrante puesta en escena con la más novedosa escenografía de las vistas en este año, obra además ganadora del premio Nacional de Teatro Peter Travesí 2016 mejor obra teatral.
Morales, cuenta la historia de los Morales, una familia del altiplano boliviano, que en sus interacciones y contradicciones en un trasfondo histórico de un país en un constante proceso de cambio, ¿el actual?, ¿otro?, nos sugiere un mundo de contrastes y simbolismos que permiten diversas lecturas; cuenta con la actuación de Jorge Alaniz, Camila Rocha y Winner Zeballos, bajo la dirección de Diego Aramburo que con esta obra nos interroga y nos cuestiona sobre la realidad, la verdadera, con una estética que con el apoyo visual de diferentes manifestaciones artísticas permite lograr una obra de gran valor artístico.
La santa cruz de Sade, basada en la “Filosofía en el tocador” del Marqués de Sade, tras la historia de la iniciación de una joven en las artes del libertinaje; nos muestra una realidad social y cultural del oriente boliviano, totalmente muy diferente al occidente boliviano representado en la obra Morales; bajo la dirección del mismo Aramburo, cuenta con las actuaciones de Gabriela Sandóval, Hugo Francisquini, Nancy Cronen, Winner Zeballos, Adriana Lea Plaza y Gisely Ayub.
Los diarios de Adan y Eva, la obra con probablemente la dramaturgia mejor lograda y más clara del año en una adaptación y dirección dramatúrgica del texto homónimo de Mark Twain, bajo la codirección y muy buenas actuaciones de Maritza Wilde y Luis Bedrow; es la historia de Eva y Adán en la creación del mundo, sus encuentros, desencuentros y reunión, en un texto en el cual es muy fácil tomar parte y autodentificarse, nos habla sobre el amor, la vida, la muerte, el poder y las relaciones porque este –el amor- siempre se impone ya que como dice Eva “El paraìso está donde tú te encuentres”.
Filomena y Domingo, basada en la obra teatral “Filomena Marturano” de Eduardo De Filippo, nos trae la historia de un hombre – a punto de morir – y su compañera de toda la vida, con quien finalmente se une indisolublemente en un final inesperado; un clásico del teatro universal, en la que la dirección de Maritza Wilde lleva adelante la trama y a los personajes interpretados por Marta Monzón, Cacho Mendieta, Agar Delos, Raúl Gómez y Daniela Lema, en una puesta en escena clásica y bien lograda.
El duende andaluz, basada en textos de Federico García Lorca sobre los misterios de la creación artística, adaptada por el dramaturgo, director y actor boliviano Marcos Malavia, quien se unió al eximio guitarrista Piraí Vaca en las tablas para dar vida a la historia de un payaso y un gitano guitarrista que juntos van de pueblo en pueblo visitando tabernas y teatros buscando al duende, esa criatura que lo sabe todo y puede hacer realidad el sueño de todo artista, capturar el alma de su público, al poseerlo y dar a través de él forma a su arte, en una propuesta performática músico-teatral, que logró una innovadora obra de alto valor estético.
Ollantay, es una adaptación del drama homónimo incaico del siglo XIV que escenifica la historia de amor de Cusi Coyllu hija del emperador Inca Pachacuti con el general plebeyo Ollantay, amor prohibido por la diferencia de clase, que constituye el mejor ejemplo conservado del drama incaico; en esta puesta en escena de la Escuela Nacional de Teatro de Santa Cruz del oriente boliviano, dirigida por Marcos Malavia, nos habla de las relaciones entre el poder y el amor, y de la esperanza que nunca nos abandona, plasmados en un escenario, una feria que es a la vez espacio físico y cultural de intercambio, mestizaje y alegoría, y que intercala la presentación teatral con títeres, música, máscaras y vestimentas de diferentes latitudes del país en una puesta en escena bien lograda por las actuaciones de Javier Amblo, Susy Arduz, Selma Baldiviezo Cassís, Antonio Peredo y Marcelo Sosa.
REC, una adaptación de la obra teatral ¨TAPE¨ del estadounidense Stephen Belber de 1999, ambientada en un dormitorio común – donde el espectador sentado a los lados de la escena se siente un espectador privilegiado-; nos habla del reencuentro de tres amigos de colegio relacionados entre sí por un secreto que marcó sus vidas, el climax se alcanza cuando Sara llega a la reunión en la que se revela el secreto que los une, lo que pasó en la fiesta de graduación, parte del cual se encuentra registrado en una grabación, que dispara el epílogo; la obra dirigida por Fernando Arze, presentó un formato de producción y promoción cinematográfico que generó expectativa en el público sobre la obra, en una innovación refrescante en nuestro medio, y contó con las actuaciones de Mauricio Toledo, Leonel Fransezze y Mariana Vargas.
Destacó también el retorno a las tablas de David Santalla – luego de un problema de salud, que conmovió y movió a la sociedad boliviana toda hacia la creación del seguro del artista – con su obra Los cuernos de Toribius el Imperio Romano a la boliviana, un gran exponente de ese otro teatro, que rehuye ese acercamiento a los cánones teóricos modernos por un manejo más popular del lenguaje y de las situaciones, el teatro popular.
Arriba El Alto, es la puesta en escena de una obra nacida de la propia raigambre de la identidad boliviana en la que un colectivo de actores bajo la dirección de Iván Nogales plasman en escena la representación histórica de la guerra del gas – y la lucha por el ejercicio de su soberanía por el pueblo – en un telón cotidiano de la vida en la ciudad boliviana de El Alto, ciudad de inmigrantes, de conflictos, de quereres y de desenlaces, en un teatro “el Trono” diseñado especialmente para la puesta en escena vivencial de esta forma de teatro del oprimido, que constituye una de las mejores obras del año por su propuesta escénica heterodoxa y diferente.
Gula, basada en la obra ”La visita de la vieja dama”, una obra clásica de Friedrich Durrenmatt, con un elenco de muy buenas actuaciones conformado por David Mondacca, Patricia García, Cristian Mercado, Bernardo Arancibia, Carlos Ureña y Percy Jiménez, recrea la historia del arruinado pueblo de Gula que recibe la noticia que Clara, una mujer nacida en el lugar muchos años atrás y ahora multimillonaria, ha decidido visitar su ciudad natal. Todos complotan para pedirle una donación que permita a Gula salir de su postración, pero no cuentan con que el motivo de su visita no es simplemente el recuerdo, o quizás si, pero un mal recuerdo que todos ya olvidaron, y a través de esta historia el Director Eduardo Calla cuestiona la justicia, la moral, el interés y el precio que cada quien tiene, una de las mejores obras del año, destacando la lograda propuesta escenográfica de Gonzalo Callejas dinámica y atrapante en la que todos los movimientos de la escenografía se hacen en escena y en congruencia con el texto, en una obra que debería recorrer otros escenarios y es sin lugar a dudas una de las mejores del año.
Pero la obra del año, escogida como la mejor por la escuela de espectadores (de teatro) de La Paz conformada por espectadores críticos de teatro –de la que formo parte hace ya un tiempo precioso- ha sido Mar, que pone en escena la historia de tres hermanos que para cumplir el último deseo de su madre moribunda, ser abandonada en las olas del mar, un mar que no conoce; deciden emprender un viaje en su busca, alternando este hilo argumental con otros planos alternativos de la realidad, personajes que bailan morenada, una marcha militar que interrumpe el baile, discusiones bizantinas sin un sentido de solución y otras que dicen de un país dividido en diferentes actitudes frente al mar, quien lo recuerda, quien lo vindica pero solo en palabras, quien se resigna a su pérdida, quien lucha por él, quien duda, y así en este collage se tamizan los sentimientos de todo un pueblo para dejarnos con ese sentimiento de vacío y ausencia melancólica que “generan toda una cultura donde lo histórico se cruza y se alimenta con el sentimiento nacional que paradójicamente encuentra sentido de nación en la ausencia, en el mar perdido” como explica Arístides Vargas, en una creación dramatúrgica colectiva del Teatro de los Andes y de Aristides Vargas, quien dirige la obra, con muy buenas actuaciones en los roles principales de Lucas Achirico, Gonzalo Callejas y Alice Guimaraes y la participación del Teatro de Los Andes en las diferentes actuaciones del elenco; con una escenografía novedosa e inquietante, otra vez de Gonzalo Callejas, y un texto que toca un tema de alta relevancia temática y simbólica – la añoranza de ese sueño que tanto anhela una sociedad, en el caso boliviano el mar-; elementos todos que la constituyen en la mejor obra del año, al nivel que ya tiene acostumbrado al público el Teatro de Los Andes, si, ese aquel de las nunca olvidadas y emblemáticas obras del teatro boliviano Iliada y Odisea.
Claro que hubo algunas otras obras que no conquistaron al espectador, incluso algunos decepcionaron, pero de esas, de esas es mejor no hablar.