El Arte es el medio más seguro de aislarse del mundo así como de penetrar en él.
Goethe
Estos dos últimos fines de semana, del día 9 al 19 de febrero, tuvo lugar en la Ciudad de México, la segunda edición del ciclo Otras Corporalidades curado por la coreógrafa Nadia Lartigue.
Este ciclo es un espacio para presentar obras de experimentación coreográfica y debido a la escasez de festivales o encuentros de artes vivas en esta ciudad es muy grato que algo así suceda. Este año se presentaron piezas de Mauricio Ascencio, Stéphanie Janaina, Julia Barrios de la Mora, Romina Soriano y Luciana Matilda, Melissa Cisneros y el aregntino Nicolás Poggi.
Resulta muy lindo que dentro de su trabajo como curadora Nadia se permita mezclar el trabajo de coreógrafos emergentes con coreógrafos con mayor experiencia, no sólo por dar ese espacio a los jóvenes sino porque como espectador es muy refrescante encontrarte con nuevos nombres, nuevas propuestas; pero también registro una sensación muy bella en esa experiencia de presenciar algo desde sus inicios.
Esta vez el ciclo se realizó en dos foros, el ya mítico Teatro de la Danza y un espacio nuevo al que llaman La Caja que se encuentra en una de las colonias más antiguas y populares de la ciudad. Este espacio es una caja negra para piezas con un formato de poca profundidad.
Además de las piezas que se presentaron en el foro, se instaló la B.I.C., Biblioteca Itinerante de Coreografía que hace menos de un año viene apareciendo en diferentes espacios y situaciones; en esta ocasión se hacían pequeñas intervenciones que acompañaban la presentación de la Biblioteca y de los libros con los que cuenta.
Recuerdo que el año pasado me había propuesto escribir sobre este ciclo pero algo sucedió que no lo hice y este año desde que comenzó me obligué a hacer el ejercicio de ver las piezas sabiendo que escribiría algo sobre ellas o sobre el ciclo o lo que fuera. Me perdí las dos primeras piezas que son la de Mauricio Ascencio, “Hombre mirando al cielo estrellado” que compartió función con “Open Close Solo” de Julia Barrios, desafortunadamente las funciones en México a veces son muy temprano, lo que se puede convertir en una complicación para quienes tenemos horarios de oficina; pero sí logré llegar al resto del ciclo.
Comencé con la obra de Melissa Cisneros, “Juego de las Micro-acciones” que compartió función con “G.I.F.” de Romina Soriano y Luciana Matilda; esta sesión se llevó a cabo en La Caja. Salí de la función con la misma sensación que el ciclo anterior y seguí sin poder articular o nombrar que era lo que pasaba. Una semana después, en el Teatro de la Danza fui a ver la obra de Stéphanie Janaina, “Piéce de Resistance”, una pieza que ha recibido mucho reconocimiento y que no había tenido oportunidad de ver. La sensación se repitió una vez más pero mientras regresaba en el autobús a casa comencé a entender qué era lo que me sacaba de lugar con este ciclo y entendí que tiene que ver con que las piezas que me está mostrando me hacen sentir que la otra corporalidad se resume en la imagen, a veces imágenes potentes y bellas, esto no lo podría poner en cuestión, pero las obras descansan ahí, en el 2D; como si estuvieran impresas: ¿Y entonces dónde está la coreografía, el tiempo, el espacio, la interpretación? Añoraba hasta el cuerpo a pesar de que estaba presente. Descansé al entender lo que estaba sucediendo pues lo considero un tema que merece una reflexión más profunda para entender cómo relacionarnos con nuestro trabajo.
Las últimas piezas que se presentaron en este ciclo fueron “El Bobo” de Nicolás Poggi que compartió función con “G.I.F.” Ambas piezas las conocía, G.I.F. la había visto hacía una semana y con esa pieza comenzó la función, sabía lo que iba a ver pero esta vez me sorprendió, era otra versión, con cambios mínimos probablemente, pero la obra tenía volumen y me di cuenta de cuánto lo echaba en falta. El Bobo una pieza de puro cuerpo, música e iluminación también lo consiguió: ese día vi líneas, diagonales, espacios nuevos, cuerpos trabajando, observe el tiempo, me aburrí, me reí, me inquieté. En el autobús de regreso a casa entendí que tal vez la otra corporalidad tendría que insistir en involucrarlo todo, aunque se equivoque, aunque no sea tan bello…. tal vez sólo así, como espectador me puedo involucrar, me puedo sentir tocado. La coreografía debe penetrar en el mundo.