Foto: Rodrigo Valero-Puertas
“Silence is sexy”
He decidido romper el silencio de este espacio justo con esta pieza: Resistencia en silencio de Anais Bouts, Tania Solomonoff y Rodrigo Valero-Puertas. Y también he decidido escribir esta nota escuchando esta canción: https://www.youtube.com/watch?v=hex6IErt9do.
Busco información sobre la obra para poderles dar un mejor informe, lo que me resulta un poco complejo, pues veo fotos de escenas que yo no vi, fechas lejanas, números que acompañan al título y descubro que en realidad la investigación se ha llevado a cabo en diferentes formatos, etapas y espacios, por lo que considero que es mejor hablar sólo de la versión que me tocó experienciar.
Rodrigo es fotógrafo y es muy claro que la escena la trabaja desde ese lugar y junto con Anais y Tania, (sólo ellas están en escena), han coseguido profundizar en ello. La sensación es que la danza está empapada de otra disciplina y me imagino que los conceptos imagen, composición, fuera de campo, quietud, lentitud, detalles, luz; resuenan en su cabeza mientras la están desarrollando.
La obra se presentó en el Foro A poco no, uno de los foros del Sistema de teatros de la Ciudad de México. El espacio es una caja negra con poca profundidad, funcional pero pequeño. Mientras caminaba para llegar a la función pensaba que era muy probable que les quedara chico para lo que me imaginaba estarían trabajando. Ha de ser una pieza muy distinta en un espacio más amplio pero lo resolvieron bien reduciendo los lugares de los espectadores.
El espacio está vacío, iluminado con los tubos de neón del techo. Disfruto mucho de la decisión que tomaron de iluminar la caja de metal de luces que queda en el escenario en vez de intentar taparla. El audio es un paisaje sonoro, se escuchan entre pájaros, pasos y sonidos de ensayos en los que utilizaron objetos y materiales, que ahora no están presentes. El sonido es constante, un loop y comienza antes de que las intérpretes entren a escena.
Después de darle el tiempo necesario a la construcción de esta situación entran ellas vestidas de gris y con el pelo pintado del mismo color: un rojo medio morado, medio cereza. Son dos chicas altas y esbeltas; me resulta casi imposible mientras la pieza se desarrolla, no mirarlas a ellas, a sus manos, su cintura, su precisión, su manera de andar, su belleza. Si bien por momentos consiguen, gracias a las tensiones temporales, espaciales y corporales generadas, que contemple la coreografía, por algún extraño motivo mi mirada se va a los cuerpos pero me esfuerzo todo el tiempo a salirme de ellos y ver el todo, porque siento que es eso lo que ellas me proponen que mire y no me resisto.
Pienso en un cable negro grueso que estaba en escena, pegado a la pared y al piso, con el que Tania compuso casi al principio de la pieza, y que al tocarlo lo dejó despegado unos milimetros de la pared y unos centímetros del suelo. Una imagen que para mí resume la pieza y a la que recurría cada vez que me distraía: Miraba el cable, para luego mirar los cuerpos y luego obligarme a mirar la composición espacio-temporal generada entre los mismos. Algún momento de la pieza me llevó a recordar que en las composiciones se puede ver el pasado, el presente y el futuro de las mismas o por lo menos a eso jugábamos en las clases de composición instantánea, y justo en ese momento la persona que estaba sentada a mi lado me dice: Ella va a ir a tocar esa pared y yo pienso: Ojalá que no, ojalá que se quede unos milímetros antes de tocarla. Para él la tocó pues me miró con cara de que adivinó la escena pero para mí se quedó como el cable, a unos milímetros de la pared y volví a ver otro momento que me maravilló.