Londres, Toynbee Studios, Court Room, jueves 30 de julio a las 7.30. Lleno absoluto. La noche anterior también. 100 personas sentadas en 4 esquinas de una sala rectangular. 4 focos sin filtros, colgados de cada una de las esquinas. En el centro un saco de boxeo tamaño enorme. De color oro. Un liquidillo blanco gotea de la base del saco haciendo honor a la mitad del título de esta performance.
Entra un chico a mi ignómine e ignbécil juicio, muy chino, muy moderno, corte de pelo mmmuy futurista . El chico parece que nunca ha pisado un escenario. Aún todo por descubrir, no nos pongamos románticos, ¿o acaso Franko sitúa a este chino como súmum pos occidente? Suena aberrante esta frase solo. Se arregla la hermosa cabellera tupida en un gesto prácticoqueto. Al minuto y medio entra Franko B, el púgil de oro. Haciendo honor a su valor, viste traje impecablemente dorado de boxeador de 24K.
El chino le pone un taburete de oro a Franko B. Se sienta y espera. Franko B mira al vacío. Suena la campana, se endereza. Comienza la pelea. De un lado Franko B, del otro… un saco de boxeo. Las apuestas están echadas: ¿Quien es el primero en flirtear con la idea de ver a Franko B siendo vapuleado por un boxeador profesional en vez de tener a un cuerpo colgado y muerto como contrincante?
Pero el rival es un saco que pierde líquido y la experiencia boxística de Franko B tiene menos de tres meses. A través de los 20 rounds (número también de cartón dorado – mis datos certifican 15 rounds en los pesos pesados y 10 rounds según la página de Arts Admin https://www.artsadmin.co.uk/events/3739 , pero eso sí, transcurridos a tiempo real), el suelo va quedando derramado de un extenso charco de leche. El coro de la canción se repite incansable de la boca del boxeador: Insignificant. Insignificant es el arte, los fracasos, la soledad, el amor, Ucrania, Afganistán, Irak, Jesucristo, la comunidad, la homosexualidad. Con ello también se hacen insignificant el paso de los rounds, el sudor que corre por la cara de Franko B, la exhibición de su pobre técnica boxística, el público, la misma enumeración.
Bajo una presentación del cuadrilátero bien modernista y un texto de trozos que se van enjaulando con apenas un puñado de frases en toda la pieza, Franko B manipula las apuestas y nos sitúa en un lugar prescrito donde absolutamente todo aparece abocado a lo insignificant.
La debilidad, el engaño o el poder de lo insignificant está en su doble lectura, Insignificant entendido como falto de significado o insignificant entendido como cuantía insignificante, apenas nada, acorrala al público haciéndolo bascular sobre un espacio ínfimo: de la nada al valor minúsculo. A diferencia del poder constreñidor de lo insignificant, Franko B podría haber trabajado con un buen meaningless, empoderando al personal para que se hiciese con el sentido de lo que aparece. Aunque dónde mierdas aparezca sea la cuestión final en este entramado. El vaivén de las palabras se solidifica en las cabezas sacudidas del público que se pregunta quien pronuncia, a quien van dirigidos, y que bloody pretenden todos estos referentes y palabreos en un juego entre el sentido y la distracción. Palabras y puñetazos que reverberan en el interior del gentío y en el interior del saco. Palabras que mullen la leche del saco, palabras bien fermentadas con sus consonancias y sus sílabas bien separadas. Cada palabra pendiente de qué otras palabras las suceden y las preceden. Bacanales de palabras, constelaciones orgiásticas, luces que se abren camino a pesar del gran golden e insignificant phallus que las quiere regir a todas. Pero la misma voluntad de ganar el combate se torna insignificant y Franko B termina la performance girándose al público y mirándonos. Afirmando en un instante insignificante, nuestra presencia ahí.