Día 8. ¿Por qué El Conde de Torrefiel?
Celso (La tristura) conoció a Pablo (El Conde de Torrefiel) hace 13 años. Tenían aproximadamente 18. Desde entonces hacen cosas juntos. A veces como colaboradores musicales, como asesores dramatúrgicos, como intérpretes, como programadores, como cualquier cosa. Esto hace que nuestros trabajos como colectivos se vayan enredando y desenredado a lo largo de los años.
Es difícil, cuando hay una relación tan estrecha, disfrutar del trabajo del otro. Es difícil coger distancia y poder observar de verdad lo que el otro propone. Sentarte en el público como uno más, sabiendo todo lo que sabes de la otra persona, del proceso, de la vida en común, de cómo hemos llegado hasta aquí. Sabiendo que si hay alguien en el mundo que puede comprenderte es esa persona. Sabiendo que si hay alguien en el mundo que ya nunca podrá comprenderte completamente es también esa persona.
Cuando vimos «Observen cómo el cansancio derrota al pensamiento» sentimos algo que sólo milagrosamente puedes sentir con la creación de alguien amado o cercano. Es una pieza sencilla, propia y necesaria. Una combinación difícil de conseguir.
Sobre todo por ese segundo calificativo: propio. Con demasiada frecuencia sientes que lo que has visto no es tan genuino como la persona que lo crea, que está demasiado cerca de sus referentes, que no hay ido hasta el final, que no es del todo suyo. Que esa forma de hacer teatro, como pedía H. Müller, no se concentra en su propio delirio, en su diferencia. Quizás los demás lo piensen también de ti, quién sabe. Pero nada de eso nos ocurre con «Observen…». La pieza parte de algo con lo que muchos hemos trabajado en algún momento. La idea de que tu cuerpo, tus ojos, están en un lugar, y tu cabeza en otro. Y desde ahí construye un dispositivo que no desvelaremos aquí. Pero que te hace viajar, reír y sudar.
Es algo similar a lo que en sus buenos momentos consigue Gus Van Sant, con Gerry o con Last Days. Mira aquí, mira aquí, mira aquí, y ahí ya te han hipnotizado y llevado a otro lugar.
Pero El Conde de Torrefiel, Pablo y Tanya, lo hacen de otro modo, más terrenal, más concreto, menos místico, más trash. Un acercamiento al directo que tiene mucho que ver con la música, con el instante, con esa risa nerviosa que te sale sin darte cuenta cuando te sorprenden. Ese tono hace este trabajo perfecto para Salvaje. Esperamos que dentro de lo posible sientas eso que nosotros sentimos viendo «Observen…» la primera vez.
Dejamos aquí una pequeña pieza audiovisual que hicieron hace unos años en la que investigan también con esta disociación entre cuerpo y pensamiento. Disfrutadla.
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