Nuevo episodio de la serie Todo lo que me gusta es ilegal, inmoral o engorda en el Nyamnyam, el espacio revelación de la temporada en la ciudad condal. Nuevo mes, nuevo invitado: El conde de Torrefiel. Artículo de Pablo Caruana en El País para calentar el estreno. Según Pablo Caruana, El conde de Torrefiel cuenta con la ventaja y al mismo tiempo el san Benito de ser la nueva esperanza blanca del teatro de vanguardia ibérica. El conde informa en su blog de Teatron que está trabajando en un nuevo proyecto, Guerrilla, que empieza a tomar forma y que con toda probabilidad culminará con una pieza escénica en algún momento del año que viene, pero que por ahora va alimentándose de diferentes maneras. El conde se propone utilizar el Nyamnyam para trabajar sobre la conferencia. En junio presentarán Guerrilla como una conferencia en escena de media hora en el Flare Festival de Manchester después de trabajar durante una semana con alumnos de la universidad. Nos enteramos de que en el Nyamnyam quieren trabajar sobre la escatología en un sentido amplio. Pero no vamos a ver al conde en acción. Van a invitar a cuatro conferenciantes para cada una de las comidas de los jueves (el último jueves, cena). Conferencias escatológicas mientras comemos. Uhm. El primer invitado es el Doctor Repronto: Raúl Minchinela. Su sesión se titula Mundo, demonio y carne. Siento no poder explicaros lo que pasó en esa sesión. No pude asistir por encontrarme fuera de la ciudad, con todo el dolor de mi corazón porque soy bastante fan de Minchinela y sus reprontos, que os recomiendo encarecidamente. Pero alguna gente me ha contado vagamente algo de lo que allí sucedió. Una chica me cuenta que dejó la mitad de la comida en el plato del asco que le produjo. No por la comida sino porque mientras comían Minchinela mostraba imágenes como no sé qué de una polla cortada por la mitad y cosas por el estilo. Llega a mis oídos que Tanya Beyeler, el 50% del conde, medio en broma, medio en serio, comenta que ya está bien de esta cosa burguesa de la comida y la mesa con mantel. Días antes de la sesión, a la primera ocasión que encuentro le saco el tema para discutírselo y decirle, con ánimo de estar a la altura de su provocativo comentario, que pensaba que esta discusión, sobre si el comer bien es burgués o no, estaba más que superada. Que Vázquez Montalbán, que el placer es subversivo, que sólo cuando eres rico te rajas los pantalones porque eres grunge y cosas por ese estilo son los argumentos que lanzo a la palestra. Ella se ríe. Me pregunto si al Conde de Torrefiel le gusta lo que es comer. Recuerdo alguna paella cocinada por el conde que he tenido el placer de compartir con ellos y, como buenos valencianos, de origen o adoptivos, con unos cuantos más comensales invitados a la mesa (cuantos más, mejor). La paella estaba bien rica. Pero recuerdo lo que decía Pablo Gisbert, el otro 50% del conde: que a él lo que le gusta es tener a muchos amigos a su lado, en la mesa. ¿Qué le gusta al conde: la comida o la gente? Me inclino a pensar que en el acto de comer les gusta más lo que es la gente, la comida igual es secundario. Vamos, estoy casi seguro pero habría que preguntárselo a ellos. Ya lo haré. Por otra parte, Iñaki Álvarez, el 50% del Nyamnyam, dice en el artículo de Pablo Caruana que a ellos (al Nyamnyam) lo que les interesa no es la comida. Utilizamos la mesa como elemento vinculador. No es que hagamos arte con comida ni nos interesa la comida. Somos artistas y nos interesa la mesa como elemento dinamizador y democrático. Todo esto me da que pensar. Pero dejemos pasar al siguiente invitado.
Jaime Conde Salazar (otro conde) ha venido a hablar del semen. Su intervención lleva el sugerente título de Collar de perlas. No se esconde: lo del semen nos lo dice nada más iniciar su intervención, una vez que Tanya lo ha presentado a las veinticinco personas allí congregadas (Pablo no está: se ha ido a un festival belga al que le han invitado unos días). Esta vez no hay una mesa para comer. Hay una proyección en una de las paredes y unas sillas plegables apoyadas sobre otra pared. Nos invitan a cogerlas y sentarnos donde queramos. Jaime se sitúa en dirección a la cocina, a nuestra izquierda. Si le miramos a él no vemos la pantalla que, tal como nos hemos colocado la mayoría, nos queda de frente. Pero sólo con girar la cabeza un poco podemos escucharle y ver la proyección. Este detalle no es baladí. Podemos escoger. Las proyecciones, mientras él habla, son imágenes porno que tienen al semen como protagonista estelar y donde no vemos jamás a una mujer. Porno gay. Estamos situados. Jaime habla sobre la corrida como ese momento de verdad en la pornografía. Sobre la actitud del espectador ante la pornografía. Una actitud que se acerca a la pornografía con el ánimo de excitarse, de correrse. Se pregunta qué pasaría si esa actitud la trasladásemos a lo que llamamos arte. ¿Qué pasaría si el espectador fuese con ese ánimo a ver teatro, por ejemplo? Habla de la convulsión de la corrida. De cómo trasladar esa convulsión a lo performático. Cita a Beatriz Preciado y a André Breton (con desgana). Y mientras tanto, si miramos las imágenes que van pasando ante nosotros, vemos semen y corridas, a veces con gifs animados, y apuramos nuestras copas de vino. Y cuando muchos de nosotros ya llevamos una copa de vino entre pecho y espalda, entonces nos dice que vamos a comer el primer plato. No nos dice en qué consiste ese primer plato pero nos dice que él lo desayuna cada mañana. Y que quiere que nosotros lo comamos en silencio y luego hablemos de nuestra experiencia. Ay ay ay. Nos acercamos en fila india hasta la cocina y el propio Jaime nos sirve ese plato en unos cuencos. Vamos en silencio. Parece que vayamos a comulgar. El plato, de cuchara, es una cosa blanca, líquida pastosa, sosa, que, sugestionados como estamos por el tema y las imágenes, nos remite a lo que nos remite. Me lo como sintiéndome como Sasha Grey pero me lo trago todo, hasta la última gota. Y luego hablamos sobre ello. Por si hubiese alguna duda sobre lo que estamos comiendo, una chica comenta que el semen sabe mucho más rico. Jaime desvela el misterio. Se trata de una papilla a base de cereales que se supone que, desde el punto de vista energético (y aquí cita al padre de la cocina macrobiótica) es la bomba y que, además, se recomienda para el destete de los niños (y además es baratísima). Jaime nos habla de las propiedades de los cereales y su idoneidad como alimento humano y nos anticipa que esa papilla, sosa, será la base para los siguientes platos que degustaremos mientras contemplamos su metamorfosis. Mientras Iñaki prepara el segundo plato y en la pantalla se suceden las imágenes de corridas, Jaime sigue hablando sobre el semen y lo seminal, de los cereales de este primer plato, unos cereales que puedes sembrar para conseguir una nueva planta, a diferencia de las papillas Nutribén. El segundo plato consigue sorprendernos al mezclar la base del primer plato con garbanzos y otros ingredientes que cambian completamente el color y el sabor del plato, infinitamente más sabroso y apetecible.
Igual de sorprendente es que Jaime acabase mostrándonos La incredulidad de Santo Tomás, un cuadro de Caravaggio que muestra a Santo Tomás poniendo el dedo en la llaga de Cristo resucitado, casi obligado por el mismo Cristo, que parece tan sorprendido como él de lo que está pasando, para hablarnos sobre interesantísimas cuestiones a las que llegamos con gran naturalidad partiendo de imágenes aparentemente tan alejadas como las del inicio de la conferencia. Me pareció extremadamente curioso que, en este momento de reflexión sobre cuestiones metafísicas a partir de un contexto religioso cristiano, parte del público dejó ir unas risitas que a mí me parecieron fuera de lugar cuando, en cambio, me pareció que el porno explícito fue asumido con una total naturalidad por parte de los presentes. Al menos en lo que respecta a las reacciones que se exteriorizaron públicamente porque otra cosa fueron algunas expresiones que me pareció detectar en algunos rostros, como dudando sobre cuál era la cara más adecuada para mostrar en público y sobre sus posibles lecturas. Estoy convencido de que, ante imágenes similares, la expresión de esos mismos rostros, en la intimidad, debe de ser completamente diferente. Por supuesto, no puedo ofrecer ningún dato para demostrarlo. Para acabar, el postre convirtió la papilla seminal en una increíble mousse de chocolate. Repetí postre y, como otras veces, la sobremesa se alargó hasta bien entrada la tarde, regada con vino del Montsant, cerezas, chocolate salado e interesantes conversaciones sobre lo divino y lo humano.
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