Notas que patinan #36: La abducción de Luis Guzmán

Volvamos atrás en el tiempo. Más o menos diez días atras. Estoy escribiendo un incendiario post en mi habitación del hostal Santa Isabel de Madrid, en la calle del mismo nombre. He quedado en el Palentino, en Malasaña. Aviso de que llego tarde porque necesito expulsar ese post para ir con la mirada limpia a ver La abducción de Luis Guzmán al Teatro Lara. Le doy al botón de publicar, me pongo el jersey más gordo que tengo, gorro y guantes de lana, me envuelvo en un abrigo con capucha que me llega hasta los pies y salgo corriendo hacia Malasaña. Por si no ha quedado claro hace un frío tremendo para un aborigen mediterráneo asustado por el paisaje nevado que contemplaba el día anterior, quince minutos antes de llegar a Madrid, en el AVE. Atravieso como un rayo Atocha, Sol, Gran Vía, paso al lado del Home Burger de la calle Luna (precioso, buenas hamburguesas, abierto a casi cualquier hora), giro a la izquierda en la calle Pez y ahí está el Palentino, una institución madrileña.

Bar Palentino

Pido una caña y, por recomendación del amigo que me espera en ese bar, también un pepito de lomo, que dice que es lo que hay que pedir aquí. Necesito comer algo para que no me ataque el hambre luego, durante la representación: la cosa comienza a las diez de la noche, es lo que los del Lara llaman la programación off. Llegan más amigos. Se hace tarde. Corremos al teatro Lara a pedir las invitaciones que la compañía le ha dejado a mi amigo en taquilla. Una vez que me decido a pedir invitaciones al teatro en calidad de reportero y ni me contestan. Las entradas son caras: 12€ anticipada, 16€ en taquilla. A mi economía eso le parece caro. ¿Quién puede ir a menudo al teatro con esos precios? A pesar de eso las entradas están agotadas. La obra se vio hace unos meses en el festival Fringe, en Matadero, ha corrido la voz y la gente parece que quiere verla. No había ido en mi vida al teatro Lara. Hay un cartel enorme, fuera, de un espectáculo que se llama Burundanga. Un cartel de colores de esos que dan mucha grima. Me informan que Burundanga lo está petando.

Burundanga

Entramos por fin. La abducción se presenta en el hall del teatro. Las entradas no están numeradas. En la cola una señora nos llama la atención porque hemos entrado con tal ímpetu que parece que nos estemos colando. De hecho me avergüenza darme cuenta que la señora tiene toda la razón. Dicen que hay que pillar un buen sitio porque en el hall hay unas columnas que pueden impedir la visión. Entramos como en el inicio de las rebajas pero no era para tanto, las columnas no van a impedir ver bien el espectáculo. Aún y así, me aseguro colocándome en una silla en primera fila, aunque lateral. Casi puedo tocar el sofá donde se sienta Emilio Tomé, el actor que encarna a Luis Guzmán, vestido con camiseta del número 32 de los Lakers (o sea, Magic Johnson) y gorra. Come pipas y ve la tele, un programa de Carl Sagan. Así comienza la cosa. Por lo visto, el enviado de Perro Paco también estaba ese día. Él ha contado muy bien lo que vio. Incluso le reprochan que haya dado demasiados detalles sobre lo que vio. Yo sólo hablaré de lo que se me pasó por la cabeza. Reconozco que al principio me puse algo nervioso. Ya sabía más o menos lo que iba a ver, pero aún y así, no pude evitar pensar algo así como uf, teatro de texto, del rancio. Ahora se pondrán a hablar con esa cantarella que sólo oyes en el teatro y pretenderán que nos traguemos que estamos ante una situación real. No puedo con eso. Por más esfuerzo que hago, no puedo. Puedo olvidarme de eso, y disfrutar a veces, cuando escucho a una cantante interpretando un lied alemán del siglo XIX, al estilo del siglo XIX. Pero me cuesta horrores cuando esa misma cantante interpreta una canción compuesta en el siglo XXI, al estilo del lied alemán del siglo XIX, que pretende hablarme como en el siglo XXI pero con el lenguaje del siglo XIX, y el compositor y el intérprete optan por ese estilo por una pura cuestión de inercia, porque es lo único que una rancia y conservadora tradición les ha enseñado a hacer, no porque se hayan propuesto realizar algún tipo de extraño experimento. Lo mismo me pasa con ese tipo del mal llamado teatro de texto (digo mal llamado porque teatro de texto también podríamos decir que es lo que hace El conde de Torrefiel). Y creo que no soy el único. Es una de las razones por las que la mayoría de la gente que conozco me dice que no le gusta el teatro. El caso es que, teniendo en cuenta ese contexto, La abducción de Luis Guzmán está admirablemente bien construida e interpretada. Digamos que el nerviosismo inicial se me pasó enseguida y me permitió gozar de la obra. El texto, las situaciones que plantea, los actores, todo me pareció que estaba muy por encima de lo que acostumbro a ver cuando voy a ver teatro de la vieja guardia. ¿Qué significa muy por encima? Nada, por supuesto. Es una percepción personal. Una forma de hablar. Sí, si me los piden, no tengo argumentos, no creo en los juicios absolutos en cuestiones artísticas, lo siento. Pero a mí me parece que el trabajo del autor y director, Pablo Remón, y los actores, sobre todo Emilio Tomé, que se luce, pero también Francisco Reyes y Ana Alonso, es más fino, más trabajado, más interesante y más coherente que lo que me encuentro si alguna vez se me ocurre ir a ver este tipo de teatro.

Lo que pasa es que no puedo evitar pensar que si eso mismo lo viésemos en el cine o en la televisión diríamos que nos falta algo, nos recordaría a la típica peli española sobre una movida oscura y un secreto de familia de crucifijo, por más que utilicen referentes que despiertan cierta complicidad con un espectador treintañero o cuarentón, como los Lakers de los ochenta, Carl Sagan o Iker Jiménez. Y quizá saliésemos echando pestes del cine. Porque el estándar es otro. Porque el teatro de la vieja guardia se ha quedado muy pero que muy atrás, en todos los sentidos. Y en el cine y la televisión nos ponemos más críticos, no nos vale cualquier cosa, aunque haya mucho trabajo detrás, como lo suele haber detrás de la mayoría de producciones, por muy terribles que nos parezcan. En fin, todo eso pensé durante y después de la función, sin que nada de todo eso consiguiese estropearme la experiencia gozosa de asistir en primera fila a La abducción de Luis Guzmán. Sin que, más allá de cualquier consideración sobre la construcción, el estilo o la interpretación, nada me impidiese darle vueltas a las conexiones entre las motivaciones y el estilo de vida del perturbado Luis Guzmán y el de los creadores, artistas, periodistas o blogueros entre los que, en mayor o menor medida, más o menos me incluyo. Eso es lo que más me hizo pensar durante la representación y es lo que yo me llevo de esta pieza. ¿Qué pasa cuando no te escucha nadie? ¿Qué pasa cuando te interesa más el objeto de tu obsesión que la propia humanidad? ¿Qué pasa cuando decides dedicar gran parte de tu vida a llamar la atención de los demás bajo la coartada de comunicarte con ellos? ¿A dónde conduce una desproporcionada necesidad de reconocimiento? ¿Qué pasa cuando te conviertes en un psicópata debido a la necesidad imperiosa de alimentar tu ego? ¿Qué pasa cuando vemos poesía en todo eso?

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9 Respuestas a Notas que patinan #36: La abducción de Luis Guzmán

  1. paz rojo dijo:

    Querido Rubén: adoro esta reflexión que haces de esta obra. Te sigo en todos tus post…y me emocionas y sobre todo, y lo más importante, me haces desplazarme, pensar y cuestionarme (siempre).

    Dicho esto, quiero (y lo siento que lo haga en este post, pero es que me sale la urticaria y no lo puedo resistir) reincidir en cuestiones que vienen a colación del Fringe. Vamos, que a parte del post, interrumpo y hago lugar en cuestiones que me interpelan.

    En tu post dices: “La obra se vio hace unos meses en el festival Fringe, en Matadero, ha corrido la voz y la gente parece que quiere verla”. Y resulta que, Pablo Caruana a colación de la misma obra, para El PAIS con post en TEATRON, dice: “El Festival Fringe, aún con las críticas que ha recibido por su condensación de programación al límite (con alrededor de 50 espectáculos en menos de un mes) y su desigualdad cualitativa, sigue dando sus frutos”. 

    A lo cual, os digo: si no supera de qué va eso del Fringe, y si leyera vuestros post, pensaría que el FRINGE es lo más de lo más para los artistas que se quieren dar a conocer.

    El fringe se hace en matadero, antes también ‘el conde duque’ cuyo interlocutor en ambos habla así de su práctica: http://medialab-prado.es/mmedia/5776/view

    A diferencia de la ‘universidad nómada’ en el mismo contexto: http://medialab-prado.es/article/presentacion_de_universidad_nomada

    CUIDADO: porque en vuestras referencias, parece que, comentándolo así, lo del Fringe parece la referencia, ‘el lugar que dá frutos’. Que ‘como se hizo allí’ y está en ‘el teatro Lara’ (un miércoles a las 22.00 horas de la noche…vamos que ni mi hermano ni mi cuñada, que les encantaría, no pueden ir, porque está en medio de la semana, en la capital y a esas horas!!!) , ‘y de Méjico a España en un camerino’ qué internacional!!!.

    El Fringe, a igual que lo que sé del ‘nuevo escena contemporánea’ quieren dar oferta gratis!. Es decir, que los artistas, que quieren mostrar su trabajo, lo hagan ‘a cualquier precio’ con tal de tener ‘visibilidad’ y ‘algún bolo’…como digo ‘un miércoles en el llamado ‘OFF DEL LARA’.

    El fringe no valoriza el trabajo, el conocimiento de los artistas ‘que ponen en su palestra’. No hay caché para empezar, no hay contexto ni criterio de programación..es como un supermercado al cual los artistas se suscriben, ‘haber si cae el santo y me salen unos bolos’…

    ¿estáis vostr*s artist*s dispuest*s a llevar a cabo cualquier procedimiento, aunque os exploten, para hacer unos bolillos en un teatro con renombre?

  2. paz rojo dijo:

    y por cierto, esto que os escribo, no tiene nada, nada que ver con la visión, el trabajo y el talento de las personas que conforman una obra como la de ‘la abducción de Luis Guzman’. Lo único que pregunto es, ¿porqué, por ejemplo una obra como ‘La Abducción de Luis Guzmán? tiene que contextualizarse dentro del fucking Fringe (el cual, no deja de ser una empresa que explota el valor artístico para dar y especular con una cierta oferta?

  3. paz rojo dijo:

    la pregunta bien hecha es: ¿porqué una obra como ‘La Abducción de Luis Guzmán’ tiene que contextualizarse dentro del fucking Fringe (el cual, no deja de ser una empresa que explota el valor artístico para dar y especular con una cierta oferta)?

    hoy el inconsciente-media español ha votado esta canción para el escaparate y la parafernalia euro-visionaria (eurovisión). ‘Dancing in the rain’ se llama la canción, que a diferencia de las otras calamidades, cómplices de esta (mucho más optimistas y folklóricas) deja ver a l’ ‘titanic’ un cierto hundimiento de vete tú a saber qué a los ojos de europa…

    no sé porqué en el contexto del Fringe y los contextos con los cuales nos vinculamos o nos vinculan beben de esta mierda. Pongo la canción, no tiene desperdicio:

    http://www.rtve.es/alacarta/videos/eurovision-2014/mira-quien-va-eurovision-2014-ruth-lorenzo-canta-dancing-in-the-rain/2411854/

  4. paz rojo dijo:

    espero que alguien co-edite todo esto y no ser pesada, que lo soy. Digo lo de co-editar porque es muy fácil lo de ir de anónimo ‘para opinar’, no pensar junt*s ni añadir nada, si no cancelar lo escrito (como a veces pasa, como con los post de perro paco).

    Siento no haber escrito esos post en uno y bien argumentados. Lo último que añado a lo dicho es, que las personas de la obra sobre la cual escribes, en relación a lo que quiero argumentar sobre el fringe es, que no han contado con la ayuda, la interlocución, el apoyo del Fringe para estar en el Lara. Que ellos han querido continuar con sus recursos. Que eso es todo. Que se han buscado la vida para dar vida a lo que hacen.

  5. Gracias por tus comentarios. Me alegra saber que te interesan estas notas. Y me anima a continuarlas. Te contesto, Paz. No he ido en mi vida al Fringe, apenas sé nada de ese festival. Sé que La abducción de Luis Guzmán se presentó por primera vez allí porque recibí un correo electrónico de uno de los miembros de la compañía, que lo anunciaba y decía textualmente: «me encantaría veros por allí». También conozco a gente que me había hablado de esa obra porque la vio en el Fringe. Con la frase «La obra se vio hace unos meses en el festival Fringe, en Matadero, ha corrido la voz y la gente parece que quiere verla» no pretendo que la gente que no sepa qué es el Fringe piense que es lo más de lo más para los artistas que se quieren dar a conocer. Simplemente informo de unos datos que tengo. Que la obra se vio en el Fringe es un hecho. Que ha corrido la voz también (la prueba es que yo me he enterado gracias a otra gente). Que la gente parece que quiere verla también es un hecho porque se agotaron las entradas. No pretendo decir que esto último sea una consecuencia de lo primero, aunque acepto que la frase se puede prestar a equívocos. Pero es que, quizás, lo uno sea consecuencia de lo otro. Tampoco podría asegurar lo contrario. ¿Que el Fringe es un contexto chungo para los artistas, como tantos otros por el estilo? No tengo datos pero, si me lo dices tú y en el contexto en el que está, me inclino a creerlo. ¿Que por qué los artistas, a pesar de eso, deciden estrenar allí sus obras? Deberíamos preguntárselo a esos artistas. Es posible que muchos de ellos sean conscientes de la situación, la valoren y les pesen más los presuntos beneficios que puedan obtener. Es posible que se equivoquen en sus cálculos. Y es posible también que muchos no sean ni siquiera conscientes de la perversidad del contexto. De lo que estoy seguro es de que La abducción de Luis Guzmán no se presenta en el Lara gracias al apoyo del Fringe sino, como dices, del curro de quienes han creado esta obra. Yendo a lo que creo que es el fondo de tus palabras… Entiendo lo que creo que dices. Si no le diésemos ni un contenido más a ninguno de los actos organizados por la comisión de festejos de las odiosas instituciones que se reparten el dinero público que nos arrebatan, otro gallo cantaría. Pero mientras tendemos hacia esa posición, ¿dónde ponemos el límite? Cuando algo te huele insorpotablemente mal, no hay duda. Pero a mí a veces me pasa que no sé si aceptar o no ciertas invitaciones, si presentarme o no a ciertas convocatorias, porque en muchas de ellas encuentro suciedad y malos olores, a pesar de que a veces se mezclen también ciertas buenas intenciones de la organización o ciertos merecidos beneficios que pueda obtener. Supongo que el límite lo tiene que poner cada uno. No seré yo el que juzgue las razones de cada cual. No soy nadie para juzgarlas. Pero sí que me hago preguntas constantemente al respecto y tomo algunas decisiones, como todo el mundo. Y tendremos que apechugar con las decisiones que tomamos, claro. Es un buen tema para darle unas cuantas vueltas, Paz.

  6. Iñigo dijo:

    Notas al margen, solo con ánimo informativo:

    El Fringe es un festival financiado por el Ayuntamiento de Madrid y el patrocinio de Banco Sabadell. Los artistas van a taquilla (desconozco el porcentaje) y el Fringe les asegura un mínimo de 600€ para el caso de que vendieran entradas por un valor inferior a esos 600.

    La persona que programa artes escénicas en Matadero (y en el Teatro Español) es Natalio Grueso. El director del Fringe es Joan Picanyol.

    Pablo Berástegui no dirige desde hace más de un año Matadero y tampoco está ya en Conde Duque.

  7. Íñigo, gracias por esos datos.
    Pablo, no sé si te sigo. ¿Qué intentas decirnos?

  8. paz rojo dijo:

    Rubén, sí estoy de acuerdo con tus palabras. Una, en lugar de juzgar, debería directamente preguntarse si quiere tomar parte de cierta precariedad y/o expropiación (aunque luego la institución en sí parezca como si no atendiera a sus condiciones y -se- contara unas cuantas mentiras)…a mí es ese paréntesis el que me inquieta.

    Lo único que quise cuestionar es si fue la participación de esta obra en ese contexto la que ha ayudado a que esta obra siga en activo. Cada una de las personas que conforman esa obra tienen afortunadamente contextos y lazos muy heterogénos. Son esos lazos los que hacen que la obra se vea y por su puesto, su singularidad como obra y las ganas.

    Creo que, me molestó (así como de entrada) valorizar un trabajo desde ese contexto como si fuera ese contexto el causante de que la obra exista. Todo es medir, en mi experiencia, también he participado a veces en contextos de los que no era muy fan, en los que decidí hacerlo porque me reportaría algún beneficio, que al final del día no dejaba de ser el de siempre ‘poder compartir lo que haces’, es decir ‘continuar’…que el trabajo (te) resuene…

    Íñigo, agardezco la aclaración. Sabía lo de Pablo. Espero que no haya dado lugar a malentendidos. Puse esos dos enlaces, porque precisamente ese era un contexto que se organizó en Medialab sobre instituciones madrileñas y me vi algunas presentaciones, y me pareció muy interesante desde dónde hablaba cada cual…(ese es otro debate)…

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