Cuando llevas un cierto tiempo dando vueltas por el circuito de artes en vivo español (¿artes en vivo?, no me acostumbro) es inevitable sentir la presencia de algo a lo que puedes llamar de muchas maneras: comunidad, pueblo o mundillo. Pero el caso es que está ahí, da igual si eres de los que se suben al escenario, de los que se quedan en la cabina, de los que escriben luego en su casa, de los que deciden quién se sube al escenario o de los que pertenecen a eso que llaman público. Y te das cuenta que está ahí cuando llegas a, por ejemplo, Bilbao el día que se inaugura el BAD, te vas a ese bar que da tan buen rollo, el Marzara, y comienzas a encontrarte a gente de cualquier punto de la geografía hispánica. Gente que se combina entre sí en configuraciones diferentes a la última vez que los viste. Cambian los roles, cambian las geografías, cambian los escenarios, cambian los trabajos, cambian las conexiones pero la gente permanece. Y esa gente trae consigo una energía y la energía ni se crea ni se destruye, ahí está, en conexión con el cosmos. Esa gente trae consigo información y esa información se comparte y se intercambia. Así, desde Bilbao, me entero de que Sergi Fäustino llenó el otro día Pradillo con Nutritivo, aunque el primer día la sala estaba prácticamente vacía. El mismo informador, cuando le pregunto qué tal aguanta Nutritivo 10 años después, me contesta que Nutritivo le parece un clásico moderno y que el segundo día las morcillas no pasaron de la primera fila.
Luego nos vamos a la presentación del último libro de Pablo Fidalgo, Mis padres: Romeo y Julieta, editado por Pre-textos, en el sótano de Consonni, que está al lado del Marzana. Allí nos encontramos con otras partículas de energía porque esa es la modesta inauguración del BAD: en un sótano donde un puñado de personas se apretan y se sirven vino y cervezas que cada uno coge directamente de la nevera, acompañadas de empanadillas, fuet y patatas fritas. Mucha gente joven. Harkaitz Cano presenta el libro leyendo un texto que ha escrito para la ocasión. Pablo lee algunos de los poemas. Al día siguiente presentó en el Guggenheim O estado salvaxe. Espanha 1939, la pieza en la que pone a su abuela en escena. La acaba de estrenar en el MARCO de Vigo, en el ciclo Material Memoria, que él mismo comisaría. Nota mental: preguntar a Pablo Fidalgo cómo es eso de programarse a sí mismo, práctica común entre todos los directores de teatros públicos y privados pero que a mí me despierta ciertas dudas. El libro de Pablo está siendo muy alabado en círculos literarios, periodísticos y otras partículas de energía. Habrá que leerlo. Tiene relación con la memoria y la familia, que son los temas en los que anda trabajando Fidalgo en solitario, desprendido ya de La Tristura.
Al día siguiente cada partícula ocupa su espacio y se dedica a lo suyo. Algunas partículas, entre las que me encuentro, nos pasamos el día en el seminario de Bulegoa z/b Las patatas y las cosas que retransmite en directo la televisión de Teatron. Un tema bien curioso: las patatas. Una excusa para hablar de todo un poco, de biología, de historia, de dominación, de ecología y de poesía. Jon Andoni Goikoetxea, un poeta de 83 años (me dicen) que se viste con mono de obrero para recitar, es el que remata la jornada con una Oda a todas las patatas más algún que otro pintxo de degustación poética que consigue entusiastas adhesiones en el chat de TVtron de algún televidente que sigue la retransmisión desde Madrid. Bilbao y Madrid gritando al unísono Oh patata gracias al obrero poeta. No me digan que no es curioso.
Para reponer fuerzas comemos (como no podría ser de otra manera en este contexto) tortilla de patatas, lo que en otros lugares se conoce como tortilla española, aunque sea el pincho por antonomasia en Bilbao. Por lo visto, tal y como nos contó Emmánuel Lizcano en su intervención La guerra de las patatas, en el siglo XVIII la iglesia francesa lanzó el bulo de que las patatas producían lepra. No fue hasta la época de Parmentier que los franceses se lanzaron a comer patatas. Este señor lo consiguió regalándole una flor de patata a María Antonieta, lo que le abrió las puertas a que el rey le concediera un pequeño trozo de tierra en las afueras de París para cultivar patatas. Parmentier hizo rodear la tierra de una guardia custodia. La gente, al ver tamaño despliegue comenzó a preguntarse qué se cocía allí. Parmentier dio la orden de que la guardia hiciese la vista gorda de vez en cuando para que la gente pudiese robar ese oscuro objeto de deseo. Gran técnica de márketing para introducir de nuevo la patata en la cadena alimenticia francesa. Deberíamos aprender de Parmentier.
Aún me da tiempo de llegar a la Merced para ver, dentro de la programación del BAD, Posthumos de Idoia Zabaleta, donde me encuentro a otras partículas entre el público. Una partícula me dice que el trabajo de Idoia se pudo ver en Valencia a finales del año pasado (aún sin acabar) y en la Fundición de Bilbao hace unos pocos meses. Tres chicas nacidas en los 80 y más acá nos hablan de la vida y la muerte a través de las letras y la música de grupos ochenteros y noventeros como Mecano, Franco Battiato y Eskorbuto, con la ayuda de tres esqueletos humanos y de recursos coreográficos y vocales sencillos pero potentes.
Son tres chicas jugando con las canciones y los lemas de la época en la que Idoia Zabaleta tenía la edad que ellas tienen ahora. Hay alegría, hay rabia, hay sensualidad, hay humor, juego y mucha energía que nos recuerda muchas cosas que ya sabemos los que compartimos aproximadamente la misma generación que Idoia. Pero está muy bien que alguien nos recuerde cómo éramos hace veinte años, no desde la nostalgia sino utilizando el presente como un tiempo relativo donde podemos encontrar todos los tiempos pasados y futuros superpuestos actuando a la vez. Yo sigo siendo yo hace veinte años pero a veces me echo de menos porque no me acuerdo de mí mismo. Me sirve echar la vista atrás para que mi presente se conecte de nuevo con mi universo de hace veinte años y el espacio-tiempo pueda continuar fluyendo impregnado de esas partículas que según las ecuaciones que rigen ciertas teorías de la física moderna teóricamente podrían circular hacia atrás en el tiempo. Posthumos es fresca y gamberra pero también muy tierna. Me interesa especialmente lo bien que encaja ese universo de nuestro pasado reciente con mi universo presente. Dan ganas de montar un grupo post-punk. O algo. Dan ganas de montar algo. Lo que sea. Y gritar mucho. Y bailar mucho. Lo que sea.
Vuelvo a Barcelona triste por no haber podido ver el estreno de La chica de la agencia de viajes nos dijo que había piscina en el apartamento de El conde de Torrefiel. Las partículas con las que estoy íntimamente conectado a pesar de la distancia me cuentan que El Mercat se ha llenado para verlos. Y lo mejor: gente de todas las edades y de todos los pelajes, como tiene que ser. Las partículas dicen que siguen profundizando en el camino que emprendieron con Haneke. Dicen que en la línea dura. Espero conseguir ver La chica algún día. Que la programen sólo dos míseros días en la ciudad donde vivo, que es la misma donde trabajan ellos, no ayuda mucho, la verdad. Habrá que irse a Madrid para poder verlos en Pradillo durante dos semanas. Manda cojones.
Pero llego justo a tiempo de ver a Lucy Suggate y Sònia Gómez. Hace mucho tiempo desde la última vez que vi algo de Sonia. Único día en el Graner, en la programación del SÂLMON<, como El conde. El Graner, ese espacio que tenía que ser una fábrica de creación al servicio de los creadores gestionado por el ganador de un concurso público de proyectos pero que finalmente gestiona El Mercat como una extensión de su feudo. Algún día saldrá el documental que cuente la apasionante historia reciente de este lugar. Mientras tanto tapémonos la nariz y vamos allá, en sitios con historias más truculentas hemos estado y no lo hemos pasado mal. ¿Os habéis fijado que los centros culturales suelen ponerlos en sitios que antes han sido orfanatos, mataderos o cárceles? En fin, una fábrica, aunque fuese de Philips, no puede ser para tanto. E incluso en sitios así hemos visto nacer proyectos bien interesantes que ahora echamos de menos. Ojalá sea el caso. Da la impresión de que la fuerza que une las diferentes partículas subatómicas del Mercat comienza a diluirse en favor de una mayor independencia de cada una de las partículas. Una impresión mía que me parece que permite mayores grados de libertad en ese peculiar sistema atómico barcelonés. Soy de los que pienso que la libertad suele traer cosas buenas.
Llego al Graner agotado por el viaje y la interacción con tantas partículas energéticas, pero llego. La idea de The Inquisitive middle es bailar sobre la música del último álbum de James Holden, The Inheritors. Lucy está sola en una escena vacía con linóleo y humo blanco. Le dan al play del disco y durante una hora y quince minutos escuchamos el álbum de principio a fin. De vez en cuando, algún texto se proyecta en la pared, comentando lo que ahí está pasando, aunque los comentarios a veces se van muy lejos, sugiriendo otros planos de una realidad fantástica. En todo caso, el texto interviene de una forma muy ligera. Al final de la pieza la controversia entre algunas partículas allí congregadas es sobre la necesidad de esos textos. Esta partícula tiene que decir que, a pesar de que en un inicio se alineaba con las partículas que no quieren ser distraídas por el texto, a medida que pasaban los minutos fue agradeciendo la intervención del texto como un corte que limpiaba su atención y disparaba su mente a otras imágenes que le ayudaban a enfrentarse de nuevo con lo que allí estaba sucediendo entre Lucy Suggate y la música de ese Stravinsky moderno, como en algún momento el texto se refería a James Holden. ¿Cómo se debió sentir Nijinsky la primera vez que escuchó La consagración de la primavera de Stravinsky? Lo que sucedía en escena era muy potente. Es un regalo enorme haber podido contemplar a Lucy Suggate en escena durante más de una hora casi sin parar. En todo ese tiempo Lucy sólo se permite algún que otro descanso en un lado del escenario donde se sienta unos instantes para secarse el sudor con una toalla como si fuese un jugador de tenis. El despliegue de esta coreógrafa británica afincada en Dinamarca fue una cosa tremendamente emocionante, llena de energía y riqueza de recursos. El retorno de Sonia Gómez no pudo encontrar mejores aliados: Lucy Suggate y James Holden. Pocos elementos pero tremendamente potentes. Mucha teoría, poca diversión. Las partículas se alegran del retorno de estas añoradas formas de energía.
¡Gracias por la crónica!
uniremos partículas energéticas, bailaremos mucho, gritaremos mucho y haremos lo que sea …
Bien dicho,
la búsqueda de partículas energéticas nos sacará del letargo, de la mediocridad, de la falta de empatia… del yo y sólo Yo…