Entrevista a Rubén. Lavapiés, Madrid. Jueves 12 de julio de 2012.
Rubén es el autor de este blog.
Hace más de un año que no sabemos nada de Master. La última vez que supe de él fue por un WhatsApp que me envió el 18 de abril de 2011. Aún lo tengo guardado. Decía textualmente: Vaya lío. Buena suerte. Un poco críptico pero no le di más importancia. Master es así. Lo recibí en Barcelona, en mitad de mil follones, preparando un viaje a Madrid, luego me tenía que ir a Budapest y a París. Ese deseo de buena suerte me lo tomé por ahí: buena suerte con tus viajes y tus movidas. A la primera frase no le di mayor importancia. Yo qué sé, la crisis, las elecciones en España, los juegos de palabras típicos de Master. Ese día mi horóscopo decía:
Tómate el día libre, relájate, inspírate en las flores, mímate con un baño floral, duerme una siesta, trátate como a una reina. Toma el día para distraerte, sal con tu pareja esta noche, ve a bailar o a dar un paseo, la pasión se enciende al final de la noche. Absorbe tus problemas y los ajenos también, ya es tiempo de delegar responsabilidades también en los demás, basta ya de sacrificios inútiles. Es momento de ponerte en primer lugar en todo, que tu prioridad en la vida seas tu.
Mi pareja estaba en Madrid, fue ella la que me envió este horóscopo por email. De dónde lo sacaría… No podía salir con ella esa noche pero, por lo demás, juraría que le hice caso y me dediqué el día. Aunque era lunes. Pero no me acuerdo muy bien porque de eso hace ya más de un año. Lo que sé seguro es que no respondí al mensaje de mi amigo. Y lo jodido es que ese mensaje es lo último que he sabido de él. Pasar semanas, incluso meses, sin saber nada de Master es normal, siempre ha sido muy normal. Master es un tipo independiente, nunca sabes muy bien dónde está ni en qué anda. Pero lo que no es normal es que en más de un año ni yo ni nadie que yo conozca sepa nada de él. Es normal que no te coja el teléfono pero no es normal que no responda a los mails ni a los sms ni a un triste WhatsApp en 14 meses. El caso está en manos de la policía. No sé muy bien cómo va el asunto pero sé que hay un tiempo a partir del cual si no saben nada de ti te dan por muerto. Creo que ese tiempo aún no ha pasado pero sus amigos comenzamos a estar bastante preocupados. Es exasperante no tener ni una triste noticia. Podría ser que Master nos esté haciendo la gran performance de su vida. Podría ser. Pero también se me ocurren unas cuantas explicaciones chungas que comienzan a convertirse en pesadillas recurrentes que me despiertan por las noches. Hace ya días que no puedo dormir. En estas noches de insomnio he pensado en muchas cosas, algunas muy absurdas. Pensé en cómo se partían de mí algunos colegas, hace un par de años, porque decían que yo todo lo solucionaba con el mismo consejo: sácate un blog. Me da vergüenza reconocerlo, pero es verdad. Todo lo llevo ahí. Pero porque creo que somos como náufragos, cada uno en su propia isla. Busco la manera de enviarnos mensajes aunque sea lanzando botellas al mar. Suena super cursi, soy perfectamente consciente. Yo mismo, aparte de con la gente que conoce a Master, no he hablado de esto con nadie, hasta el momento. Por pudor, seguramente. Porque cuando las cosas se ponen chungas me da la impresión de que las palabras lo ensucian todo. El caso es que la gente que conoce a Master, aparte de denunciar el caso a la policía, no tiene ni puta idea de qué hacer. A mí, al menos, se me ocurren estas ideas absurdas por la noche. Venciendo la vergüenza que me produce hacer de esta mierda un puto espectáculo, he decidido lanzar unas cuentas botellas al mar, con la ayuda de esta gente que, como yo, se siente cada vez más impotente ante la desaparición de nuestro colega. Bueno, puede sonar a homenaje póstumo. Quizá lo sea. Pero mi esperanza es que alguna de las botellas llegue hasta la playa donde me imagino a Master bañándose y tomando el sol. Master, cabrón, espero que abras la botella, leas el mensaje, acabes esta puta performance y salgas a saludar de una vez. Estés donde estés.
😉
Bueno, acabada la primera temporada me decido a decir alguna que otra cosa.
Desde el primer momento relacioné este serial con una buena novela, El día del Watusi. Sirva decir que uso la comparación para comprender.
Sobre todo, la relación entre ambas creaciones se debe a una característica: la figura del desaparecido, que crea enigma y por lo tanto una imposible, hoy, escritura mítica. Donde el mito crece al mismo tiempo que se desvanece. Crece al mismo tiempo que va creciendo su no importancia.
El mito sirve principalmente, en la novela de Casavella, para contar una época, un barrio, una ciudad. Y también una historia, la de su perseguidor, Fernando Atienza. Master también se vertebra a través de la ausencia de Master, que no se sabe si desapareció, si fue aniquilado o si está generando una broma infinita; y también mira en pos de poder ser espejo de una época. Pero, al mismo tiempo, este serial híbrido se vertebra lejos de la ficción literaria. Se aleja de reminiscencias, de descripciones o de ambientes a lo Marsé. No hay barrio, no hay personajes en ese barrio, no hay comunidad entrelazada por negocios, matrimonio, familias ni linajes, no hay construcción de un personaje principal, no existe un narrador, ni tampoco hay, lo que es más arriesgado, trama.
Master parece, en esta primera entrega, querer ahondar en, o más bien servirse de, el formato periodístico de la entrevista, de una entrevista sin entrevistador, donde no existe el párrafo y en la que el entrevistado se atropella en una conversación amputada donde prima la información que este proporciona sobre el “desaparecido”.
Percepciones parciales de Master. Percepciones en las que el lector algo va entreviendo, pero poco, datos insuficientes con los que uno no puede hilvanar un acontecer, una sucesión de actos, una historia. Percepciones que agarran porque intentan mostrar la identidad de este negro charnego fragmentada en las vivencias que sus amigos pasaron con él.
Entra en juego el concepto de pandilla: Master es un frankestein que se se escapa en los diferentes “trozos” vividos con sus colegas: música, alcohol, basket, deseo y primeras confrontaciones con el mundo. Y ahí, el serial agarra por disfunción. Uno piensa: ¿podrían contar nuestros colegas quienes somos? ¿Hay una explicación plausible de quienes somos a través de la narración de los que vivieron con nosotros? ¿Es suficiente el mosaico de opiniones y recuerdos sobre Master para que el serial sea espejo?
Quizá, lo primero que hay que pensar sobre este serial que comenzaba con un monólogo en vídeo que parecía un tráiler realizado por Corcovado (un monólogo mirando al mar, con la ciudad a sus pies), es que no es una obra literaria. Creo que ese primer capítulo en vídeo, y el último (“Extra de la primera temporada”) dan alguna pista de por dónde puede ir este “híbrido”. En el último capítulo entra en juego la voz de Rubén Ramos, autor de MASTER y en la ficción amigo de él. No creo que se trate de un cameo en plan Hitchcock sentado en un lateral de un vagón de tren. Tampoco creo que Ramos sea Fernando Atienza. Es decir, que entremos en el género en autobiográfico. Quizá sí, veremos. Lo que sí creo es que lo interesante de esta primera entrega es que uno no llega a ver qué tipo de punto es el que se va a utilizar, si en cruz, si inglés, petit point, o por el contrario telar industrial. Es decir, lo interesante es ver como el autor pone fichas en mesa y las va tocando, con el dedo, las hace girar para ver cómo lo hacen pero sin coger ninguna…
Me gusta Master por dos cosas, principalmente. Primero, porque toda la primera entrega es un planteamiento de cómo abordar, de por dónde uno puede hilar y por dónde uno debe dejar escapar. Un planteamiento largo, que no tiene prisa en solucionar y que parece saber que en la “rumia” también se concluye o se extrae. Y segundo, porque el planteamiento no es otro del de cómo poder ahondar, atrapar, explicar o mostrar lo que somos, lo que nos da identidad, lo que nos explica. Una investigación sobre la condición humana, qué si no.
Ya veremos por donde tira. Todo son expectativas….
Peibol, me siento honrado de que inviertas tu tiempo en hacerme este comentario tan extenso, minucioso y fino. Relacionar esta serie con El día del Watusi… realmente sabes cómo halagarme. Pero lo mejor es la definición que haces de Master: «este negro charnego». Master debe estar partiéndose el culo de todo esto allá donde esté. Estoy convencido. Por lo demás, te diré que en esta primera temporada he intentado ponerme siempre en su piel cuando pensaba en qué publicar y cómo hacerlo. He intentado montar todo esto como me imagino que lo habría hecho él si las cosas hubiesen ido al revés de como han sucedido en realidad y fuese yo el que no está. Sobre tus expectativas, te diré que intentaré seguir ese mismo camino mientras dure esto pero lo que deseo, lo que me gustaría, lo mejor que me podría pasar, es que el propio Master se encargue de impedir la aparición de la segunda temporada. Gracias por tu comentario y por estar ahí, Peibol.