A los 17 años, mi Padre me hizo la pregunta del millón: ¿Qué vas a estudiar cuando acabes el C.C.H.? Yo no tenía ni idea. Lo único que quería era dinero. Dinero que tenía porque vendía ropa en la lagunilla, en la calle de Comonfort y vendía bien, lo que tenía claro era ponerme otro puesto de ropa y comprarme mi coche. Me imaginaba con dinero, viviendo solo, follando con quien quisiera, empedándome y drogándome, ir a la playa y trabajar lo menos posible. Así que como a mi Padre no le podía decir mis aspiraciones, le dije que no sabía. Pues te queda un año, me dijo, así que vete aclarando. Nosotros vivíamos al norte de la ciudad, en el municipio de Ecatepec, en un barrio que se llama San Agustín, barrio de comerciantes, rateros y asesinos, en donde si no formabas parte de este gremio, te quedaba la posibilidad de largarte a trabajar de mojado en lo que fuere en Estados Unidos. Mi Madre tenía una perfumería y tuvo el acierto de apuntarme en una escuela de iniciación artística, en donde los martes y los jueves hacían un taller de teatro, taller al que solamente iba a frivolizar y a reírme con mis compañeros, la verdad es que no me lo tomaba en serio. Se que lo que hacíamos era muy difícil y por lo mismo le guardaba respeto. Creo que en ese tiempo el teatro era a lo único a lo que yo le guardaba respeto profundo, no entendía nada y por esa misma razón lo respetaba.
Cada sábado iba al teatro, veía obras en el centro cultural del Bosque, ó en el Centro Cultural Universitario y me grababa los nombres de los actores, directores y dramaturgos. Pero no fue si no hasta ese año, que un amigo me invito a una obra de teatro donde el participaba en el teatro Julio Castillo, la obra se llamaba “Clotilde en su casa” de Jorge Ibargüengoitia y la dirigía el Maestro Luis De Tavira. Invite a mi prima. No recuerdo la trama de “Clotilde”, recuerdo a Julieta Egurrola y a Adrián Joskovish follando y al gran actor Guillermo Gil entrando en escena, su personaje entraba y tenía ganas de cagar, así que iba al baño, se bajaba los pantalones y mientras cagaba encendía un cigarro y fumaba. También recuerdo a Hernán Mendoza haciendo el papel de Jorge Ibargüengoitia, escribía y lo que pasaba por su mente lo veíamos escenificado detrás de el. El montaje del Maestro Tavira era bellísimo, recuerdo a ver pensado: Yo quiero estar ahí.
Antonio, el amigo que me había invitado, me presento a muchos de los actores y a los músicos que participaron en la obra. De todos ellos, recuerdo a uno en especial que se llamaba Santiago, un músico que tocaba el trombón. Un día estando yo en el puerto de Acapulco, no tenía donde dejar mi maleta, mi autobús salía esa misma noche y nos habían echado del hotel, yo estaba tirado en la playa de la Condesa con mi maleta usándola como almohada perdiendo el tiempo, pensando en que me faltaba mucho tiempo para tomar el autobús, y entonces vi a Santiago caminando por la playa y fui a hablar con el, vagamente se acordaba de mí, pero logro acordarse de mí y me dijo que el era de Acapulco y que ahora estaba de visita con sus Padres, así que le pedí que me echara una mano guardando mi maleta y acepto. Después de eso, no volví a verlo jamás.
Al año siguiente en un microbus estaba pensando en que iba a estudiar, pero no sabía que. Lo único que sabía era que no tomaría ninguna carrera que tuviera que ver con matemáticas, química o física, tampoco ninguna que tuviera que ver con leyes, ni derechos humanos, ni esas cosas, solo sabía que me gustaba la música y que mi encuentro con el teatro a pesar de no tener ni idea de lo que iba era lo que mas me estimulaba, descarte la música porque soy una persona completamente arrítmica, así que solo me quedaba el teatro y pensé seriamente en ser actor. Entonces le pedí a Dios que me mandara una señal, que si estaba tomando una buena decisión se manifestara en algo, vi que el chofer cómo buen microbusero religioso tenía una virgen de Guadalupe en el parabrisas y entonces le pedí a ella: “Quiero escoger algo de lo que en mi futuro me sienta orgulloso. Algo en donde valga la pena dedicarme toda mi vida y que sea algo que me cueste trabajo, algo que sea difícil. ¿Tú crees que el teatro sea el camino a donde estoy llamado?”. El microbusero freno y el altar donde tenía a la Virgen se apago y empezó a parpadear hasta que se quedo encendida otra vez. Y yo, me quede sorprendido, porque para mí eso era una respuesta, y la interprete como un si.
Es muy relativo eso de fiarse de las señales. ¿Qué tal si eso quería decir no?. Pero yo lo leí como si. Y lo que podamos reflexionar sobre eso a estas alturas del partido no importa.
Llegue a mi casa, salude a mis Padres, cene viendo la tele y me fui a mi habitación, y vi que la revista Proceso estaba en mi cama y me puse a hojearla, en la última pagina había un anuncio que decía: “Casa del teatro abre sus inscripciones para su ciclo de formación actoral 1990-1994, los interesados deberán cumplir con los siguientes requisitos: 1. Comprobante de Bachillerato. 2. Acta de nacimiento. 3. Dos fotografías. Una de un primer plano del rostro y otra de medio cuerpo. 4. Experiencia Teatral. Y la convocatoria aclaraba que había que hacer una entrevista y una clase física. Los interesados llamar a los siguientes teléfonos 5659 64 54 y 5659 64 55. Precios de la inscripción 200, pesos. Cuerpo académico: Luis de Tavira. Jorge Vargas, Rogelio Luévano, José Caballero y Morris Savariego.
Más abajo de esta convocatoria venía publicada la convocatoria del Foro de la Rivera, la escuela que el Maestro Margules dirigía, pero el precio era de 50 pesos más, así que me decidí por Casa del Teatro y llame para sacar cita. Me contesto una voz muy agradable y simpática, me inspiro mucha confianza, pensé que me contestaría una secretaria con voz de burócrata pero no, me contesto María Inés.