CURSO PROPEDÉUTICO.

La dinámica del curso propedéutico, se basaba en el caminar, (Duró todo el verano, julio y agosto.)- caminar en todas sus modalidades. Se decía que la escuela era peripatética. Igual que la escuela Aristotélica. Y se incluyo una variante: nos tirábamos en el suelo a relajarnos y de ahí construíamos ficciones, es decir, el profesor nos daba la indicación de representar una idea, un concepto ó hasta una cosa, no de forma literal, si no de expresar su esencia, un ejemplo muy claro me lo dio el Maestro Caballero:- Cuando digo perro, no me refiero a un animal de cuatro patas, con pelo y que ladra, me refiero a su esencia, un perro, puede ser fiel, pero también puede ser violento, también tiene sensibilidad a los estímulos exteriores y obedece a un pasado, a un previo aprendizaje, pregúntate qué hace un perro cuando ve a la gente comer, puede no hacerle caso a su instinto y hasta que no le dan su plato, le dicen come y lo hace. Un toro de sangre brava puede ser tierno, es violento por naturaleza y esa puede ser su esencia. Con esta nueva reflexión me dí cuenta que lo que estaba haciendo no era mas que pura y simple imitación.  Regrese a las clases y no me dejaba ir por lo evidente, lo pensaba un poco y trataba de trabajar un  detalle y mi camino se desarrollaba en esa línea. También me ayudo mucho ver a un compañero, Miguel se llamaba, un chico que a mí en lo personal me cayo muy bien y que mi primera impresión de él fue que era un chico muy educado, leía muy bien, con ritmo y le daba sentido a las frases, no solo la hacía en castellano si no que podía hacerlo en un ingles muy fluido. La esencia de un elefante fue la indicación que Caballero nos indico, me quede en blanco, pero Miguel se puso en cuclillas caminado lentamente, cerro los puños, sacaba un sonido muy grave y ronco, y cuando lo vi  me encontré con lo que era la esencia de este animal, grande, pesado, por momentos arrítmico y por momentos lento, me dí cuenta que allí en ese momento las instrucciones del Maestro Caballero cobraban sentido, por momentos hasta llegue a pensar que ese elefante tenía una edad y lo veía viejo y un poco cansado. Me pregunte ¿Por qué  el Maestro Caballero no nos divide y así podemos observar lo que nuestros compañeros hacen y viceversa, que también mis compañeros se den cuenta de lo que hago yo? Y entonces me dí cuenta que mis Maestros también eran mis compañeros, mis compañeros eran mi referente, eran mi espejo. La verdad es que siempre viví pensando en que las cosas las hacía de regular a mal y no por actitud, porque siempre hacía las cosas lo mejor que podía, pero era evidente que el teatro me exigía más y siempre me sentí cuestionado, cada vez que había una evaluación, me decía a mi mismo:- Me van a echar, me van a echar. Y sufría mucho, un momento llegue a pensar que yo no me iba de la escuela hasta que no me dijeran vete, pero también me dí cuenta que esos pensamientos solo hacían que me fuera anulando yo mismo y que si me iban a echar de la escuela les dejaría la responsabilidad al cuerpo artístico y no a mí, porque ese no era mi trabajo, vivía con la necesidad de encontrar una respuesta a mi pregunta inicial: ¿Qué es el teatro? Cuestión que me sigo haciendo todavía, pero que tiene que ver mas con reflexiones filosóficas y más aun ¿Para qué el teatro?. Pero tome la decisión de que si no encontraba esa respuesta, lo que me quedaba era esperar y que la respuesta vendría sola con el trabajo en clase, con la reflexión constante,  escuchando a mis compañeros, aprendiendo de mis profesores, pero por sobre todas las cosas con indagar en mí mismo, cosa que también me era dolorosa, pero que asumí, sabía que no me quedaba de otra y empecé a vivir el día a día sin que fuera algo monótono, si no más bien vivir el presente de cada clase e incluí, el gusto por las clases de expresión corporal que el Maestro Vargas nos daba. Ya que en esa clase Vargas más que meterse conmigo o con mi forma de ser, me mantenía muy ocupado pensando en el trabajo, es decir en la técnica y en el desarrollo de los ejercicios, veía una búsqueda que se trasformaba en acciones corporales y sentía que no estaba tan limitado como con el desarrollo de mis sentimientos, ya que un problema que sabia que tenía que trabajar, era en mis emociones y en el desarrollo de mi capacidad para verbalizar mis puntos de vista o mis reflexiones sobre el comportamiento humano, o en el análisis de los ejercicios de los demás. Y es que ahora me doy cuenta que no podía verbalizar un ejercicio, mientras yo, en esos momentos no entendía nada de lo que me explicaba Luévano o Caballero. Para mí la experiencia fue fundamental, lo más importante que aprendí en esos momentos, era: Mantén la boca cerrada, no hables por hablar y arriesga.

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