El Fausto gastronómico narra su descenso existencial. Partes de la historia entran por la boca y se disuelven en el estómago. Algunos ni siquiera la prueban. Texturas y sabores van tejiendo un sueño, un discurso disperso, y el tesoro encontrado en la boca del cadáver de una joven romana sepultada tras el terremoto de Lisboa: un higo seco (¿el secreto de la vida?).
La muerta duerme su vida de inmortalidad, lo lleva escrito en su ADN. Me pierdo por el reflejo de las mesas proyectado en el techo, y al bajar la vista vuelvo a la realidad y me doy cuenta que el espectáculo está en la mesa, en los comensales, en las caras, en las bocas. Nosotros, los espectadores, somos el espectáculo: El banquete.
Las palabras de la cigüeña, el pavo real, el papagayo, la gallina y el colibrí, reflexionan sobre la humanidad. Los camareros sirven los misterios en el plato con extraños modales. El libreto que nos entregaron para seguir el texto puede ser un buen sustituto del almax para digerirlos.
Marta
QUÉ LASTIMA. ESTE ES UN TIPO DE TRABAJO QUE SE VE DE OTRA MANERA, CON OTRO SENTIR , CON EL ESPIRITU EN CALMA. Y EL PÚBLICO DE AYER NO ESTABA PREPARADO PARA ESO. PARECÍAN BORREGOS COMIENDO ALFALFA.
UNA LÁSTIMA PORQUE LOS QUE QUERÍAMOS VER EL ESPECTÁCULO NO LO PUDIMOS VER. NO NOS DEJARON ESOS ESPECTADORES QUE LO TIENEN TODO TAN CLARO.
¿Había algo que ver?
Éste es un tipo de trabajo que se ve de otra manera, dice Anónimo I. O sea, como lo miras tú, más pendiente de la forma de comer de los espectadores que lo tienen todo claro y que tú distingues a la perfección con sólo mirar sus dientes, que de ver lo que suspuestamente tú dices que hay que ver. Tú y los espectadores que son como tú, que parece que también les distingues de lejos. Toda la noche clasificando. No me extraña que no hayas visto nada. Ahora dinos algo sobre la obra, porfa.
Anónimo III (borrego, por supuesto, sin nada que decir sobre la obra)
Según me he levantado he puesto toda la ropa de anoche a lavar porque los olores de la cocina genética se habían adherido a ella. Me resultó en ese sentido un tanto desagradable, y es que yo no había ido a comer , ni a un banquete,ni siquiera iba vestida para la ocasión.
Sin embargo, dejando a un lado lo puramente gastronómico, me atrapó en un principio el ambiente creado, la iluminación, los reflejos de las mesas, las primeras alocuciones y la actitud de alguno de los camareros. Me gustó mucho la esencia, sin embargo después de la primera hora perdió casi todo mi interés, sólo pensaba en lo próximo que traerían para degustar y en el número de hojas del libreto que faltaban para que terminara. El tiempo empleado fue excesivo, hubo momentos en que estaba completamente aburrida.
Sin embargo, llevo toda la mañana dando vueltas al montaje, mezclando lo vivido anoche con los olores que aún creo reconocer en mi nariz.Me gusta que no me ha dejado indiferente.
Hablaremos esta noche y la semana que viene y cuando el tiempo pase comprobaré si realmente ha dejado su poso en mi o sólo fue algo impactante.
A.
Un banquete futurista con camareros androies y fórmulas científicas.
Estos pseudocamareros hicieron de la velada un encuentro entretenido con otros seres,con otras recetas,otros espacios y tiempos.
Para mi este viaje al laboratorio bar, me ha hecho plantearme cuestiones como la vulnerabilidad del ser humano ante el propio ser humano.Ante la capacidad de analizar , manipular y gestionar al gusto de cualquier «chalao» el material del que están hechas nuestras células ; el material del que se alimentan.
Fue curioso ver como la gente se sujestionaba imaginando que lo comía eran restos de a saber qué cosa, a mi también me pasó y bromeaba ya antes de empezar, al ver los frasquitos de muestras preparados, con que nos iban a sacar sangre.
Un espectáculo largo con un buen postre.
mano
Si el arte no me obligara a pensar seguramente no me atraería tanto. Sigo pensando en el banquete de anoche, y son las cinco de la tarde. Pura casualidad. Para nada he buscado esta coincidencia. He estado leyendo con calma algunos de los textos que ayer me guardé ante la imposibilidad de hacerlo entonces y empiezo a encontrar pistas que conducen a caminos y a intuir cientos de lugares ocultos cuyos caminos posiblemente no halle nunca. Anoche disfruté a la mesa. No por la comida en sí, a la que sin hacer ascos probé en todo momento, sino por la situación creada y la provocación que percibía. No me molesta abandonar mi ego durante un rato, así que acepté el reto y les seguí el juego. Tampoco me importó el ritmo lento que impusieron, y además me interesé de inmediato en toda esa parafernalia con que adornaban cada acción. Me divertí viendo volar por los aires la liturgia del banquete tradicional. Ni siquiera se me hicieron largas las tres horas que para otros quizás fueran de castigo. Charlé, sonreí, miré y pensé. Ellos me obligan a pensar. Sigo pensando. ¿Qué somos? Una dieta. Una dieta y una pelea constante entre seguirla o transgredirla. Una comida y una manera de comer. Ellos nos empujan a pensar y nosotros nos resistimos. Nos cambian la dieta y la liturgia y nos obligan a pensar, y nosotros nos resistimos. Y así llevo todo el día.
L.
«Sabemos siempre lo que comer (nosotros, los animales). Pero para los humanos escoger lo que van a comer les ocupa una gran parte del cerebro».
Salí con ganas del espectáculo.A partir de la primera hora aquello empezó a hacérseme largo.Sin embargo, a pesar de la excesiva duración de la obra, hubo muchos momentos que captaron mi atención, la cual ya hacía yo por ser captada, manteniendo la mirada firme ante el librito imposible de leer. No logré meterme en la historia, el discurso era denso y el ambiente no favorecía la concentración. Tampoco la busqué. Desde el primer momento me abandoné al «placer» de los sentidos, a disfrutar de esa estética de laboratorio que buscaba provocar en nosotros una reacción y creo que el diálogo con los demás comensales.Por cierto, estuve muy a gusto con mis compañeros de mesa, yo no pude evitar hablar, nunca callo, pero es que si lo hubiese hecho tal vez no habría vivido de igual modo la experiencia que fue, que es lo que me llevo a casa.
Con la letra tan pequeña no he podido leer nada del texto y no entendí lo que decía el actor porque no sé inglés. Aún así este montaje me ha gustado mucho, he tenido la sensación de formar parte de un experimento, entre otras cosas porque p.e. guardan con cuidado en una bolsita la cucharilla que he usado, sin duda para averiguar mi ADN. Y todos nosotros, manchas pequeñas, formamos parte de la gran hélice que vemos arriba. Genial.
Al mismo tiempo yo también estoy experimentando. Qué es ésto, a qué huele, a qué sabe? Estas pinzas no se usan para comer… ¿Beber de una probeta?
Muchas preguntas acerca de condicionamientos culturales, o sobre el sometimiento ante una bata blanca, o no. Me sacan a pasear no sé si por el jardín de un sanatorio, acompañada de una enfermera que me sujeta del brazo. ¡Uy!
Enseguida el vino me reconforta. Me han sentado con otra gente que no conozco y trato de adaptarme. Se quejan de que ésto dure tanto, y sí, a mi también se me hace un poco largo, pero me alegro mucho de haber asistido a este banquete y siento perderme un montón de información que exponen los actores y que se me escapa. Porque supongo que se trata de una obra muy densa que va de más cosas.
Cesca
Me siento en una mesa alejado de mis amigos aunque al final coincido con Mariví enfrente y dos compis de master a los lados. Nos ponemos las botas y eso que todas las caras reflejaban un fin de semana de excesos. Nos lo pasamos bien pensando qué será lo próximo, debatiendo si tu helado lleva wasabi o sólo es de kiwi, preguntándonos qué sistema siguen para regalarme a mí un masaje y castigar a otro con unos trozos de jenjibre. Me encanta que los camareros nos indiquen qué hacer, somos cobayas de un experimento aunque nos permitan salidas de tono. La voz de Guillermo (Guillermo, qué sorpresa!) me es familiar y por eso también entro pronto en formar parte de los elegidos para acabar con la Historia, acabar con las generaciones y comenzar una nueva era en la que los pasados genéticos no importan.
No dejo ni una sobra y pienso qué les habrá pasado a los que elegían qué comer, cómo habrán despertado hoy sin todos los ingredientes que yo sí comí.
Y VEO los pájaros del jardín de otra manera, sé que me espían y estudian lo que como.
Un Banquete perfecto para acabar con el VEO.