La compañía portuguesa Circolando repite en el festival. Les vimos en la edición del 2008 (recuerdo la dureza de su espectáculo en la Plaza del Patriarca) y les veremos en ésta. Siguen trabajando en la mina. El año pasado los mineros salían al exterior provistos de bicicleta y casco para hacer un viaje musicado y circular alrededor de un surtidor que producía una lluvia constante. A los sones de sus instrumentos de viento giraban y giraban mientras que la arena del suelo se iba convirtiendo en barro. Empapados y enlodazados, la dificultad de su avance se hacía más patente a cada vuelta y su agotamiento llegó a calarme tanto que me impacienté porque no acababa el espectáculo. Ahora nos encerraremos en una mina del Alentejo con ellos y supongo que nos mostrarán que dentro la vida es aún peor. Seguro que les veremos trabajar (tal como muestra la fotografía del programa) empujando carretillas repletas de mineral o picando las paredes para que éste caiga desparramado al suelo. Participaremos de su sufrimiento, estoy seguro. Por eso ya voy preparado para acompañarles en el sentir y hasta para desear como entonces, si llega el caso, que se acabe el suplicio. La escena, como la vida, también es esto.