El punto de partida para “Marketing research”

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Fragmento de una encuesta del Teatre Lliure

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Una encuesta del Mercat de les Flors

«Marketing research» fue un experimento performático que se llevó a cabo dentro de «La estrategia doméstica» el sábado 9 de octubre del 2010

¿Hasta dónde se puede llevar la analogía entre arte y producto?

Antes que nada, no seamos ingenuos. Toda actividad humana tiene una vertiente económica, directa o indirectamente. El único problema es cuando esta faceta de la realidad parece abarcarlo todo y amenaza con borrar cualquier otro tipo de valor o motivación. Aunque también puede ser un mero pasatiempo, por supuesto el arte se convierte en producto cuando se inscribe en un flujo de intercambios económicos, por escuálidos que sean a veces. Pero, ¿de qué tipo de producto se trata y qué se exige del mismo? Como si de un libro de Oliver Sacks se tratase, ¿hasta qué punto se puede confundir una pieza escénica con una bolsa de patatas fritas?

En mi proceso “Un año en El Corte Inglés” decidí acercarme a esta empresa porque constituye el símbolo de la sociedad de consumo en España. Y poco a poco, mi interés se ha centrado en los vínculos entre estos grandes almacenes y la cultura. La programación que se muestra en el llamado “Ámbito cultural” de los grandes almacenes resulta sin duda muy interesante, porque nos da una idea de lo que sería un espacio cultural regido exclusivamente por criterios económicos. Aquí os dejo el link para que os hagáis una idea.

A medida que recogía materiales alrededor de estos grandes almacenes, pensé en llevar al límite la analogía entre arte y producto. Una analogía que, por otro lado, cada vez cobra más fuerza a nuestro alrededor. Basta con echar una ojeada a estas imágenes que incluyo aquí y que provienen de dos cuestionarios del Mercat de les Flors y el Teatre Lliure respectivamente. El criterio artístico o una determinada visión del discurso y su evolución parecen dejar paso a la lógica de la satisfacción del cliente.

Ante este fenómeno, caben dos posiciones extremas. La primera es defender a ultranza el valor de artístico y decir que, incluso si no asiste nadie a una determinada representación, ésta ha tenido sentido en el caso de que la propuesta implicase un alto valor artístico. Esta concepción del arte sólo es viable mediante subvenciones en aras de una supuesta riqueza inmaterial.

La postura opuesta es una cultura plenamente regida por criterios de rentabilidad donde las propuestas artísticas dependen directamente del éxito del público para sufragarse y donde las subvenciones no tienen sentido porque se trata de un mercado que se regula solo según la ley de la oferta y la demanda.

También caben, como es natural, multitud de posturas intermedias. Todo esto se complica aún más debido a dos fenómenos añadidos. El primero es que el valor artístico no siempre está reñido con el éxito de público y que las propuestas comerciales no siempre implican un éxito de taquilla. El segundo fenómeno que hay que tener en cuenta es que no hay una definición objetivable de lo que constituye el «valor artístico” y que todos los creadores/programadores tienden a atribuírselo a sí mismos o a las parrillas que diseñan. Así pues, estos son los polos de un debate que está vivo y cuyos giros en todos los sentidos tienen consecuencias en las programaciones, en los importes de las subvenciones y en los centros que se abren o desaparecen.

Volvamos a “Marketing Research”, que concebí de antemano como una pieza de arte de acción donde no primaba la experiencia de los asistentes durante la performance sino las implicaciones de llevar la analogía entre arte y producto al límite siguiendo la lógica de la investigación de mercados.

En la investigación de mercados se establece un grupo de discusión donde un moderador entrevista a un grupo de consumidores en una habitación mientras que del otro lado de un espejo tintado los responsables de la empresa que produce el producto observan sus reacciones. Las entrevistas siempre están estructuradas de manera similar. Durante la primera mitad de la entrevista se habla acerca del tema en general (por ejemplo, las galletas) mientras que durante la segunda parte de la entrevista se pasa a mostrar un prototipo de producto (por ejemplo, un nuevo tipo de galletas).

En este caso, tenía claro que los prototipos que mostraría serían tres conceptos distintos de performance basados en los materiales que he ido reuniendo en el proceso de “Un año en El Corte Inglés ”. El tema general sobre el que debía girar la primera parte de la entrevista quedaba menos claro y decidí dividirlo entre cuestiones relacionadas con el Corte Inglés, la situación de las artes escénicas en Barcelona y la economía.

La moderadora era una profesional contratada a propósito a quien avisé de que las respuestas no eran especialmente importantes y de que en un experimento así la reacción de la gente era imprevisible y no era relevante para los objetivos propuestos (llevar a cabo la acción). También le pedí que, para evitar situaciones desagradables, le recordase al grupo que todos los asistentes se podían marchar en cualquier momento.

La investigación de mercados me parece un ejercicio inútil cuando se aplica a algo complejo como el arte que no debería aspirar a colmar los supuestos deseos de un público ni crearle necesidades nuevas, sino seguir la lógica propia de quien lo crea. La propuesta en sí constituía un despropósito y no pretendía ser más que un ejercicio de teatro del absurdo. Lo cual no quita que, debido a lo que ocurre a nuestro alrededor, se cumpliese una de las máximas de este género: lo que constituía una propuesta absurda no distaba mucho de la realidad.

Siguiendo con la estrategia de la investigación de mercados, he encargado un informe independiente que analice los resultados de los dos grupos de discusión. Próximamente los haré públicos en este blog.

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