«Grandes recompensas aguardan para aquellos que saben esperar». ¿Dónde oí yo esta frase? No lo sé. De todas maneras eso es lo que ocurre con «Swan lake», al igual que con muchas otras piezas. Hay que tener paciencia. Hay que permanecer. Sin duda toda la primera parte de «Swan lake» resulta imprescindible para que pueda obrarse la magia de la segunda.
Resulta elocuente que Raimund Hoghe fuese escritor antes de coreógrafo. Tengo curiosidad por leer sus escritos, ya que es un auténtico maestro de los signos. «Swan lake» es un sistema semiótico que genera su propio código. Sin embargo no somos plenamente conscientes del significado del código. Aún así, al final de la pieza, cuando ya se ha instaurado este lenguaje, lo comprendemos plenamente. Hemos aprendido un idioma sin palabras y la claridad de sus afirmaciones pone la piel de gallina. Los espectadores son penetrados por el significado. Al fin y al cabo no se trata de nada más que de la catarsis clásica: la «clarificación del significado». No obstante, insisto, en esta clarificación no hay palabras. Decía Raimund en la conferencia de ayer que realizaba estas obras para expresar aquello que no podía expresar en sus escritos. Sin duda abandonamos la limitada cárcel de las palabras para acceder a un significado que nos rodea y que no en encaja en el estricto corsé del lenguaje. Por este motivo yo hablaba ayer de creer y no de comprender, ya que se trata de una comprensión no verbalizable.
Después de «Swan lake» mi concepción de la música cambia por completo. Nunca he tenido una gran cultura musical. Pero tras esta obra me parece claro que la música es una articulación de por sí, un sistema complejo más allá del lenguaje que te puede transportar hacia nuevas realidades y nuevas formas de entender el mundo. Ya sé que para algunos quizás sea algo obvio. Pero me gustaría incidir en la dimensión física. Debido a la vibración (no se trata de algo visual) la música es una articulación que te atraviesa físicamente. Si Manuel Delgado citaba ayer el fenómeno de la posesión, el público de «Swan lake» fue poseído (ocupado físicamente) por la música de Tchaikovsky. ¿Por qué he escuchado esa música tantas otras veces y nunca hasta «Swan lake» había tenido esa percepción? Por supuesto se debe a la pieza Hoghe y a lo que el mismo creador explicaba acerca de su trabajo en su conferencia: «con mis piezas intento ofrecerle al público la posibilidad de ver y escuchar». Gracias por dejarme ver y escuchar.
mmmmhhh que bueno…… envidia de esas jornadas….por aqui con las nuestras!!besos