El cuerpo es un medio más para la práctica artística. Si bien como medio mediatiza y tiene sus especificidades, las formas artísticas donde el cuerpo tiene un papel predominante no son mejores ni peores que otras.
Últimamente el mundo de las artes visuales (con su historia, convenciones, virtudes y defectos) se está volcando en las prácticas artísticas que utilizan el cuerpo como medio. Para nombrar sólo unos cuantos ejemplos: “The artist is present” de Marina Abramovic en el MOMA, la “Retrospectiva” de Xavier Le Roy en la Fundació Tàpies, el premio a Tino Sehgal en la Bienal de Venecia, el proyecto “12 Rooms” de la Ruhrtriennale de Essen, “Moments” de Boris Charmartz en el ZKM de Karslruhe, “Porositats” en el MACBA…
¿Cómo leer este fenómeno desde la posición de alguien como yo que lleva años dedicado a las artes escénicas contemporáneas, es decir, a aquellas formas artísticas que se mueven dentro de los códigos de la danza, el teatro y la performance pero poniendo el énfasis en la experimentación y no en la convención?
Por un lado, son muy buenas noticias. El mundo de las artes escénicas (con su historia, convenciones, virtudes y defectos) ha sido muy resistente a la experimentación. A menudo en este ámbito ha prevalecido lo espectacular, el entretenimiento y el cliché. Las manifestaciones artísticas experimentales no lo han tenido fácil en el circuito teatral. Que el ámbito de las artes visuales –en teoría algo más propicio a la experimentación- se interese por estas prácticas es una oportunidad para legitimar las artes escénicas contemporáneas y repensar las propuestas artísticas que emplean el cuerpo en función de los códigos de los espacios expositivos. Y también es una oportunidad para cuestionar y ampliar aquello a lo que puede dar cabida un museo.
Por otro lado, resulta muy peligroso. Las convenciones del museo son tan poderosas que, si no se piensan bien las propuestas en función de éstas, estas prácticas pueden quedar terriblemente fuera de lugar e, indirectamente, quedar deslegitimadas. Además, algunos museos están haciendo uso de estas prácticas no para interrogar cuál es su verdadero valor y encaje, sino desde una perspectiva meramente espectacular con el fin de atraer público.
Si no se investigan a fondo las posibles confluencias entre las prácticas que utilizan el cuerpo como medio y los espacios expositivos, la súbita visibilidad de la performance en los museos se limitará a un hype pasajero que estigmatizará estas prácticas en vivo durante años.
Por ese motivo me siento honrado de participar en el proyecto “Objectes de estudi” en la Fundació Antoni Tàpies que “empieza por la toma de conciencia del acto que constituye la introducción de la música y la performance dentro del espacio expositivo utilizando un objeto como mediación.”
Actualmente la mesa de trabajo de “Objectes de estudi” está formada por Roc Jiménez de Cisneros, Lluís Nacenta, Laurence Rassel, Marina Troyano, Linda Valdés, Marc Vives y un servidor, pero poco a poco se irán incorporando más participantes.
Llevamos más de dos meses trabajando, la primera presentación pública se hará este jueves 27 de junio a las 19 horas y la entrada es gratuita. Da el tiempo justo de venir y luego ir a la presentación de Teatrón-Tinta en el Bar La Ramona.
La segunda sesión pública tendrá lugar el 23 de julio y se prevén presentaciones abiertas durante varios meses. Sin duda el proyecto resulta mucho más interesante si se contempla a lo largo del tiempo que si se entiende como algo puntual. Os animo a que vengáis a estas presentaciones y participéis con vuestra mirada de este proceso de investigación colectiva.