Multidisciplinar

He decidido eliminar una sección entera de un artículo que estaba escribiendo. Por si a alguien le interesa el tema…

Multidisciplinar

Si bien este término resulta relevante por motivos que expondremos más adelante, comenzaremos por exponer sus límites para designar las piezas que se mostraron en Murcia. Probablemente el principal obstáculo sea que el arte escénico es “multidisciplinar” por naturaleza. Pongamos por caso el manido ejemplo de Peter Brook en “El espacio vacío”: “Puedo tomar cualquier espacio vacío y llamarlo un escenario desnudo. Un hombre camina por este espacio vacío mientras otro le observa, y esto es todo lo que se necesita para realizar un acto teatral.”

A pesar de que estas palabras se han citado con frecuencia como un cierto grado cero de la teatralidad, cabe preguntarse ¿de qué manera camina este hombre? ¿Cómo va vestido? ¿Qué tipo de luz ilumina el espacio que atraviesa? Dependiendo de la velocidad de su marcha y el material del suelo y sus zapatos, ¿qué sonido producen sus pisadas? Con estas preguntas vemos como lo que Brook denomina “un acto teatral” involucra irremediablemente disciplinas como el movimiento, el figurinismo, la iluminación, la música… Incluso los espectáculos que parecen encajar de forma exacta con el discurso de una disciplina concreta son en realidad multidisciplinares.

 Sin embargo, aunque no pretendemos trazar una historia que refleje cómo surgió el apelativo “multidisciplinar” y en qué medida se ha popularizado, hay varios fenómenos que justifican su relativo éxito y pertinencia en la actualidad. Sin duda, el primer factor que ha supuesto un boom del término “multidisciplinar” es el progreso técnico que ha permitido dotar la escena de tecnologías diversas que ahora suponen otras tantas herramientas a tener en cuenta en la construcción de una pieza. Las últimas décadas han presenciado un crecimiento exponencial de la robótica, los programas de interacción, el vídeo, el streaming y multitud de otras tecnologías que se han ido incorporando con más o menos fortuna a la creación escénica. Esta incorporación acrecenta el número de disciplinas a tener en cuenta y eso justificaría en un primer momento el apelativo “multidisciplinar”.

Sin duda, la tecnología ha llegado para quedarse y eso plantea no pocas preguntas acerca del impacto que pueden tener estas herramientas en la construcción escénica. Por eso resulta pertinente el término “mediaturgia” que propuso Bonnie Marranca en el seminario de Murcia en su conferencia sobre la pieza de John Jesurun “Firefall”, una obra que se basa en el uso de Internet en directo a lo largo de toda la performance. Marcel·lí Antúnez, uno de los creadores de nuestro contexto estatal que más ha explotado las posibilidades de los avances tecnológicos en la escena, también es consciente de que la tecnología cambia drásticamente los parámetros con los que acostumbrábamos a entender la dramaturgia. Por eso propone un término relativamente similar al de Marranca: la “sistematurgia”. Como especifica Antúnez reflexionando sobre su propio trabajo, “Con la sistematurgia aparece otra forma de producción y ejecución escénica. El diagrama Interfaz, computación y médium transforma de raíz la situación. Primero, la interfaz lee el gesto de los usuarios y por extensión del mundo; segundo, la computación gestiona esos gestos a partir de un código preestablecido en un marco dinámico, complejo, y polisémico. En tercer lugar, el resultado de este procedimiento cobra forma a través del médium, es decir medios como la luz, los mecanismos, la imagen y los sonidos interactivos.”

Tras la conferencia de Marranca, en los pasillos del auditorio del colegio de arquitectos de Murcia, algunos de los asistentes cuestionaban la relevancia del término “mediaturgia” preguntándose hasta qué punto no se trataba de un neologismo estéril para designar la mera incorporación de la tecnología a la escena. Es una pregunta que el tiempo se encargará de responder, pero me gustaría subrayar la evidencia de que Internet ha modificado de forma radical nuestra manera de entender las relaciones, la comunicación y el mundo. Por este motivo, no sería de extrañar que este vuelco se viese extrapolado a la escena. Como afirma Antúnez, “No se trata sólo de los medios de representación en forma de animaciones y sonido interactivo y/o de robots sincrónicos, sino —y sobre todo— de cómo vemos el mundo.”

Para entender la pertinencia del adjetivo “multidisciplinar”, más allá de la multiplicación de herramientas tecnológicas, también debemos tener en cuenta que hoy en día resulta frecuente la hibridación entre géneros que tradicionalmente se consideraban estancos. Por eso a menudo no procede hablar de una sola disciplina, sino de varias a la vez. Esta hibridación genera a su vez nuevos términos como por ejemplo el de “danza-teatro”.

Esta hibridación particular que surge a finales de los años 20 en Alemania se ha convertido en un nuevo género por derecho propio gracias al trabajo realizado por coreógrafas como Pina Bausch, Reinhild Hoffman, Susanne Linke o Sasha Waltz. Pero esta mezcla de lo que en el pasado se entendía como géneros diferenciados no se limita a la danza y al teatro, sino que afecta a todas las categorías y esto plantea serios problemas a los directores de los festivales cuando deben comunicar al público el contenido de las propuestas. Para lidiar con este fenómeno desde hace años el festival Panorama de Olot incluye al principio de su programa una serie de iconos que identifica con géneros como “conferencia”, “circo”, “cabaret”, “literatura”, “poesía”, “performance”, “danza”, “espectáculo sonoro”, “teatro de objetos”, etc. Más adelante en el programa cada espectáculo recibe tantos iconos como son necesarios para identificar las diferentes tradiciones escénicas que confluyen en una sola propuesta.

Una vez establecido este fenómeno, cabría preguntarse cuáles son sus causas y su relevancia, cuál es el rasgo de nuestra realidad que conduce con frecuencia hacia la hibridación. Si tan a menudo se fusionan diferentes géneros en una sola propuesta, sería lógico deducir que simplemente hemos dejado de creer en la homogeneidad de los discursos que se escondían tras cada una de estas tradiciones. La incapacidad de asumir de forma integral las narrativas que subyacen en las disciplinas académicas es una característica central del postmodernismo. Como especifica Lyotard en “La condición postmoderna”, “The classical dividing lines between the various fields of sciences are thus called into question –disciplines disappear, overlappings occur at the borders between sciences, and from these new territories are born. The speculative hierarchy of learning gives way to an immanent and, as it were, “flat” network of areas of inquiry, the respective frontiers of which are in constant flux”.

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