Ma.: ¿Cómo ve usted el teatro catalán?
J.B.: Si el transporte estuviera al nivel del teatro, aún iríamos con tartana. Aquí el teatro nunca ha sido una cosa sensacional. Como el cine. El cine es horroroso. En el teatro, para mí, la paja no son los actores. Porque no puede ser que haya mucha gente que quiera hacer teatro y todos sean malos. Para mí es un problema de dirección.
Ma.: Y no hay tradición. ¿Sucede que no hay tradición?
J.B.: Hace falta autocrítica, una gran autocrítica.
Ma.: ¿No hay referentes de otros sitios y de otros momentos?
J.B.: No. Bueno, sí. Mira, yo me acuerdo de una vez que un chico prometía. Esto era en la época franquista. Entonces decidieron darle una beca para que se marchara a París para aprender dirección durante un año. Este señor se fue a París y al cabo de medio año vuelve. «¿Pero bueno, no tenías que estar un año?» «Sí.» «¿ Y por qué has vuelto?» «Porque ya lo sé todo.» Esta es la tónica de los directores y técnicos del teatro. Y además, el público en general no es exigente. Lo único que quiere es pasar el rato.
Ma.: ¿Pero no es un poco que en el teatro catalán hay círculos muy cerrados y no se deja entrar a nadie?
J.B.: De acuerdo. Codazos. La cultura catalana se mueve por codazos. Y esto siempre ha sido así. Tengo revistas antiguas -más o menos antiguas- y siempre es lo mismo. Se ve que es el karma de la cultura catalana.
La entrevista entera aquí.
15 años despu´´es las cosas siguen igual.