Artes escénicas contemporáneas en Barcelona
El último 9 de diciembre una noticia corrió como la pólvora entre los círculos artísticos. En el Festival de Jazz de Sigüenza un espectador denunció a Larry Ochs por considerar que lo que tocaba no era jazz sino música contemporánea. Un género que el denunciante afirmaba tener «contraindicado psicológicamente» por prescripción facultativa.
Como si de una película de Berlanga se tratase, la guardia civil no sólo acudió sino que coincidió con el criterio del denunciante y el concierto estuvo a punto de cancelarse. En Barcelona todo eran medias sonrisas, como diciendo «estos paletos de Sigüenza, no tienen ni idea de arte».
Con tanto alborozo nadie cayó en la cuenta de que en los grandes teatros de Barcelona casi todo lo que se denomina «danza» o «teatro» encaja perfectamente con la definición tradicional de estos términos. Es decir, si el arte contemporáneo se caracteriza por huir de lo establecido, en el ámbito escénico barcelonés el conflicto de Sigüenza difícilmente podría producirse por el simple hecho de que el arte contemporáneo casi no existe. Los paletos somos nosotros.
¿En qué consiste el arte escénico contemporáneo? Algunos intentan acotarlo con términos como «multidisciplinar», «emergente», «nuevos lenguajes», o muchos otros, pero la verdad es que ninguna de estas etiquetas resulta adecuada. Ni todas las propuestas contemporáneas son especialmente multidisciplinares ni se pueden tildar de «nuevos» o «emergentes» unos planteamientos que Carles Santos ya empleaba en los años 70. Simplemente estos creadores, como afirman Esther Ferrer[1] o Raimund Hoghe[2], hacen lo que creen que deben hacer.
Se trata de proyectos que se desarrollan según sus propios requerimientos sin aceptar restricciones de formato, género o duración. Los resultados no tienen el entretenimiento ni el lucro ni el fácil acceso como objetivo primordial (aunque ocasionalmente pueden resultar entretenidos, rentables y accesibles) y demandan del público una mirada activa. El compromiso personal con el discurso y la investigación es la única premisa indispensable. Por otro lado, estas propuestas también se pueden entender como la aplicación de los postulados post-modernos al arte escénico (tal y como afirma Lehmann en su ensayo «Postdramatic Theater»).
Para acabarlo de contextualizar y a pesar de que hay muchos matices, el arte escénico contemporáneo también se puede definir diferenciándolo del teatro naturalista que toma un texto dramático como punto de partida así como por oposición a la danza denominada contemporánea -ahora ya clásica- que desciende de Martha Graham.
Después de esta introducción, habría que buscar los motivos por los cuales este arte escénico contemporáneo está claramente infrarepresentado en la programación barcelonesa.
Obviamente no se puede pedir un planteamiento contemporáneo a instituciones que tienen un claro posicionamiento clásico. Si temporada tras temporada el TNC dedica la mayor parte de su programación al teatro de texto naturalista, esto parece concordar hasta con el clasicismo del edificio. Por otro lado, si hay un público como el denunciante de Sigüenza que tiene «contraindicados psicológicamente» los planteamientos y las formas del arte contemporáneo, parece justo que tenga un teatro de referencia.
Podríamos pensar entonces en el Teatre Romea, heredero del antiguo Centre Dramàtic Nacional y gestionado hoy en día por Focus. En el trienio 2006-2008 este centro recibió una ayuda pública del ICIC para la producción de espectáculos de 1.225.000 € (ICIC, 2007, p.138), más del doble que la siguiente sala más beneficiada. Uno podría deducir que esta diferencia abismal en la financiación correspondería a un alto nivel artístico con planteamientos contemporáneos. En la Web del Romea se menciona de hecho que este teatro «se ha convertido en un espacio de rabiosa actualidad artística, que se arriesga con propuestas innovadoras (…). Trasgresión, provocación, reflexión y entretenimiento, son la marca de este centro de producción, generador de debate cultural contemporáneo.» Bien, estamos de acuerdo con el término «entretenimiento». La agudeza del título de la pieza de humor actualmente en cartel («PaGAGnini») es una buena muestra del nivel general de «reflexión» y de «debate cultural contemporáneo» que genera este centro.
Así pues, entre los grandes teatros quedaría el Lliure y el Mercat de les Flors. El Teatre Lliure era en origen un teatro de vanguardia y, de hecho, programa el ciclo «Radicals Lliure» -dedicado a la creación contemporánea- y algunas propuestas ocasionales, pero por desgracia la mayor parte de la programación está destinada al teatro de texto naturalista. ¿Hasta qué punto se diferencia del TNC? Esta temporada el Teatre Lliure programa incluso una pieza de Josep Mª Flotats, antiguo director del TNC e insigne director de teatro textual de corte naturalista, lo cual dificulta aún más la diferenciación entre Lliure y TNC.
La otra oportunidad para la creación contemporánea en Barcelona sería el Mercat de les Flors, incluso dentro de su definición como centro de danza y de las artes de movimiento. Debido a la relación histórica de la danza con el arte experimental (Anna Halprin, Yvonne Rainer, Bruce Nauman), muy a menudo los espacios de danza acogen en toda Europa creaciones contemporáneas donde la «coreografía» es tan sólo una mera «articulación» y la «danza» una mera «presencia». De hecho, la asociación La Porta entiende hoy en día la danza en este sentido[3] y da abrigo a numerosas manifestaciones de creación escénica contemporánea donde no se «baila» en el sentido tradicional. A pesar de que el discurso de la danza occidental parece ir en esta dirección, la mayor parte de la programación del Mercat se ciñe a la danza en el sentido más estricto del término y de hecho ha entrado en contradicción con los valiosos volúmenes de su colección Cuerpo de Letra (con la totalidad del primer volumen de Lepecki y fragmentos del segundo volumen[4]).
Inexplicablemente, y a pesar de algunas propuestas puntuales, las salas alternativas tampoco ofrecen una programación estable de este tipo de creación. Incluso la más prestigiosa de todas, la Sala Beckett, entiende la dramaturgia como sinónimo de escritura dramática y el resultado más frecuente es una vez más espectáculos naturalistas de teatro de texto.
Finalmente, la última oportunidad para el arte escénico contemporáneo sería un centro nuevo del que se ha hablado bastante, pero que de momento no existe ni parece que vaya a hacerlo pronto. Si nunca alguien se decide, la Laboral Escena de Gijón podría ser un buen ejemplo a seguir.
Con la re-inauguración del Antic Teatre, éste se convertirá en el único centro con una programación estable de arte escénico contemporáneo en Barcelona. Las tres líneas que marca su programación este 2010 son «nuevos lenguajes del cuerpo», «nuevas tecnologías» y «nuevas dramaturgias». Aunque, como ya hemos explicado, la «novedad» no es realmente el quid de la cuestión, éste es el adjetivo que se utiliza de forma popular para designar estas creaciones escénicas contemporáneas.
A pesar de que la inauguración del Antic esta semana es todo un milagro después de mil y un escollos burocráticos y financieros, que nadie se muestre demasiado triunfalista. Si bien el teatro cumple ahora las normativas básicas, no tiene camerinos, necesita gradas nuevas y material técnico, los artistas van a taquilla y en breve se deberá abonar la reforma de la fachada. Es decir, se continua trabajando en un espacio relativamente precario, en una situación financiera incierta y con artistas que actúan principalmente por amor al arte (a menudo el dinero de la taquilla no llega ni para pagar los gastos de la actuación).
Atención, el planteamiento contemporáneo no implica sistemáticamente propuestas de calidad. Los creadores escénicos contemporáneos son los primeros responsables de su obra y deben trabajar por desarrollar propuestas con un alto rigor, tomando el tiempo que cada proceso requiera sin dejarse llevar por la comodidad, los tópicos o las dinámicas de mercado.
Por otro lado, son muchas las carencias -pedagógicas[5], críticas, económicas- que hacen que la situación de la escena contemporánea en Cataluña sea extremadamente frágil. Pero incluso así, y aunque constituya una estructura claramente insuficiente, el Antic representa uno de los pocos focos de esperanza para esta forma de entender la creación en Barcelona.
Barcelona, 7 de enero del 2010
Bibliografía
Ferrer, E.; Otaegi, M. y Zibelti, M. (2009): «Entrevista a Esther Ferrer». Zehar nº65. Arteleku, Donostia, p. 2-20.
Galhós, Claudia (2009): «Unidades de sensación» en Buitrago, Ana (Ed.) Arquitecturas de la mirada. Cuerpo de Letra. Centro Coreográfico Galego, Universidad de Alcalá, Mercat de les Flors, Institut del Teatre, p. 143-185
Hoghe, Raimund (2003): «Arrojar el cuerpo a la lucha» en Sánchez, José Antonio y Conde-Salazar, Javier (Eds.) Cuerpos en blanco. Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, p. 27-50.
ICIC (2007): Memòria anual 2006. Barcelona: ICIC.
La Porta (2009): «Presentación del festival LP» http://laportabcn.com/laportabcn/Evento.do?id_event=91 (Consultado el 7/1/2010)
Lehmann, Hans-Thies (2006): «Postdramatic Theater». Londres: Routledge.
Lepecki, André (2008): Agotar la danza. Cuerpo de Letra. Centro Coreográfico Galego, Universidad de Alcalá, Mercat de les Flors.
Pastor, Emi (2008): «Darwin i l’Institut del Teatre». Artributos nº1. Barcelona: Ediciones El Vivero, p. 34-35.
[1] «Se trata, humildemente, de hacer algo que creemos, y allá donde nos presentemos luchar por esa libertad. Por eso yo defiendo la hibridad total, la ilegitimidad y el desconcierto en la práctica de la performance» (Ferrer, 2009, p.18)[2] «Consiste en hacer lo que se tiene que hacer y si lo hiciera más gente estaría bien» (Hoghe, 2003, p.40)[3] «La danza ya no es «la danza». Todo es danza» (La Porta, 2009)
[4] Por ejemplo: «Esta propuesta no definitiva y abierta de definición de danza lleva implícito un concepto específico del cuerpo. (…) Se refiere a aquel cuerpo que cuestiona el porqué del gesto y que consigue dotar de un sentido a la imagen que su acción dibuja en la superficie de la piel, en un espacio y un tiempo. Es un cuerpo siempre con un por qué. Un cuerpo que actúa en libertad y que integra, en sus códigos lingüísticos, la posibilidad de la mudez (…). Esta definición determina el universo considerado y abre el ámbito de aquello que puede ser entendido como danza.» (Galhós, 2009, p.144)
[5] En este aspecto ver «Darwin i l’Institut del Teatre» (Pastor, 2008)
Pingback: Vientos de cambio at El teatro de Tina