Esta performance consiste en un trabajo de ritmo lento de carácter eminentemente visual. Yann está desnudo, sentado entre miles de cristales rotos dentro de una urna iluminada desde abajo. Poco a poco la plataforma sobre la que descansa Yann se levanta y los cristales desbordan por los lados y se hacen añicos. Estas propuestas de baja intensidad suelen resultar algo duras aunque siempre son efectivas. Es algo de lo que hablado muchas veces en este blog: el slow motion es una arma infalible.
En esta ocasión el acompañamiento sonoro servía para dar ritmo a la propuesta, pero al mismo tiempo te alejaba de la experiencia en vivo. Por supuesto, sin este acompañamiento sonoro la performance hubiese resultado terriblemente difícil pero, como digo en el post de abajo, a mí eso no me crea ningún problema.
Además del aspecto visual, lo más interesante de la performance era el sonido de los miles de cristales haciéndose pedazos en el suelo unos tras otros. Pocas orquestas podrían competir con una música tan bella.